Los documentales musicales son un subgénero muy curioso: rara vez, yo por lo menos, el espectador se sienta delante de uno de un artista que deteste o le resulte indiferente; siempre, como fans o curiosos, atendemos a las historias de los músicos más o menos favoritos, de los que nos resultan más o menos interesantes.

Por ejemplo, en mi vida habría visto 'Sanz: lo que fui es lo que soy' de no haber sido incluido en la programación del Festival de Málaga. Porque Alejandro Sanz nunca me ha interesado lo más mínimo (atención, los fans del artista pueden dejar de leer a partir de aquí): sus letras me parecen de la clase más barata de poesía ("y bajaré la luna para que juguemos"), con algunas combinaciones de palabras realmente estrambóticas ("impresionantemente solo") y una música que, no sé, para eso me enchufo algo de Claudio Baglioni (los fans del artista pueden volver a leer de nuevo).

La cosa es que siendo un producto eminentemente hagiográfico, que cuenta no sólo con el beneplácito de Sanz sino con su patrocinio, 'Lo que fui es lo que soy' se zafa de los lugares comunes de tanta pieza que se quiere hacer pasar por documental cuando lo que es, en realidad, es un extra del DVD del concierto del artista de turno.

A ver, hacen trampas: a Alejandro no le pitó el 'monstruo' de Viña del Mar porque fallara el teclado y a los chilenos no les mole el flamenco (lo que ocurrió es que al cantante le salieron bastantes gallos de impresión) y la mención a episodios oscuros (no me lo esperaba) es convenientemente utilizada no para ahondar en la personalidad del retratado sino para resaltar aún más su supuesta heroicidad. Pero, sí, ahí están los metafóricos "desiertos" por los que tuvo que atravesar Sanz tras la muerte de su padre (con un playback de 'A la primera persona' que despeja nítidamente la metáfora), el hijo cuya paternidad reconoció públicamente y algún que otro rinconcito poco recomendable (Íñigo Zabala revelando, con el desparpajo que da residir durante años en las cúpulas de una multinacional, que para hacer que Alejandro pasase de ser un runrún a explotar definitivamente le organizaron un concierto benéfico navideño que terminó llamando la atención de TVE).

Los directores saben exprimir el archivo documental puesto a su disposición por la familia del autor de 'Corazón partío' y consiguen algún que otro momento de altura; especialmente, el final: cuando Alejandro Sanz, de espaldas, espera para enfrentarse a su público en el concierto de aniversario de 'Mas' mientras, en la banda de audio, suena una grabación de su niñez en la que su padre le presenta como un futuro cantante de éxito.

Termina 'Sanz: lo que fui es lo que soy' y sigo pensando (atención, fans del artista: de nuevo cierren los ojos) que las letras de este hombre son poesía barata, que lo de "impresionantemente solo" es delictivo y que no sé cuál disco de Baglioni de mi colección me voy a enchufar ahora (fans: vuelvan a leer), pero, de alguna extraña manera, con la certeza total de que no habrá un nuevo encuentro entre nosotros, me ha gustado conocerlo.

"Sanz: Lo que fui es lo que soy"

"Sanz: Lo que fui es lo que soy"