El gran día para el Festival de Málaga, después de la inauguración pasada por agua del viernes, llegó ayer con una jornada soleada y un protagonista de excepción: el cineasta mexicano Guillermo del Toro. El realizador de La forma del agua, la gran triunfadora de los pasados Oscar de Hollywood, descubrió por la mañana su monolito en el Paseo Marítimo Antonio Machado, ofreció por la tarde una multitudinaria masterclass en el Palacio de Ferias y Congresos y por la noche recibió el Premio Málaga. La actriz Paz Vega fue la encargada de presentar la gala, en la que Del Toro estuvo también acompañado por Ron Perlman, Marisa Paredes, Eduardo Noriega, Irene Visedo, Ivana Baquero, Fernando Tielve y Santiago Segura. También estuvieron, en forma de videomensajes, las actrices Ariadna Gil y Maribel Verdú. El cineasta confesó que en España se siente «como en casa» y que este país, donde rodó El espinazo del diablo y El laberinto del Fauno, le devolvió «la fe en la vida y en el cine».

¿Cómo vive eso de ser el gran vencedor de los Oscar?

Es muy bonito. El momento más hermoso fue cuando me dieron el premio de director, que es el que más me afecta, y subí al escenario. Al darme la vuelta tenía delante un mar de caras que era como un catálogo de cine. A nivel personal, fue la primera vez que mi padre entendió mi oficio. El Oscar es muy bello, pero físicamente tiene un peso fuerte. Mi padre lo cogió y sonrió de una manera muy bella.

¿De qué forma cree que le ha cambiado este reconocimiento? ¿El Oscar le hace pasar de ser un director heterodoxo a un cineasta ortodoxo?

Lo heterodoxo no se quita con nada, y la manera en que te relacionas con tu quehacer es la que dicta eso. Es muy hermoso que en 25 años llegues a este punto con coherencia. La terquedad sostenida se convierte en estilo.

¿Qué consejos daría a los que quieren iniciarse en el mundo de la industria del cine?

Es que no hay un mundo de la industria del cine, hay mundos... Si eliges una solo carretera para llegar a un lugar y te quedas en una sola industria es tu opción, pero puedes escoger filmar en Europa, en Latinoamérica o de forma independiente, hay tantísimas opciones... O sea, no te cases con una solo manera de hacer cine. Hay mil maneras de hacer y ver cine. Y lo único que diría es que si alguien más está haciendo la película que tú quieres hacer, quizá no necesites tan urgentemente hacerla. Hay que hacer las que te urgen ver porque nadie más las está haciendo.

¿Qué opina de las actuaciones del presidente Trump?

En este momento hay un cambio del prisma de realidad, de mentira y de verdad, que afecta a nivel universal. Por eso el oficio de narrar historias nunca ha sido tan urgente y tan importante como ahora. Lo que siento que está pasando es que cada vez las ideologías se están metiendo en espacios de división más estrechos y que cada vez encontramos más razones para decir «nosotros» y «ellos». Por eso creo que, como artistas, lo más arriesgado que hay ahora es la emoción. Si te digo que no creo en el amor, pensarán que soy un hombre sabio. Pero si te digo que creo en el amor, dirán que soy un gordo ñoño. Y es que la esperanza o la emoción son bien arriesgados de abrazar.

¿Qué piensa de la batalla entre las salas de cine y Netflix?

Recibimos muchísima más información de la que podemos procesar emocionalmente. Y eso nos lleva a una necesidad de resolución mucho más rápida. No creo que este asunto debería estar en una dicotomía sino en un diálogo. Pero las opiniones se atrincheran muy rápido. Creo que estamos viviendo un momento crucial en el que tenemos una forma de entrega de contenido audiovisual y una forma artística. Ambas ocupan el mismo espacio y creo que necesitan de un diálogo. Es una encrucijada importante.

¿Se siente parte de la familia del cine español?

Ayer fui a la Alhambra y también a comprar películas, casi todas españolas. Uno de los grandes cipreses de mi vida es Víctor Erice. Lo que yo sentí al ver a la criatura de Frankenstein cuando era niño es exactamente lo mismo que sintió Ana Torrent en El espíritu de la colmena. Y si alguien ajeno escribe tu biografía se vuelve familiar.

¿Cómo ha evolucionado su relación con lo monstruoso desde Cronos hasta La forma del agua?

Mi relación con lo monstruoso o lo diferente, como quieras llamarlo, es la búsqueda de lo común. Para mí lo trágico es la ilusión de la diferencia, que viene armada por una estructura social, religiosa y política que impide vernos los unos a los otros. Para mí siempre ha existido un aspecto espiritual del monstruo que no cambia. Con La mujer y el monstruo, película que vi con seis años, entendí el amor.

¿Cómo contempla desde fuera lo que está pasando en Cataluña?

Sería profundamente indecente dar una opinión respecto a esto.

¿Cómo ha vivido la revolución de las mujeres?

Real. Creo que no es algo pasajero sino que estará presente de forma permanente. Lo que es importante es extender esto a todos los campos, porque a nivel ejemplar puedes agarrar la industria del cine, pero no quedarte con la satisfacción de que hay una sola industria que está cambiando. Eso es lo importante.