La obsesiva cobertura mediática de los aspirantes presidenciales, el demócrata Barack Obama y el republicano John McCain, rivaliza con el escrutinio que reciben -lo quieran o no- sus esposas, dos profesionales que labraron fama por mérito propio.

Michelle Obama, una abogada de 44 años, y Cindy McCain, una empresaria millonaria de 54, no podían ser más distintas: la primera es extrovertida y proviene de una familia de la clase trabajadora de Chicago (Illinois), mientras la segunda es más bien "tímida" y nació hija única en el seno de una familia adinerada en Phoenix (Arizona).

Obama es la más reconocida por los votantes, quizá por los ataques republicanos y grupos afines.

Cindy opta por un perfil bajo pero se ha destacado por su callado activismo en Ruanda, donde en 1994, según recordó recientemente, sintió "el olor a muerte" al visitar a refugiados del genocidio.

Ella también ha demostrado valentía para superar, por ejemplo, su adicción a los analgésicos y su miedo a volar, para lo que incluso obtuvo su licencia de piloto en secreto como una sorpresa para el senador.

Ambas se graduaron en prestigiosas universidades y se aproximan a la Casa Blanca por derroteros distintos pero comparten "el amor a la patria y la convicción de mejorar la vida en EEUU", según dijeron en entrevista con Efe dos íntimas amigas de Michelle y Cindy, quienes creen que ambas continuarán su agitado ritmo como activistas.

"Estoy convencida de que si Michelle llega a la Casa Blanca continuará su lucha por el bienestar de los niños y de las mujeres, como ya lo hace", dijo Yvonne Dávila, una amiga puertorriqueña de Michelle desde hace 20 años, en entrevista telefónica desde Chicago.

"Ha puesto todo su empeño en ayudar a un hombre fascinante a convertirse en presidente. Ama a su país, ama a su esposo y cree en su labor", agregó Dávila, quien se describió como "casi una hermana de Michelle".

Las hijas de Dávila son de las mismas edades que Malia y Sasha Obama, de 10 y 7 años, respectivamente, por lo que se ayudan "con el cuidado de las niñas" y las llevan "a sus prácticas de fútbol o a clases de ballet" y otras actividades.

Michelle no habla español "pero puede bailar salsa y le gustan los gandules" que como, buena cocinera boricua, le prepara a la familia, señaló.

Para que los Obama puedan tener privacidad, a veces se lleva a las niñas y les pone música (salsa) del Gran Combo, Fania All Stars y Ché Feliciano, agregó Dávila, al insistir en que, pese a las presiones electorales, "Michelle sabe equilibrar el hogar, su trabajo, y las actividades de sus hijas".

Con igual admiración y cariño se expresó Sharon Harper de Cindy, quien la describió como "cortés y educada", "cálida", "honesta", "respetuosa" y "muy dedicada al bienestar de los demás".

Baste ver el trabajo que durante décadas ha hecho Cindy en sitios como Nicaragua, Kuwait, Bangladesh o Ruanda, su labor con niños con defectos congénitos, o su compromiso por combatir la pobreza, observó Harper desde Sedona (Arizona).

También ha contribuido con grupos humanitarios como Halo, Care y Operation Smile. Regresó de Ruanda el jueves pasado, a donde viajó por primera vez en 1994 con una delegación que organizó "ONE Campaign", un grupo de lucha contra la pobreza.

En su reciente gira por Colombia y México, encontró gran "afinidad" con Lina Moreno, esposa del presidente colombiano Álvaro Uribe, por la lucha contra las minas antipersonales, y aunque no habla español, su hijo le sirvió de intérprete, recordó Harper.

Una encuesta reciente de los diarios The Washington Post y Wall Street Journal reveló que Michelle Obama y Cindy McCain proyectan ante la opinión pública, casi por empate, una imagen favorable como posible primera dama.

Aunque no estarán en las papeletas de votación el próximo 4 de noviembre, ya han desatado un concurso de popularidad en la blogosfera e inspirado ruidosos debates sobre cuál es el lugar y papel de la Primera Dama en la primera potencia del mundo.