Habla y habla, un discurso místico, emocionado cuando menciona a su mujer, fallecida poco antes de que saliera de la cárcel, y rotundo para criticar "el fracaso del sistema". Más allá del debate sobre su persona, ángel o demonio, Mario Conde, el que fue el icono del éxito en los noventa, ha pagado por lo que pudiera hacer. Y se nota en su cara y sus palabras.

–Así que la vanidad que siempre se le atribuye, ¿viene de los demás?

–Creo que sí, sinceramente. Me acuerdo lo que hice el día de mi boda, el día que terminé la universidad, pero no sé lo que pasó la noche en que me nombraron presidente de Banesto. No tiene importancia para mí. Luego te empiezan a convertir en una especie de símbolo y sería estúpido decir que no sucumbes a un punto de vanidad.

–¿No sintió en algún momento que traicionó a los jóvenes que querían ser como usted?

–Al revés. El estereotipo, ¿cuál era? Un señor que con 39 años gana mucho dinero y llega al banco. Los cimientos que aguantaban ese edificio se rompieron, nadie reparaba en ser Abogado del Estado, en las miles de horas de trabajo y esfuerzo. Eso me obsesionaba. Ahora no me importa que quieran ser así, que quieran conocerse a sí mismos, antes no me gustaba. ¿Por qué este libro va ya por la octava o novena edición? Si Mario Conde escribe un libro y encima habla de la prisión, el morbo vale para 10.000 ejemplares. Los mismos que vendería si escribiera un libro de cocina.

–Además de los libros, tiene un blog que actualiza casi a diario. ¿Por qué reflexiona en alto?

–Me desnudo interiormente, sin pensar en lo que pensarán los demás. Estaría viviendo en ellos y no en mí.

–Roldán acaba de decir que el supuesto pago con fondos reservados para espiarle por orden de Narcís Serra lo efectuó el actual jefe de Gabinete de Presidencia.

–Yo lo sabía. Ha vuelto a la luz un tema muy grave para vergüenza de los que participaron. Él fue a Garzón y lo contó en su día. El magistrado ponente en el Supremo, casualmente gallego, Martín Pallín, dijo que no era delito. Lo más grave es que el Supremo entrara en ese juego que ni sé como calificar.

–¿Se cree que no tenga dinero?

–Sí. Me da la sensación que ese hombre ha hecho muchas cosas que están mal, algunas las ha reconocido, y no tiene ningún motivo para decir que eso no es así.

–¿Usted lo tenía?

–Tengo las cuentas desgraciadamente claras. En 1990, cuando nada se preveía, hice con mi mujer una separación de bienes. A lo mejor fue una inspiración. No tengo ni idea. Todo para ella, menos las acciones de Banesto y tres cuadros de Picasso, Juan Gris y Braque, que hoy valdrían mucho dinero y que se los quedaron por los 600 millones de Argentia-Trust. ¡Tiene bemoles! Las acciones superarían hoy 1.000 millones de euros. Cuando hablan de los daños de la intervención a los accionistas, que no se produjeron, nadie cae en la cuenta que yo era con mucho el principal accionista.

–¿Tenemos los políticos que nos merecemos?

–Sí. La grandeza de la democracia consiste en que teóricamente tú eliges. Cuando me dicen que el señor Zapatero es un desastre, respondo que tiene 10 millones de personas detrás.

–¿Cómo definiria a Zapatero?

–Durante mucho tiempo pensé que era un hombre con buenas intenciones, acertadas o no. Nunca que fuera por detrás. Otra cosa es que haya levantado con roces innecesarios, como la Ley de Memoria Histórica. Sin analizarla desde el plano conceptual, ¿por qué los muertos de un bando no van a tener el mismo derecho que los de otro? Con la crisis, pretendió negarla primero, minimizarla después y cuando ha empezado a tomas medidas, es un poco tarde.

–¿Y a Rajoy?

–Cauto.

–¿Aznar?

–No tengo palabras.

–¿Le quedan más amigos de la época dorada que de su paso por la cárcel?

–Yo no perdí ningún amigo. Bueno, sí, perdí uno o dos. Porque todos los que se aproximaban y siempre lo tuve claro, lo hacían al presidente de Banesto. Cuando encuentras personas que hablan con el lenguaje del corazón, te contagias. Esas personas grandes, dignas, me han sacado mucho de lo que yo llevo dentro y me permiten ver la vida de manera diferente.

–No pasó miedo en la cárcel.

–Nunca tuve sensación de peligro, en ningún momento.

–Pese al encuentro con uno de los etarras que iba a atentar contra usted?

–De nuevo la ironía del destino, que me vino a decir que si a mí no me llegan a meter en la cárcel por algo tan absolutamente injusto. ¿Qué sucede con un equipaje emocional cuando recibe esta información? Lo primero que pensé es que vivía de milagro y lo segundo, ¿el milagro en qué consiste para que yo viva? Pues en una condena injusta dictada a sabiendas por el señor Pérez Mariño. ¡Cómo es la vida!

–¿Dónde guarda el Honoris Causa?

–Pues no lo sé. Le tengo mucho cariño por el discurso, que es muy, muy bueno -y perdón por la inmodestia-, contiene muchas de las claves de lo que luego pasó, como contaré en mi próximo libro, y estuvo previamente hablado con el Rey. Fue el discurso que desencadenó todo, el final. Si ves las fotografías... Allí está todo el sistema. Desde el gobernador del Banco de España, hasta Suárez. En fin.

–¿Qué siente cuando ve esas fotos?

–Que el sistema es una red de intereses. No le pida sinceridad, honradez, no le pida dignidad.