La clave de esos dos objetivos esenciales será la transparencia: modelos entallados hasta la cintura, con faldas transparentes bien de bailarina, a lo Degas, bien rectas, drapeadas o plisadas, sobre 'shorts' o 'bodys' terminados a media nalga y del mismo color que el conjunto al que acompañen.

Conjuntos con un sexy muy particular, tal y como anunciaba el maestro a sus invitados en el dossier de prensa colocado en cada asiento.

Sin duda, las clientas de Dior optarán en su momento por transparencias menos osadas que las dibujadas para la pasarela, pero hay que reconocer que sobre el podium el efecto era contundente.

En el terreno del color, el genial modisto llenó de negro y de blanco, tanto el día como de noche, aunque también propuso algunos tostados y celestes, rosas, salmones o verdes muy pálidos.

Un vaporoso y romántico vestido largo de noche, plisado y transparente, los reunió a todos, adornado con una prenda-accesorio característica del próximo invierno de lujo Dior, el "cinturón-corsé Bar", confeccionado en cuero, piel de cocodrilo y otros materiales rígidos, de gran volumen sobre las caderas, con bolsillos o no.

Podrá llevarse tanto sobre vestidos cortos como con vestidos princesa de noche, adornados con voluminosas faldas al estilo de "Lo que el viento se llevó" y suntuosos bordados "contemporáneos".

Los bordados cubrirán hasta los pies, pues adornarán también zapatos y botines de tacón de altura increíble, sujetos sobre pequeñas estructuras tipo "Torre Eiffel".

El maestro, que salió a saludar como es su costumbre entre ovaciones entusiastas del público, había prevenido a sus invitados de que "todo" iba a ser "una cuestión de corte y sofisticación".

Así fue, plisados, bordados, drapeados y volúmenes asimétricos, en torno a la cintura, sobre la cadera, al igual que el corsé "Bar" vinieron a confirmarlo.

Para completar la silueta Dior del invierno de lujo, en la cabeza se llevarán sombreros "Cloche" (campana), de inspiración años 20 y motorista, bordados o adornados en ocasiones con clavos metálicos.

No hubo oficialmente un vestido de novia final, pero sí un enorme vestido de gala negro con bordados de pedrería de reflejo multicolor y gran cola alada por detrás, a partir de la cintura, que el público celebró con especial intensidad.

Horas antes, el modisto Stephane Rolland abrió esta primera jornada de colecciones de alta costura en los salones del Palacio de la Moneda, espléndido edificio situado frente al Sena y el Museo del Louvre.

Fue un marco ideal para mostrar una colección inspirada en el arte y en el contraste entre el blanco y el negro, prácticamente sus dos colores exclusivos para el invierno próximo, con diferentes variantes de marfiles, beiges muy claros, blanco roto y grises.

No hubo ni verdes, ni azules, ni amarillos, el rojo, único color vivo utilizado por Rolland, tuvo tan sólo una escueta aparición, pintado a mano, en la parte frontal de un ondulado vestido-capa blanco roto.

El movimiento en torno al cuerpo de la mujer, en algunos modelos directamente en forma de espiral, y el contraste entre el blanco y el negro fueron dos elementos claves de esta colección.

El expresionismo abstracto y un artista en particular, Bertola, fueron las principales fuentes de inspiración del modisto.

Transparencias, grandes volúmenes, vestidos princesa, bordados de lágrimas de cristal, de tela en forma de múltiples flores blancas, lentejuelas plateadas poblaron la pasarela, que contó con un bello vestido de novia de manga corta, mini por delante, con cola por detrás, y denso tul de bailarina a la altura de los muslos.