Tras la entrega de las Biznagas, el momento que muchos esperaban. «Quiero dar las gracias a alguien que nos quiere de verdad. A alguien que se deja la vida por Málaga, porque él es Málaga. Quiero que el Cervantes tiemble de emoción para recibirle». Con estas palabras la cantante y actriz Diana Navarro, presentadora de la gala de clausura del Festival de Málaga, introdujo al gran protagonista de la noche, Antonio Banderas, quien, por fin, recibió la Biznaga de Oro del certamen en cuyo organigrama figura como presidente de honor desde su primera edición. Dos décadas ha tardado en llegar este momento, de ahí que antes de nada, el actor, productor y director malagueño quisiera ofrecer una disculpa. «Estos días he leído que con este premio el Festival de Málaga salda una deuda pendiente conmigo. Eso no es verdad. Todo lo que tiene el Festival se lo ha ganado en estos 20 años. Pero yo sí me querría disculpar con el Festival. Muchas veces me han preguntado: Oiga, usted viene siempre a la Semana Santa, pero no al Festival de Málaga. ¿Por qué? La Semana Santa es fiesta en el mundo entero y en los rodajes siempre me han dejado irme. En otras fechas ya no era posible», dijo Banderas en un discurso de agradecimiento que no quiso preparar: «No quería llegar aquí, ponerme unas gafas y empezar a leer un papel».

El malagueño acompañó la disculpa con un ofrecimiento: «Esta Biznaga tiene que servir para que yo adquiera un compromiso con el Festival, para que me usen, para ser más útil; para ser el anfitrión del Festival de Málaga, que ha tenido el acierto de internacionalizarse», declaró Banderas. Seguro que los responsables del certamen le toman la palabra.

Málaga

No podía ser de otra manera, Málaga estuvo en el centro de las palabras de Antonio Banderas; una llamada al orgullo, con argumentos, de sentirse malagueño: «Málaga empieza a oler no a aftersun, empieza a oler a cultura de verdad, de la seria. A mí me gusta mantener el espíritu crítico en todos los órdenes de la vida, pero también creo que hay que sacar músculo y tener un poquito de orgullo... Y los malagueños tenemos que empezar a sacar ese músculo porque estamos en el principio del camino para que Málaga se convierte en una capital mundial. Eso no es más insensato que cuando pensé en irme a Hollywood».

Ante todo, el de Banderas fue un discurso sentido, reflexivo, discreto y emocionado; propio de un hombre que parece estar replanteándose muchas cosas: «Hay gente que vive la vida de una manera cerebral, que traza estrategias... Yo no soy de ésos. Yo he tirado de corazón para todo. Soy intuitivo. Me fui de aquí a Madrid a los 19 años montado en un corazón... Y en enero de este año me dio un infarto. Mi corazón, que es muy andalú, me dijo: Picha, para ya. Y tuvimos un encuentro. Y ahora nos estamos volviendo a llevar bien», confesó Banderas, para meditar: «Todo esto me ha servido para darme cuenta de que el corazón es un almacén de emociones. Y en las paredes de ese corazón, en los ventrículos, entre sístole y diástole, está Málaga. Como mi Ítaca particular. O quizás como mi Dulcinea. Y en mitad de eso otra idea surrealista, andaluza, malagueña e insensata, quijotesca, la idea de que lo mejor está por venir». Irrumpieron los aplausos, que pronto se convirtieron en palmas, como es tradición no escrita en muchas noches para el recuerdo del Teatro Cervantes, y Banderas se puso a bailar, a zapatear antes de soltar un «Viva Málaga».

Pero faltaba la Biznaga. Ahí llegó el gran momento: su hermano Francisco Javier, Chico, iba a ser el encargado de darle el premio. Y Banderas, hombre curtido y bregado en estos asuntos del show business desde hace décadas, no pudo ocultar su sorpresa: «Esto sí que no me lo esperaba. A mi hermano le cuestan mucho estas cosas». Chico recordó a esos dos hermanos que jugaban «en la terraza de un cuarto piso sin ascensor de la calle Sebastián Souvirón» y «a ese adolescente que en agosto del 80 tomó un tren, se marchó de Málaga, creándose una distancia que nos terminó uniendo como hermanos». «Su faceta profesional no es la mejor; para mí lo que le distingue es su faceta humana. Como persona es un ser excepcional. Se lo dice su hermano y su mejor amigo. Jose, esta biznaga es tuya», dijo Chico antes de abrazar a la estrella y darle otro símbolo de la unión con su tierra. «Mi cardiólogo os va a matar», se le escuchó al malagueño, más emocionado que eufórico. Y su corazón andalú le dejó a Jose, a Antonio, disfrutar de una noche de las grandes.