El futuro de las pensiones es una de las preocupaciones más importantes de los españoles. Las reformas en marcha de momento no son suficientes para lograr el equilibrio entre fondos y pagos, y el fondo de reserva puede agotarse en tan sólo un año. Hay que recordar cómo los cambios que se están desarrollando llevarán a obtener una pensión más tarde y más baja respecto a lo cotizado.

En primer lugar, la edad de jubilación que con la última reforma se está viendo incrementada paulatinamente desde los 65 años hasta alcanzar los 67 años en 2027. En segundo lugar, la base de cálculo. Actualmente, la base reguladora se calcula como un cociente de lo cotizado durante los últimos años (18 años en 2015, 216 meses) y un número superior, 252 para el 2015. Esta cifra se irá aumentando hasta el año 2022, a razón de 12 meses más de cotización por un lado (dividendo) y 14 en el divisor, hasta llegar en ese año a la suma de las cotizaciones de los últimos 300 meses (25 años) a dividir entre 350.

Esto conlleva a que siempre la base reguladora sea menor de lo cotizado y cada año que pase, esta cantidad disminuya. Todo ello se actualiza con un porcentaje. Cuantos más años hayas cotizado, más alto será el porcentaje, hasta llegar al 100 % por haber trabajado los años mínimos exigidos. Antes de la última reforma eran 35 años, incrementándose de forma gradual hasta llegar a los 37 años en 2027. Todo ello en el mismo sentido, que el coste de pensiones sea inferior, pero sin que ello garantice que en los próximos años se siga reformando y endureciendo las condiciones.

Planificar la jubilación

¿Qué es lo que nos queda? Ante la incertidumbre lo mejor es anticiparse e intentar dedicar parte de nuestro dinero o ahorro presente a complementar nuestra pensión futura y siempre adaptándonos a nuestras circunstancias económicas y familiares, ya que nuestras condicionantes van cambiando. Por ejemplo, es mucho más sencillo hacer un esfuerzo mayor cuando hayamos finalizado la hipoteca. La forma más sencilla es considerar este ahorro como un gasto más que forma obligada destinamos mes a mes, siempre de forma dinámica, maximizando cuando sea posible las aportaciones y reduciéndolas cuando tengamos algún gasto imprevisto o cambio de circunstancias familiares (pérdida de trabajo, nacimiento de un hijo…)

De esta manera determinamos que podemos ir dedicando dinero a complementar nuestra jubilación, pero tampoco debemos de dejar de chequear el resultado de nuestro esfuerzo analizando qué capital llevamos constituido, qué rendimientos podría generar y qué cantidad queda pendiente para un objetivo final prefijado. Este ahorro objetivo marcado estará supeditado por el nivel de vida acumulado, sin olvidar los gastos relevantes que tengamos planificados y un porcentaje para futuras grandes contingencias como la dependencia. Este objetivo no sólo se consigue con las aportaciones, también con la rentabilidad que consigamos.

El tiempo es otra variable fundamental. La capacidad de ahorro, es decir, que después de cubrir los gastos básicos nos quede dinero disponible, nos marcará el momento en el que podemos comenzar a complementar nuestra pensión de forma privada. Por ello, cuanto antes podamos realizarlo mejor, aunque la cantidad sea pequeña. Los productos que elijamos deberán estar orientados al largo plazo, generar rentabilidad desde la primera aportación, nos permiten optar por productos de mayor riesgo, especialmente en los primeros años de vida del producto y además con la ventaja que, para un mismo objetivo de capital final, cuánto antes empieces, menos tienes que pagar cada año

En resumen, si comienzas a ahorrar cuando queden 30 años o más para tu jubilación, el esfuerzo ahorrador a realizar año a año será menor que si lo retrasas, acumulas ahorro durante un mayor período de tiempo y conseguirás una mayor rentabilidad, a la vez que te permitirá poder elegir entre más productos.

La elección del producto, riesgo y rentabilidad

La rentabilidad de las inversiones va muy ligada al concepto de riesgo, y viceversa. En circunstancias normales, cuanto más riesgo se esté dispuesto a asumir, más rentabilidad se puede obtener, pero también pueden ser mayores las pérdidas potenciales. Aunque a más largo plazo podemos optar con mayor seguridad a inversiones a más largo plazo.

Las opciones disponibles debemos siempre contrastarlas con nuestro perfil de riesgo. El perfil de riesgo define nuestra capacidad y actitud de tolerar pérdidas que puedan ocurrir en las inversiones. Si no queremos tener pérdidas, aunque empecemos a ahorrar con mucho tiempo de antelación, debemos apostar sólo por productos que garanticen nuestro capital. Si somos más tolerantes y tenemos un plazo amplio, sí se puede optar por productos de más riesgo.

Además, a medida que se acerque el momento de la jubilación, es necesario proteger el ahorro acumulado, consolidarlo, eligiendo productos de menos riesgo. El objetivo es reducir las posibilidades de pérdidas o incluso eliminarlas para asegurar todo lo ahorrado y ganado en los años de preparación para la jubilación.

Todo ello lo conseguimos con una de las grandes ventajas de los planes de pensiones, la movilización de derechos. Podemos cambiar todas las veces que queramos de producto, sin que se tribute por ello. Así, por ejemplo, si tenemos muchos años por delante para nuestra jubilación podemos optar por planes que invierten en bolsa buscando una rentabilidad complementaria y años más tarde trasladar esos derechos a otro producto más seguro sin pagar impuestos hasta que llegue el momento del rescate.

Planes de pensiones y mucho más

Si hablamos de productos para jubilación todo el mundo tiene en mente los planes de pensiones, creados para constituir un complemento a nuestra jubilación a partir de pagos periódicos durante nuestra vida laboral. Para fomentar su contratación tienen una gran fiscalidad, reduciendo de nuestra base imponible de trabajo o actividades profesionales hasta 8.000 euros o el 30% de nuestros ingresos, siempre la menor de estas cifras. Pero en su contra tenemos que antes de la jubilación sólo se puede disponer del dinero en circunstancias extraordinarias como paro de larga duración después de cobrar la prestación de desempleo, invalidez o fallecimiento.

Como competencia a estos, las compañías aseguradoras (y por extensión los bancos a través de sus filiales), comercializan productos alternativos, siempre alrededor de un seguro, asemejándose mucho a los planes de pensiones, pero ojo, algunos de ellos sin derecho a desgravación.

Los planes de previsión asegurados (PPA), son uno de estos productos. Sus características son muy similares a las de los planes de pensiones, incluso las coberturas de ambos son idénticas: jubilación, fallecimiento e invalidez. También lo es su grado de liquidez, ya que no se pueden rescatar salvo las mismas circunstancias que los planes de pensiones y su única diferencia es que la rentabilidad está garantizada, eso sí, con tipos de interés nada espectaculares.

Los planes de jubilación si tienen más diferencias, son un "seguro de vida ahorro" que cubre diferentes contingencias, una parte como la muerte o la invalidez a través de una prima de seguro, y otra por la aportación de una renta de forma periódica. Así se cubre tanto la muerte o invalidez como se rescata un capital al vencimiento del producto, eso sí, las aportaciones no desgravan en nuestra declaración de la renta.

También podemos optar por organizar nuestra inversión libremente, con productos como fondos de inversión. No tendremos ventajas fiscales, pero sí la ventaja de disponer nuestro dinero siempre que queramos.

Valorar todas las alternativas

Por todo ello, tenemos que ver que pros y contras tienen las distintas formas de ahorro para nuestra jubilación considerando tres variables, liquidez, rentabilidad y fiscalidad, así:

- Si quieres ahorrar a largo plazo, buscando rentabilidad más elevada (y por tanto más riesgo), con desgravación, pero sin liquidez, el producto es el Plan de Pensiones, optando en un principio con los productos con más riesgo como Planes de Renta Variable o Renta Variable Mixta para luego cambiar a planes de menos riesgo como Renta Fija o Garantizados.

- Con los mismos objetivos de rentabilidad, pero sacrificando la desgravación por tener liquidez, invertiremos en Fondos de Inversión los cuales no tenemos limitaciones a la hora de vender, eso sí, en cada venta pagaremos nuestra factura con Hacienda.

- Si queremos tener una rentabilidad garantizada sin riesgos y con desgravación fiscal lo mejor son los Planes de Pensiones de la categoría “garantizados” o los Planes de Previsión Asegurados, los cuales no podemos vender. Con total seguridad, pero con nuestro dinero completamente disponible nos encontramos los depósitos y como opción intermedia sin desgravación fiscal, pero teniendo el dinero en un vencimiento más cercano a la jubilación, los planes de jubilación es el producto ideal teniendo en cuenta la seguridad para nuestros familiares al cubrir contingencias como la muerte o la invalidez.