No es que la poligamia esté muy extendida en el mundo musulmán, pero existe y es perfectamente legal. Lo que sucede es que llevarla a la práctica es mucho más difícil de lo que parece.

Y si no, que se lo pregunten a Hassan.

Hassan es un egipcio de 35 años, de clase acomodada, que ha convertido su existencia en una doble vida: dos esposas, dos casas, dos coches, dos familias, dos teléfonos móviles para comunicarse con cada una, dos armarios con ropa..... en fin, todo en la vida de Hassan está multiplicado por dos.

"Todo lo que hago lo hago de acuerdo con el Islam, no cometo ningún pecado, más grave sería ir por ahí acostándome con amantes, como se ve tantas veces", explica este hombre que se define como profundamente musulmán, tanto que comienza sus jornadas en la mezquita, rezando en la primera llamada a la oración, la del alba.

Efectivamente, el Islam es la única religión monoteísta que ha legalizado esta práctica: "Casaos con las mujeres que os gusten, dos tres o cuatro. Pero si teméis no obrar con justicia, entonces con una sola", reza el Corán.

Algunos países musulmanes han limitado y casi suprimido la poligamia exigiendo que la primera esposa dé su consentimiento para un segundo matrimonio, pero no es el caso de Egipto.

De hecho, la primera esposa de Hassan, Farah, de 30 años, ignora la existencia de la segunda, que además resulta que es una europea de 25 -llamémosla Cristina- que ha accedido no sólo a desposarse con un casado, sino incluso a que su matrimonio no tenga validez legal en Europa.

La europea, convertida al Islam y que ya tiene un bebé de tres meses con Hassan, acepta incluso condiciones que otras mujeres considerarían humillantes, como resignarse a dormir sólo dos noches por semana con su marido, y nunca el fin de semana.

Cristina tiene que resignarse a robar los minutos de amor a su marido, y este se ve obligado a idear complicadas estrategias y calendarios para poder ver a Cristina sin que su primera mujer pueda sospechar nada.

Su condición de técnico de asistencia de varias empresas le obliga a viajar con frecuencia, y eso significa que puede disfrazar cada noche de amor con Cristina como un viaje a Alejandría, Luxor o Sharm el Sheij por razones profesionales.

Dice Hassan que todos a su alrededor conocen su doble vida, a excepción de la familia de Farah. Si se enterasen, la obligarían a divorciarse.

Pero Hassan no quiere divorciarse, entre otras cosas porque tiene dos niños aún pequeños -7 y 2 años- con Farah, además de un bebé de 3 meses con Cristina.

Él dice que tiene la conciencia tranquila, pero de algún modo le preocupa mantener esa mentira. Ha preguntado al jeque de la mezquita, que le ha recomendado informar a Farah, cosa que aún no ha hecho: "He intentado decírselo muchas veces, pero se niega siquiera a entablar la conversación".

"Cuando comencé a llevar esta vida creía que sería imposible, ahora sencillamente he aprendido a gestionar mi tiempo y a no hablar de la una en presencia de la otra", confiesa Hassan.

Este verano, Hassan se marcha con su primera familia de vacaciones a Praga durante diez días. A la vuelta, pretextará un viaje de trabajo para hacer una escala en Barcelona y reunirse con Cristina y el bebé de ambos durante cinco días más.

Si no es la vida de un amante, se le parece mucho. La única diferencia es que lo bendice Alá.