Todas esas ideas las adelantó ya Benedicto XVI a la prensa en el avión que le llevó el 13 de julio hasta las antípodas de Europa, cuando dijo que serían los asuntos principales que abordaría durante la Jornada Mundial de la Juventud.

A través de esa Jornada, que Benedicto XVI ve como "una fiesta de la fe" y no como "un acontecimiento de masas", el Papa y la jerarquía católica renuevan su contacto con los jóvenes cada tres años.

Así, en el primer día que el Papa se reunió con los jóvenes en el muelle de Barangaroo, adonde llegó tras un paseo en barco por la bahía de Sídney, les pidió que cuiden el planeta.

"Estamos descubriendo que hay cicatrices que marcan la cara de nuestra tierra, como la erosión, la deforestación, el expolio de los recursos minerales y de los océanos para dar combustible a un insaciable consumo", les dijo.

Un mensaje, el de la necesidad de proteger el planeta, que reiteró en otros discursos y reuniones con líderes religiosos y políticos y que quedó reforzado por la participación, en los actos principales, de los aborígenes de Australia, que son en su mayoría cristianos.

La petición de perdón por los abusos sexuales cometidos por algunos curas pederastas llegó el sábado pasado durante la homilía de una misa ante los obispos, seminaristas y novicios y fue repetida hoy, antes de partir, en otra misa con la presencia de cuatro víctimas de abusos sexuales.

"Me gustaría detenerme para reconocer la vergüenza que todos nosotros tenemos que sentir como resultado de los abusos sexuales de menores cometidos por algunos sacerdotes y religiosos en este país", afirmó.

Y fue contundente al pedir que "los responsables de tales males sean llevados ante la Justicia", en un país donde 107 sacerdotes han sido condenados por abusos sexuales y cuatro casos permanecen abiertos.

"Realmente, estoy muy apenado por este dolor y este sufrimiento que las víctimas han padecido y como su pastor comparto ese sufrimiento", declaró el Papa.

Pero las víctimas consideraron insuficientes las disculpas y pidieron, entre otras cuestiones, que vayan acompañadas de las reparaciones necesarias.

De la crisis de religiosidad habló en la última misa, la que celebró en el hipódromo de Randwick, donde dijo que el mundo y la Iglesia católica necesitan de una renovación espiritual, y donde se reunieron, según datos de la organización, 350.000 personas, una cifra inferior al medio millón que esperaban los organizadores.

"En muchas sociedades, junto con la prosperidad material, se está extendiendo un desierto espiritual, un vacío interior, un temor sin nombre, un sentimiento silencioso de desesperación", declaró.

Para superarlo, propuso el evangelio y dijo que "una nueva generación de cristianos está llamada para ayudar a construir un mundo".

Además del ecologismo, Benedicto XVI reiteró otros mensajes más tradicionales de la Iglesia católica, como cuando habló a los jóvenes del Espíritu Santo, durante la vigilia que celebró el sábado, también en el hipódromo de Randwick.

O como cuando les dijo que la degradación no sólo se produce en el planeta sino también en el ser humano "a través del alcohol, las drogas y la exaltación de la violencia y la degradación sexual, a menudo presentada como un entretenimiento en la televisión y en internet".

El líder religioso les advirtió además contra la doctrina del relativismo, doctrina que calificó de "visión corta", y contra los "dioses falsos" de la avaricia, el sexo y el poder.

Unos mensajes que previsiblemente Benedicto XVI renovará a los jóvenes católicos del mundo dentro de tres años, cuando se celebre la próxima Jornada Mundial de la Juventud en Madrid.