Vienen de uno de los lugares más inhóspitos del planeta: la ´Hammada´ (que es el desierto de los desiertos), donde la temperatura alcanza los 50 grados a la sombra. Son saharauis de los campamentos de refugiados del sudeste de Argelia. "La condición de refugiado es una imposición" afirman. "Tenemos una tierra llena de recursos naturales, y muy acogedora, llamada el Sáhara Occidental" concluyen. Su tierra está ocupada desde 1975 por Marruecos, fecha en la que la antigua colonia española fue entregada a Marruecos y a Mauritania, sin contar con la opinión del pueblo saharaui, que fue abandonado a su suerte en el exilio.

Es un pueblo que sigue luchando por la independencia y la celebración de un referéndum de autodeterminación, derecho que las Naciones Unidas reconocen desde 1965. "El problema del Sáhara es muy sencillo, pero existen muchos intereses económicos que impiden su solución, y por desgracia el Gobierno español, que aún tiene la administración del territorio, no está haciendo nada para resolverlo" comentan.

Los saharauis, desde que comenzó el exilio, viven divididos: una parte refugiada y la otra bajo ocupación marroquí, separados por un muro de 2.750 kilómetros, la construcción más grande del mundo después de la Gran Muralla China.

En Málaga y sus cercanías viven alrededor de 200 saharauis. "Málaga es una gran ciudad, sus habitantes saben que somos saharauis, y además es poco calurosa, nos sentimos muy integrados y respetados" explican los saharauis. Todos ellos llevan en la capital cerca de dos años y afirman que el hecho de dejar su familia y su hogar es una experiencia nada deseada.

"Saqué a la calle la bandera saharaui y la española el día en que España se proclamó campeona de la Eurocopa" dice el joven Alwa Alwat. Afirman que no se consideran emigrantes cualesquiera, debido a que España estuvo presente en el Sáhara Occidental casi un siglo, por lo que tienen mucho en común. De hecho, los campamentos de refugiados son el único lugar de África donde el castellano es el idioma cooficial junto al árabe. "Es una pena que el Instituto Cervantes, que trabaja en lugares remotos, no se interese por el tema y haga centros de educación para fomentar el castellano", concluye Brahim Mohamed Fadel.

La constante queja del Ministerio de Educación de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) es la conservación del español como segundo idioma, pero por falta de interés de las instituciones académicas, el francés está imponiéndose debido a que una vez finalizada la primaria, los jóvenes saharauis completan sus estudios en Argelia.

"Si el Sahara fuera libre, yo no estaría aquí, sino en mi tierra independiente y soberana", afirma el combatiente Kauri Ayeina. La mayoría de los emigrantes saharauis se encuentran en España, pero sin embargo también están muy dispersados por algunos países africanos y europeos.

Málaga. "Nos encanta compartir de todo, compartimos hasta la sonrisa", afirma Alwa. "Me gusta compartir el té saharaui con mis amigas malagueñas, de hecho cada vez que vienen me lo piden" comenta Maiha Mohamed, "y siempre les enseño su elaboración, y les explico que el primero es amargo como la vida, el segundo dulce como el amor y el tercero suave como la muerte, y por eso no suelen tomar el tercero", concluye sonriente la enfermera.

Trabajo. La mayoría de los saharauis que están en Málaga cuenta con una carrera universitaria. "Aquí hay ingenieros, profesores, abogados..." explica Alwa. "Sin embargo, la burocracia y la falta de recursos económicos impiden que ejerzamos lo que hemos estudiado. Me llevo muy bien con los malagueños, pero eso sí, sus gobernantes ponen muchas trabas para homologar nuestros títulos, y a la hora de renovar las residencias exigen bastantes requisitos", concluye Alwa. Al no ser homologados sus títulos, casi todos los saharauis trabajan como guardia de obra y muchos de ellos desean regresar a su tierra pronto. "Me haría mucha ilusión invitar a Málaga entera a un Sáhara libre", comenta Maiha. "Quiero ver a mis amigas paseándose en el mar del Aaiún vestidas con ´melhafas´ saharauis y tomando un té en una tierra que llevo sin ver desde los 19 años" afirma esta inmigrante.

"Pedimos al pueblo amigo malagueño que nos ayude en nuestra lucha", dice Kauri. Ese pueblo pacífico quiere que cada cual asuma sus responsabilidades, y que se ponga fin a un drama que ha durado ya más de 35 años. "Queremos solamente un día en el que podamos decidir por nuestro futuro, tenemos derecho a decidir como cualquier otro pueblo del mundo", asegura Maiha.

Ya no aguantan más en el exilio, mientras su tierra, rebosante de recursos naturales, la expolia constantemente Marruecos. "Gracias al pueblo español he podido estudiar" Este joven saharaui de 22 años tenía un sueño que era poder estudiar "para ser útil a mí mismo y a mi pueblo". Y por fin se cumplió aquel sueño, tanto que es estudiante de la Universidad de Málaga en Traducción e Interpretación en lengua francesa y árabe. "Vine a España hace 9 años gracias al Programa de Vacaciones en Paz". Afirma que si se hubiera quedado en los campamentos no podría estudiar, "ya que allí no hay material adaptado para personas discapacitadas". Brahim es invidente y vive con una familia de acogida en Archidona. Málaga. "Me han operado tres veces, pero el resultado nunca fue satisfactorio". En los campamentos siempre iba acompañado, ya que el terreno era muy pedregoso, "y me costaba ir solo". "Sin embargo aquí voy a todas partes, ya que ahora dispongo de material que me facilita ir cualquier punto de Málaga sin ningún problema", cuenta Brahim. Añade que en Archidona todo el mundo le conoce, y además se siente muy integrado. Sus estudios, hasta que llegó a la Universidad, los ha hecho en este municipio malagueño. Antes de llegar a Málaga estuvo 2 años en Órgiva (Granada), gracias a un convenio que se firmó entre el Ministerio de Sanidad saharaui y la fundación ´Al Hayat´ en 1994. Luego regresó a los campamentos, hasta que en 1999 vino a Málaga". "Anteriormente había estudiado solamente el Corán, nunca me he matriculado en ningún centro de enseñanza, ya que no había profesores que conociesen el braille". Lo primero que hizo al llegar aquí fue inscribirse en el Centro de Enseñanza Secundaria J. Navarro y Alba de Archidona, y se puso en contacto con la O.N.C.E. Universidad. "Aprendí el sistema braille en cuestión de tres meses", prosigue. Pasó por varias fases en braille: primero con la máquina Perkins, "que era muy ruidosa"; luego braille hablado, que fue como hizo la prueba de la Selectividad, y ahora en la Universidad, donde cuenta con el sistema Jau, gracias al que puede recibir y mandar correos electrónicos y visitar algunas páginas del Sáhara. En cuanto a los exámenes, al principio los hacía de forma oral, hasta que aprendió braille, y la O.N.C.E. le asignó una profesora. "Ella me traducía el examen en braille, y una vez que yo lo había hecho, la profesora lo pasaba a tinta, y así los profesores podían corregir mis pruebas". La carrera de Traducción e Interpretación es de 4 años. "Voy en mi primer año, y la verdad es que no me quejo por los resultados". Su verano lo quiere pasar "en París, para ir practicando un poco con el francés".