Que Andalucía esté a la cola en las estadísticas de lectura de nuestro país no es, desafortunadamente, nada nuevo, pero el análisis de la evolución de este tipo de hábito cultural en la primera década del siglo XXI arroja la verdadera dimensión de la tragedia: entre los años 2000 y 2009 los índices de lectura en nuestra comunidad autónoma han caído en picado, un total de cinco puntos, pasando del 55% de la población que se consideraba ´devoradora´ frecuente de la letra impresa al 50% de la pasada temporada. Son los datos de los ´notarios´ oficiales de la lectura en España, la Federación de Gremios de Editores, que trimestralmente dan fe de la soledad del lector de fondo.

Sí, es una tendencia nacional: a principios del casi recién estrenado siglo, casi seis de cada diez españoles se confesaban lectores frecuentes u ocasionales; hoy, poco más de cinco hacen lo propio. Pero la caída es mucho más pronunciada en nuestra región, de cinco puntos sobre cien –y ojo a los datos del último trienio: sólo entre 2007 y 2009 nos hemos despeñado del 52,2% al actual 50%–, por lo que los andaluces han pasado de ser los cuartos por el final en el ránking a ocupar, en 2009, el penúltimo lugar, sólo rebasados por los extremeños.

Y eso que la década de la que nos despedimos ha contado hasta con tres programas para inculcar el valor de leer en nuestra comunidad: el Plan de Fomento de la Lectura (2000-2004), el Plan Integral para el Impulso de la Lectura en Andalucía (2005-2010) y el Plan de Lectura y de Bibliotecas Escolares en los centros educativos de Andalucía (2006-2010).

Los expertos no suelen pasar de las consabidas "razones históricas", vinculadas a la "depresión socioeconómica y cultural", para explicar el porqué de los abisales índices de lectura en nuestro país, unos factores, dicen, que se agudizan en el sur de España. Mientras algunos siguen acusando a las nuevas tecnologías de cultivar el rechazo de los adolescentes y jóvenes a la lectura, otros observadores apuntan que la solución, precisamente, pueda estar en los bytes.

Juan González de la Cámara, fundador de Grammata –una empresa granadina para el diseño y comercialización de ´e-books´– asegura: "En los dos últimos años muchos clientes nos han transmitido el enorme atractivo que posee el dispositivo de cara a fomentar la lectura en los niños y que son muchos los jóvenes que han redescubierto el gusto por los libros gracias al libro electrónico, un soporte más acorde con la sociedad digitalizada en la que vivimos".

Un 18% de españoles, según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), ya ha leído algún libro electrónico, pero los volúmenes digitales sólo suponen un 8% de la producción editorial en nuestro país, aunque la porción del pastel cada vez es más grande.

Así que quizás el futuro de Don Quijote, Holden Caulfield, Tom Sawyer, Alfanhuí, Arturo Bandini, Zalacaín, Frank Bascombe y tantos otros personajes pase por los 0 y los 1 del lenguaje digital.