Eduardo Bautista, Presidente del consejo de dirección de la Sociedad General de Autores y Editores. A la sociedad que preside, SGAE, le persiguen las polémicas. Él responde que su entidad sólo hace que cumplir lo que establece la ley y velar por la propiedad intelectual y los derechos de los creadores. Asegura que este país es rico en artistas pero aún no ha sabido aprovecharse de la lógica económica. Augura un futuro inmaterial de la música donde los artistas serán su propia cadena de venta y afirma que las crisis generan talento.

–¿Algún día nos sorprenderá un agente de la SGAE cantando bajo la ducha y nos reclamará derechos de autor?

–¡No! [ríe] Eso sí que tiene una respuesta corta porque la ley no lo prevé en ningún caso. Sólo se puede llegar hasta donde exista negocio. Mientras la música no sea en sí mismo el germen de una explotación no genera derechos de autor.

–Siempre andan metidos en batallas. ¿Las buscan o se las buscan?

–Nos meten en ellas. Nuestra función es hacer cumplir la ley. Si la ley no gusta hay formas de cambiarla. Nosotros siempre actuamos ajustados a ley. De hecho, sería interesante realizar una análisis transversal y analizar cuándo una actuación de la SGAE no se ha ajustado a ley. Nos pueden criticar si la actuación es moral o conveniente, pero nadie puede decir que es contraría a ley.

–¿Entonces las polémicas y denuncias?

–En primer lugar porque de propiedad intelectual se sabe muy poco en este país. En las universidades, por ejemplo, hay pocos masters. Éste es un país complicado donde uno sale y dice "viva la muerte" y otro, "que inventen los demás". Y en ese marco intentar que los creadores vivan de su trabajo es una tarea titánica.

–¿Quiere decir que en este país ser autor es más complicado que en otros?

–Sí, siempre lo fue. Este país tiene un potencial creativo tan o más rico que el que más. Es un yacimiento de creadores, pero no tenemos un papel protagonista en el mundo con industrias beligerantes y potentes, con unos profesionales excelentes y muy bien formados. Mire, nosotros lo que tenemos son grandes individualidades.

–¿Y cual sería su análisis de este hecho?

–Creo que cuando España salió de la época franquista, que no fue precisamente favorable al desarrollo del libre pensamiento, se tuvo que abordar una serie de modernizaciones de forma prioritaria y a alguien se le olvido meter los temas culturales en primera fila, aunque al principio con Javier Solana la cultura fuera un elemento básico y medular.

–Vamos, que desde entonces los gobiernos han ido despreocupándose.

–Ha bajado el compromiso.

–¿De golpe o según el Gobierno de turno?

–Poco a a poco porque se han ido creando en el imaginario mas próximo una serie de elementos de referencia que hacen que la cultura tenga un peso relativo. El orden político cubre todos los campos.

–¿Y no cree también que quizá esa dependencia política de la cultura ha generado una excesiva cultura de la subvención?

–Creo que no. Creo que ha habido un aprovechamiento recíproco entre la política y la cultura y viceversa, pero también en el terreno de las finanzas. No se puede decir que la cultura se ha aprovechado de la política más que los banqueros o los grandes comerciantes. La cultura lo que ha hecho es dialogar con los que tienen la responsabilidad pública y tratar de encontrar un espacio lógico. Lo que nos hace falta es una lógica económica detrás de la cultura. La cultura puede ser un sector fundamental en lo que incluso podemos llamar el nuevo modelo que estamos obligados a definir a partir de la crisis de 2007.

–¿Cuál sería su remedio?

–No lo sabe nadie, aunque se esté trabajando en sus límites. Lo que se sabe es lo que no estará.

–¿Qué tienen ustedes contra los peluqueros o las bandas de música?

–Nada. La prueba de que no tenemos nada es que las tarifas que hay en España son más bajas que en los países europeos. En realidad, lo que nos tenían que decir es qué tienen ustedes a favor de peluqueros y otros clientes que por poner música en un negocio no paguen una tarifa de seis euros al mes. Podríamos hacer un análisis comparativo del coste de las cosas. Si el peluquero escucha en su casa música y corta el pelo a sus amigos la SGAE no entra, pero si abre un negocio tiene que pagar radicación, impuestos, materiales.. yo digo que seis euros al mes no le afecta a su negocio y, al mismo tiempo, crea en él un ambiente agradable.

–¿Estando el negocio tan mal no puede pasar factura a la parte creativa?

–Todo lo contrario, porque el talento explota. Lo que está claro es que cuando la situación económica es mala la cadena de valores es más débil y viceversa, pero el talento sigue emergiendo.