"La poesía es una sucesión de preguntas que el poeta va haciendo. Cada poema, cada libro es una demanda, una solicitación, una interrogación, y la respuesta es tácita, pero también sucesiva, y se la da el lector con su lectura, a través del tiempo. Hermoso diálogo en que el poeta interroga y el lector calladamente da su plena respuesta". Así se expresó Vicente Aleixandre en 1977 al recoger el Premio Nobel de Literatura. Hoy, cuando se cumplen veinticinco años de la muerte del autor sevillano que encontró en Málaga su ´ciudad del paraíso´, ese diálogo sigue presente, resonando en el cielo donde permanecen las palabras con peso y valor.

La Sociedad Estatal de Conmemoraciones y otros entes que nos recuerdan las onomásticas y aniversarios no han diseñado un programa precisamente completo de actos: sólo la exposición ´25 artistas, 25 poemas´, obras de Brinkmann, Genovés y otros a partir de poemas del escritor; una muestra que supuestamente pronto llegará a nuestra ciudad, que mucho, muchísimo le debe al sevillano, uno de nuestros residentes más ilustres. Suele pasar con Aleixandre: hoy su casa madrileña, en Velintonia 3, se volverá a abrir para un concierto y varias lecturas poéticas para, así, olvidar las décadas de inexplicable abandono del inmueble donde vivió todo un premio Nobel y compartieron mesa, mantel, confidencias e inspiraciones Federico García Lorca, Miguel Hernández, Gerardo Diego... "Vive, vive como el rumor de que has nacido", como escribió Aleixandre.

Fue Málaga y su silueta mediterránea la que forjó muchos de los apetitos poéticos del joven Vicente, nacido en 1898 y trasladado con su familia a nuestra ciudad al poco de nacer –y hasta 1909, cuando fijó su residencia más o menos estable en Madrid–. "Mi espíritu inquieto me llevó a ejercer contradictorias profesiones. Fui profesor de Derecho Mercantil, empleado en una empresa ferroviaria, periodista financiero...", evocó el autor de volúmenes ´La destrucción o el amor´. Siempre con Málaga presente, la patria de su infancia, ciudad "graciosa, honda", ciudad "madre y blanquísima", tal y como evocó en ´Málaga, ciudad del paraíso´, sin duda, la mejor campaña jamás escrita por el Patronato y la Consejería de Turismo. De hecho, en una entrevista concedida con motivo de la concesión del Nobel, Aleixandre declaró: "Me han felicitado los Reyes con un telegrama muy expresivo, que he agradecido. Me han felicitado desde toda clase de estamentos diferentes. Pero las felicitaciones más conmovedoras para mí han sido las de personajes completamente anónimos. Un telegrama, por ejemplo, decía: ´Conmovido por la exaltación del poeta. Un malagueño le felicita cordialmente".

Lástima que Málaga no vaya, finalmente, a acoger el Legado Aleixandre, el archivo de borradores, primeras ediciones, cartas, objetos personales del Nobel que su amigo Carlos Bousoño intentó vender a la Diputación y la Junta. Intentó, porque, con los papeles firmados, una sobrina del escritor, Amaya, se interpuso. Finalmente un juez le dio la razón a Bousoño, pero la operación malagueña de compra se suspendió –el montante de la adquisición, cinco millones de euros por el acervo, había sido también argumento de bastantes críticas–. Sin embargo, cualquiera puede acercarse a la vida y obra de un autor que es mucho más que los clichés asociados a él y a sus versos. Hondura, elegancia, genio, también locura, y, sobre todo, sentimiento son la tinta con la que el autor escribió sus palabras y reescribió las nuestras. Siempre, como dejó dicho, con la intención de "cifrar en su persona el anhelo de solidaridad con los hombres".