No hay cifras exactas, pero es la población más numerosa del recinto, según admite la organización del festival, que estima que los británicos representan el 50 por ciento de la asistencia total.

En el Fibstart (la primera de las cuatro jornadas de conciertos) se movían ya por el recinto unos 15.000 ingleses, la mitad de todos de la asistencia registrada ese día, y la mayor parte de ellos están acampados desde el inicio de la semana en Benicàssim, según explican a EFE fuentes del festival.

Ellos son los principales compradores de abonos de cuatro días, y su presencia deja de ser tan notoria únicamente durante los últimos días, cuando, según la organización, aumenta el número de "fibers" españoles, más proclives a comprar entradas para una noche.

Sin embargo, los organizadores no esperan que los porcentajes varíen demasiado a lo largo del FIB, que se ha convertido en un foco de atracción para los anglosajones ávidos de sol y calor, sobre todo desde hace cuatro años.

La promoción en medios especializados del Reino Unido tiene mucho que ver en el aumento del público procedente de este país, algo que achacan también a un "cambio de tendencia" que ha alejado en parte a los jóvenes franceses.

La lengua inglesa disputa al castellano su oficialidad en el festival, un quebradero de cabeza para los empleados en los puestos de comida y bebidas del FIB, que responden aliviados cuando alguien les pide "una cerveza".

"Busco a españoles", reclamaba un cartel que levantaba un enfervorizado fan de La Casa Azul, feliz de ver por fin a más compatriotas en un concierto que a personas de otro país, aquellas que se disculpan diciendo "sorry" cuando se tropiezan contigo, "¿cómo que 'sorry'?", se quejaba otro fiber español.

Cada vez más aclimatados, los fibers del británicos comienzan a acercarse a los conciertos de artistas nacionales, donde resulta divertido escuchar sus intentos de cantar en castellano, casi tanto como el "spanglish" de los jóvenes españoles en un concierto de Mika.

A ellos se les distingue por su sombrero "borsalino" y torso desnudo, al más puro estilo Pete Doherty (líder de Babysambles), y ellas por sus minifaldas y sus enormes gafas de sol, e incluso las hay más atrevidas que calzan botas camperas en pleno julio.

También se les escucha y se les ve desde lejos, con una cerveza en la mano y saltando ante el Escenario Verde, donde actúan las bandas más internacionales.

Pero la playa gana la partida a la música para los anglosajones que llegan al FIB: "esto son unas vacaciones", comenta Toby, un fiber inglés que este año ha cambiado el festival de Glastonbury por el de Benicàssim.

"Aquí no llueve", argumenta su compañero Ross, que apenas rebasa la veintena, sin desmerecer el que para ellos sigue siendo el festival de música más importante de Europa, pese a que a la gente tenga que ir a los conciertos con botas de agua.

Al igual que ellos, Jen llegó el lunes a Benicàssim y ha estado toda la semana tumbada al sol hasta adquirir ese tono rosado tan característico entre sus paisanos, pero según admite, los grupos que tocan en el FIB no le interesan demasiado.