Como lo que es, todo un dinosaurio del rock, apareció anoche en Málaga Lou Reed. Su única actuación en nuestro país tenía un claro objetivo: liquidar a los fantasmas que durante décadas rondaron a su gran obra, ´Berlin´ (1973), una deliciosa y decadente ópera que ayer interpretó de cabo a rabo ante la atenta mirada un Teatro Cervantes a rebosar. El músico de Long Island fue recibido con gritos, aplausos y la inquieta petición de esa pandilla de admiradores de última hora que se apuntan a los directos para escuchar las canciones más radiadas del artista o la banda en cuestión, que en el caso de Reed es ´Walk on the Wild Side´ (aunque también se escuchó a un extrovertido optimista pedirle el ´I´ll Be Your Mirror´ de la época de la Velvet Underground). Sobra decir que las plegarias no fueron escuchadas.

Lejos de hacer caso a nadie, Reed, que apareció en camiseta roja y vaqueros, inició la interpretación de ´Berlin´ con el estribillo final del tema que cierra el álbum, ´Sad Song´. Flanqueado por Steve Hunter y las voces angelicales del New London Childrens Choir, el patético romance entre Jim y Caroline fue caminando con una exquisita precisión y una sonoridad perfeccionada. El neoyorquino sepultó al público en ese mísero Berlín separado por la estupidez humana y en el que la adicción de sus protagonistas presagia el trágico final. ¡Aún resuena en el teatro el verso de ´The Bed´ en el que Caroline se corta la vida por las venas!

Una hora y media después del arranque, Reed dio las gracias al público en la única ocasión que le dirigió la palabra. Antes de marcharse se dedicó a presentar a todos y cada uno de los integrantes de la gira, que concluía ayer su paso por Europa. Tras unos minutos, regresó al escenario y contentó a los que no les entusiasma mucho ´Berlin´. El músico agarró su guitarra y ofreció ´Satellite of Love´, ´Rock ´n´ Roll´ y ´The Power of the Heart´, un broche magistral para el ciclo de conciertos veraniegos del Terral.