A las 23.05 el gran telón rojo se abrió dejando al descubierto los grandes ojos rojos de un gato negro que bajo su mirada infranqueable custodiaba sinuoso la escena.

A sus pies el escenario se bañaba en un rojo carmín simulando las fauces de un gran dragón que, en vez de fuego, escupía la voz de una sirena zaragozana, Eva Amaral, y las notas de un hombre hecho guitarra, Juan Aguirre.

El espectáculo comenzaba y entre los gritos y silbidos de la gente la rabiosa letra de "Kamikaze", primer sencillo de su nuevo álbum "Gato Negro, Dragón rojo", se abrió camino.

Temas nuevos se entremezclaron con los ya clásicos "Moriría por vos" o "El universo sobre mi", entre los que la cantante soltaba entre tímida y emocionada un "moitas gracias" con un tono de voz más agudo del que hace alarde cuando canta.

El chorro de voz vestido de mujer se equilibraba en el escenario subida a unos tacones negros a juego con el frac del mismo color.

Cantaba y bailaba viviendo cada canción con la armónica y la guitarra como compañeras de fatigas.

Entre cántico y cántico llegó uno de los temas emblemáticos de la noche "Estrella de mar". El guitarrista, Juan Aguirre se arrodilló mientras ella le susurraba al oído a modo de eco melancólico un emotivo y contundente "tú y yo nos abrazamos".

Llegó el momento de la nostalgia, la morriña los invadió y el recuerdo de su pasada actuación en la Quintana abrió el camino hacia "Como hablar" o "Escapar".

Poco después la cantante desaparece y el solo de guitarra de Aguirre hace temblar al mismísimo Apóstol. Luego el silencio, hasta que pocos minutos después el dragón rojo vuelve a expulsar de sus entrañas otro puñado de clásicos, como "Revolución". "Dicen que en esta plaza hay algún tipo de energía especial, yo creo que en toda la ciudad, está en nosotros" apunta Eva poco antes de dar el colofón final con un "Sin ti no soy nada" apoteósico.

Hizo bien la cantante al dedicarle una de las canciones a los peregrinos, pues al término del concierto se podía vislumbrar entre la multitud a varios de ellos que celebraban su llegada a Tierra Santa desde Roncesvalles con el recibimiento de su grupo favorito.

Sorpresas inesperadas del camino, y es que como dice Amaral en uno de sus temas, el peregrinaje es una auténtica "Resurrección".