Miles de litros de bebida. Movimiento en los hoteles. Y una provisión de comida que, en sus números mastodónticos, se entiende por una vez mejor con el rigor de las toneladas que con el murmullo de las exageraciones. A menos de cuarenta y ocho horas para el arranque de la Feria, la hostelería ultima los preparativos. Y del recuento salen inevitablemente sus primeras previsiones, que vuelven a situarse al alza. En conexión con la evolución del resto del verano.

Al margen de los debates anuales sobre el modelo de fiesta, últimamente puesto en entredicho por los altos niveles de ruido y suciedad que presenta el centro de Málaga, todo parece indicar que la edición de este año será generosa. Como mínimo, en lo que a la economía se refiere. La buena marcha de la industria turística no se verá interrumpida, sumando como viene siendo habitual un argumento extra, sobresaliente, incluso, en algunas variables. Sin duda, también en los niveles de consumo, que podrían superar los del año pasado, cuando se alcanzó la cifra de 55 millones de euros de impacto.

Según los cálculos que maneja José Simón Martínez, de la asociación Mahos-Amares, los negocios harán más caja. Una subida, que, de confirmarse, tendría el mérito añadido de imponerse sobre un balance difícilmente rebasable, el de 2016, que se coronó como una de las ediciones más rentables de la Feria de Málaga. El optimismo recae en esta ocasión en la presumible respuesta de la clientela, que ya ha dado muestras este curso de saltarse la dieta de austeridad que ha marcado las grandes aglomeraciones en los últimos años. Aunque todavía es pronto para precisar la magnitud del salto, los establecimientos, tanto en el Centro como en el Real, desbordan entusiasmo. Especialmente, las discotecas y los bares de copas, que son los que mayor porcentaje de sus ingresos se juegan en esta época del año.

Martínez explica las diferencias. Los restaurantes y tabernas del Centro, beneficiarios naturales, junto a los del recinto ferial, de la celebración de las fiestas, han conseguido mantener un ritmo de actividad casi homogéneo durante el conjunto del verano. La proeza turística, que parece no tener límites, y la concentración del circuito, está haciendo que el público no mengüe, si bien a pocos se le ocurre despreciar el estímulo adicional que representan este tipo de eventos. En el caso de las discotecas, razona, el peso es evidente, ya que multiplican el número de horas en las que normalmente funcionan de ordinario.

Superar al verano de 2016, el de los récord, no es fácil. Y esta Feria, sustentada en sus expectativas por los vuelos acumulados del sector durante el resto del año, parte con una ventaja: el hecho de que el sábado 19, insertado en el fin de semana de cierre, sea festivo, lo que anula la competencia de otras alternativas de ocio y de los centros comerciales.

La planificación de los hoteleros, que dedican estas horas a hacer acopio de existencias, responden a esa sensación generalizada de crecimiento, que en la letra pequeña se desborda en acumulaciones espectaculares. Las bodegas Málaga Virgen, según confirman fuentes de la empresa, pondrá en circulación alrededor de 250.000 litros de Cartojal. Una cantidad que daría para festejar con algo más de una botella al conjunto de la población de Granada. Y que en la Costa del Sol supera en más de un 20 por ciento las ventas de las últimas ediciones.

El calor, sin duda, volverá a animar la venta de bebidas. Sobre todo, entre las opciones más populares. Las cuentas de Cartojal comparten oficio y rotundidad con las de Coca-Cola, que también espera avanzar respecto a 2016, zanjado con el consumo de cerca de 40.000 cajas de 24 unidades. Otro tanto se puede decir de la cerveza. En este caso, el ejemplo viene de parte de la firma San Miguel, que nada más que en su tradicional caseta del centro espera vender alrededor de 20.000 litros.

La Feria de 2016 concluyó con unos resultados muy en consonancia con la salud mostrada por el sector turístico durante los meses más solicitados del año. A las cifras correspondientes al impacto económico, se suma el volumen de reservas los hoteles y apartamentos, que volvieron a estar prácticamente llenos, con una ocupación media del 92 por ciento que saltó casi al cien por cien durante algunos momentos.

Las expectativas, también en este ámbito, apuntan a un rendimiento al menos equiparable al de 2016, que se despidió de los fuegos con un cómputo de casi 100.000 pernoctaciones. Las ganancias, eso sí, son asimétricas, priorizando, sobre todo, en lo que tiene que ver con la hostelería, los negocios más cercanos al Centro y los que disponen de caseta en el Cortijo de Torres. Los dos focos de las fiestas: con sus polémicas, ventas y concentraciones.