Cuando en 2002 apareció la biografía ´Clint, the life and legend´ y Clint Eastwood interpuso una demanda de diez millones de dólares contra el autor, en Hollywood todo el mundo se preguntó en qué remota galaxia se habría escondido Patrick McGilligan. Hasta ese momento las biografías sobre el actor y director de cine norteamericano mejor considerado pertenecían al género hagiográfico y los ensayos publicados se dedicaban a analizar su notable carrera y, sobre todo, su deslumbrante otoño cinematográfico. El respeto por él era enorme y su imagen de hombre decente y cabal contrastaba con la implacable visión de enemigo de la humanidad reflejada en los testimonios recogidos por McGilligan, un reputado historiador del cine.

En último caso, quien más y quien menos sabía que con Harry El Sucio no se jugaba. De hecho, muchas de las fuentes consultadas por el biógrafo pidieron no ser identificadas. Un veterano marine, Fred Peck, el teniente coronel que lo asesoró durante el problemático rodaje de ´El sargento de hierro´, comentó: "Hacen falta veinte años para hacerse amigo de Clint y veinte segundos para destruir esa amistad. Todo el mundo en Hollywood le llama Clint, pero siempre van con pies de plomo con él".

Litigio. ´Vengativo´ es uno de los epítetos que McGilligan le regala a Eastwood en la biografía que acaba de publicar Lumen, la que vio la luz en Estados Unidos en 2002 y que luego siguió vendiéndose después de que biógrafo y biografiado llegasen a un acuerdo sobre el que el autor del libro no entra en detalles, acatando los términos del litigio. Sí admite, sin embargo, que en las ediciones posteriores, incluyendo esta española, hubo que corregir los párrafos conflictivos.

Otro de los rasgos eastwoodianos más abordados por el biógrafo, la tacañería del cineasta. Al parecer, todos los años exige a la Warner un pavo congelado para regalárselo a su madre por el Día de Acción de Gracias y que es incapaz de pagar la cuenta de un restaurante. Hasta en esas cosas ha hurgado McGilligan, que buscó los testimonios entre los colaboradores más cercanos de Eastwood, el productor Fritz Manes, Bob Daley, Philip Kaufman o el montador Ferris Webster, a los que puso de patitas en la calle después de haber desempeñado su trabajo en la productora de Clint, Malpaso. El implacable McGilligan sondea acerca del odio entre las fuentes que le ayudan a deconstruirlo. Encuentra testimonios como el siguiente, de un director asociado en otro tiempo a Malpaso, la productora de Eastwood: "Cuando alguien defiende demasiado a Clint, me entran ganas de atacarle, cuando alguien le ataca me entran ganas de defenderle. En cierto modo, le odio, pero también le quiero. ¿Puedes entenderlo?". El autor del libro añade que lo ha intentado, pero reconoce que finalmente se ha quedado con un Clint que es la antítesis de su leyenda y su biografía autorizada, la de Richard Shickel, de la que un crítico dijo que era como si Harry El Sucio le hubiese apuntado con su colt mientras la escribía.

El biógrafo sin piedad llega a la conclusión de que una mezcla de fortuna, talento artístico y astucia comercial han guiado la carrera de Eastwood. Pocos como él han acertado a promocionar su imagen: a alternar la ternura y la sensibilidad con lado más duro del William Munny de ´Sin perdón´. Lo que ha hecho McGilligan es darle la vuelta a la tortilla; su antipatía por el personaje de carne y hueso le ha impedido aceptar que se trata de uno de los más grandes cineastas. La pretendida avaricia y el egoísmo, la forma en que despachó a Sandra Locke después de haber compartido años de su vida con ella, lo mismo que en el caso de su abnegada y celosa primera mujer, que le acompañaba a los rodajes para marcarlo de cerca, son la munición que más usa.

Machista. Mujeriego, machista, ateo, alcalde oportunista de Carmel, por ahí van los tiros en esta biografía a la contra. Su impresionante visión del cine no se oculta, pero sólo se deja entrever en las casi 700 páginas del relato. Harry el Sucio ha disparado, sobre todo, a aquello que se mueve y lleva faldas. Él mismo ha llegado a considerarse "un regalo para las mujeres". McGilligan asegura que mantuvo relaciones con todas las compañeras de rodaje o protagonistas de sus películas, salvo el caso de Shirley McLaine, a la que consideraba demasiado hombruna.

En lo profesional, el biógrafo acusa al biografiado, por ejemplo, de filmar el primer borrador que le llega y no hablar con los guionistas hasta el estreno de la película. No hace mucho el periodista John Carlin escribía de esa obsesión del octogenario Clint Eastwood por simplificar las cosas y no repetir escenas, refiriéndose a la filmación de la reciente ´Invictus´.

Pero quien mejor define a Clint es el citado marine Peck: "Debe de parecerse más a Harry El Sucio en la vida real de lo que él cree. Es un personaje extraño. Lleva una pistola en la guantera, pero pisa el freno para no atropellar a una ardilla que se le cruza en una carretera".