Una novillada de la ganadería antequerana de Manuel Blázquez abrió ayer el abono de la Feria Taurina de Málaga 2016. Atrás quedaron los años en los que lidiaban en La Malagueta utreros con más presencia que algunas de las corridas que posteriormente estoqueaban las figuras. Era una circunstancia manifiestamente injusta, y en este aspecto tenemos que congratularnos de que haya prevalecido esta vez la cordura a la hora de escoger el encierro.

La novillada fue lo que tiene que ser. Una novillada correcta para una plaza de primera, y con las garantías mínimas para que a priori sea una oportunidad el verse anunciado en este festejo. Luego, el juego de los toros siempre es un enigma, y ayer saltaron al ruedo de todos tipos. Los hubo nobles, más rajados e incluso con peligro. Uno a uno, por unos motivos u otros, se nos fue la tarde sin que llegase el triunfo deseado que cambiase el destino de unos chavales que soñaban con dar un golpe de efecto que les pusiera en órbita.

Entre los novilleros también hubo de todo, la mayoría justificaron su presencia, a pesar de su falta de actividad. Esta excusa no se puede aplicar al que abría cartel, el francés Andy Younes, que solicitó alterar el orden de lidia por tener que partir de urgencia en un avión a su país para afrontar otro compromiso. Se trata de un joven que a diferencia de los cuatro malagueños que habían en el cartel, está toreado, con presencia en ferias importantes, y al que le correspondió uno de los mejores ejemplares de la tarde. En su favor estaba la nobleza infinita, y en la contra la falta de fuerza. Por eso se le cuidó en el caballo tras recibirlo con la verónica a pies juntos. Luego realizó una faena tan pausada y ceremoniosa como falta de ajuste. Los muletazos llegaron de uno en uno, hasta que acortó distancias y las series tuvieron algo más de ligazón en el final de un trasteo que terminó con un arrimón perfectamente prescindible. Se le solicitó una oreja que el presidente no concedió, y dio una vuelta al ruedo sin grandes pasiones.

También noblón, pero sin la calidad de su anterior, fue el segundo de la tarde, con el que llegaba la esperada y demandada oportunidad para el fuengiroleño Antonio Santana Claros. Elegante fue su recibo a la verónica, metiendo los riñones. Luego pareó con gran solvencia su paisano Ismael Cuevas y hizo pasar un susto el subalterno Sánchez Paradas, destrozándole la taleguilla a la altura de la pantorrilla. Luego, ya con la muleta, quiso mostrarnos que es un torero artista, que sabe componer bien la figura. De forma intermitente lo pudo mostrar, siendo el burel exigente al obligarle siempre a cruzarse y dejarle el engaño puesto tras cada muletazo. Dejó muestras de su voluntad, pero el resultado final fue frío.

La desgracia de un compañero quiso que Santana tuviera una oportunidad. Por mucho que se hubiera alterado el orden de lidia, el más antiguo en el cartel era él (además, el francés a esas alturas de la tarde ya debía de estar en las nubes), y a él le correspondió estoquear al cuarto de la tarde, que hirió a Leo Valadez. Fue un novillo con calidad, más enrazado que sus hermanos, y al que el mexicano hizo buenas cosas antes de derramar su sangre sobre el albero. Lo recibió rodillas en tierra y prosiguió a la verónica antes de ofrecer un quite por lopecinas en el que sorprendió uno de ellos de rodillas. En banderilas expuso y le dio ventajas al animal, que no le perdonó al clavar el tercer par por los adentros y le metió el pitón por el muslo derecho.

Cuando ya creía que había terminado su labor, en frío y con el mal rato en el cuerpo, Antonio Santana se desquitó del que le había correspondido en suerte y ofreció series estéticas y con ligazón por los dos pitones. Supo aprovechar sus virtudes y fue exprimiéndole los pases a favor de la querencia a tablas, consiguiendo el beneplácito de la afición malagueña que le solicitó una oreja tras una estocada perpendicular. Nuevamente el palco se opuso, quedando todo en una vuelta al ruedo.

Antes, una de las papeletas complicadas le correspondió a otro torero de Fuengirola con la misma poca experiencia como es Curro Márquez. Ya de salida se vio que el animal tampoco estaba sobrado de raza, pero además tenía violencia y brusquedad. Ofreció jaleadas chicuelinas con el capote, y al tomar la franela quedó claro que no quedaba otra que tragar y aguantar el peligro innegable que tenía por el pitón izquierdo. Exigía firmeza máxima, y Márquez fue honesto al meterse entre los astifinos y amenazantes pitones en una labor animosa.

Por haber cortado el año pasado una oreja en esta misma novillada, José Antonio Lavado se había ganado la repetición. El de Benamocarra quiso demostrar su raza recibiendo a porta gayola a un espectacular burel de capa blanca que recibió la admiración de todos al salir. Bullicioso con el capote, para el último tercio se encontraba con más nobleza que bravura. Uno a uno había que convencerle de que embistiera, y el novillero estuvo bien colocado y certero en la elección de los terrenos para sacarle el máximo lucimiento posible. Que la verdad sea dicha, tampoco podía ser mucho. Lo mejor fue la estocada, con mucha decisión. Quizá determinó que algunos aficionados pidieran el trofeo que, por tercera vez en la tarde, no se otorgó.

Cuajado y con presencia de toro, salió el sexto, que le correspondía a Francisco Morales. El novillero de Carratraca recogía su premio como ganador del Certamen Internacional de Escuelas Taurinas de la Diputación de Málaga del pasado año, pero más que premio fue un regalito. Tras brindar a los responsables de su formación taurina (Fernando Cámara, Óscar Plaza y el diputado Víctor González), no se afligió ante las adversidades y se fue a los medios dispuesto a jugarse los muslos y a no amilanarse ante las incómodas miradas del burel. El reconocimiento llegó con los naturales más profundos de la tarde. Todo se emborronó con los aceros.

Uno a uno, se nos fue la tarde sin que sucediera nada para que a partir de hoy comiencen a sonar los teléfonos con llamadas de empresarios queriendo contratar a estos toreros. Tristemente, para ellos, la vida sigue igual.

@danielherrerach