Su padre fue el introductor de la ´baguette´ en la Costa del Sol y él se ha ganado el pan con las expediciones al espacio sideral. Su carrera en la Agencia Europea del Espacio está jaspeada de éxitos y de responsabilidades de temblor terráqueo. En la llegada del hombre a la Luna se ocupó de una estación de seguimiento, con el Apolo XIII manejó uno de los satélites desde la Tierra. Su nombre nunca faltó en las grandes misiones cosmonautas. Punset y Euronews le han dedicado más de un programa. Ha recorrido medio mundo pero siempre vuelve a Fuengirola, su tierra y querido microcosmos.

-El hijo de un panadero de Fuengirola estudia telecomunicaciones y acaba en puestos directivos en misiones de la NASA, ¿cómo se hace eso?

-Siempre digo que tuve mucha suerte. Al acabar la carrera me contrataron en Standard Eléctrica, que trataba de renovar la telefonía española y necesitaba fijarse en modelos extranjeros. Rusia era una opción, pero las relaciones con ellos no eran las mejores. Así que me mandaron a Sudáfrica. Allí mejoré mucho mi inglés y cuando volví, la NASA había llegado a un acuerdo para instalar estaciones en España y buscaba personal. Una de ellas era la de Maspalomas, que fue desde la que seguí el proyecto Apolo al completo.

-¿Qué se siente al participar en la llegada del hombre a la Luna?

-Fue una experiencia muy interesante, pero no sólo ese momento, sino toda la época. A mí me dieron la oportunidad de montar el sistema de telecomunicaciones de la primera estación Intersat que hubo en España. Allí desarrollé mi interés por el espacio y por el contacto con la alta tecnología. Después de aquello, tuve la oportunidad de recibir y manejar los equipos que los astronautas dejaron en la superficie lunar, que requerían antenas más pequeñas como la nuestra.

-Más allá de la política y del romanticismo, ¿qué valor tuvo la expedición?

-Entre otras cuestiones, nos permitió saber cosas que desconocíamos de la Luna.Los equipos que manejábamos tenían un dispositivo para lanzar granadas y eso generaba un movimiento sísmico que nos daba datos sobre las características del manto de polvo y la posibilidad de que tuviera un núcleo, lo que pareció corroborar que la Luna era un trozo de la Tierra desprendido por un choque, presumiblemente producido cuando nuestro planeta estaba en fase magmática. Su suelo guarda muchas similitudes con el nuestro.

-Pero dicen que la finalidad de la misión no era precisamente científica...

-Sin duda, su objetivo era claramente político y pasaba por demostrar la supremacía de la tecnología americana sobre la soviética. Los rusos tuvieron mala suerte, si no hubieran llegado antes a la Luna. En cualquier caso, pese a que su objetivo era de enfrentamiento, la misión fue muy importante en el plano científico. Eso siempre suele ocurrir. El hombre tiene la desafortunada tendencia de esmerarse en tiempos de guerra. La gran tecnología procede de conflictos como la Segunda Guerra Mundial.

-Últimamente parece muy en boga la teoría del montaje y de que el hombre nunca pisó la Luna...

-Es cierto, incluso conozco personas muy sensatas y mayores que dudan de su veracidad. En Internet también te encuentras extrañas teorías y lo cierto es que muchas de ellas te hacen reír. Lo que sí es verdad es que Kubrick hizo fotos de estudio imitando la llegada y a alguien se le ocurrió decir que esas imágenes pertenecían a la NASA. De ahí pudo venir la confusión, porque se advertía perfectamente el foco de estudio sobre la superficie.

-Pero en las imágenes oficiales también hay diferencias de tamaño entre las sombras de Aldrin y Amstrong...

-Sí, pero son diferencias fácilmente justificables, se puede apreciar que están en distancias distintas y en perfiles del terreno diferentes. Esa desproporción en las sombras también se da en la superficie terrestre.

-Un viaje a la Luna da para mucho, ¿qué le contaron los astronautas que no pudiera verse en la tele?

-Aldrin me contó una anécdota muy divertida. Como recordarán muchos, cuando pisó la Luna pronunció la frase: "Ya están aquí otra vez, quiero hablar en privado", y la prensa especuló acerca de a quién se refería. Algunos hablaron hasta de extraterrestres, pero se trataba de algo mucho más ordinario. Tenía retortijones y quería hablar con su médico.

-Después de pasarse tantos años con la vista puesta en el espacio, ¿cree que existe vida en otros planetas?

-Creo que sería absurdo que pensáramos que en un universo tan vasto como el nuestro, en el que ya sabemos que existen muchos sistemas solares y planetas, no hubiera algo de vida. En los planetas que conocemos parece poco probable, pero en otros puntos, si tienen unas condiciones favorables no veo por qué no se va desarrollar. Eso es distinto a la mística de los extraterrestres, de lo que estoy seguro es de que no vienen de vacaciones a la Tierra y abducen a la gente.

-Usted estuvo presente en todas las etapas del Apolo, ¿el día de "Houston tenemos un problema" le pilló trabajando?

-Sí, ese día me tocó manejar y operar en la misión desde la consola y fue uno de los más tristes de mi carrera. He vivido momentos frustrantes como el accidente del Skylab y eso es duro porque desbarata el trabajo de mucha gente, pero eso fue peor, porque temíamos seriamente por la vida de los astronautas.

-Supongo que fue un momento de mucha tensión...

-Desde luego, estaba de jefe de turno aquel día y en mi panel había un ordenador que se encargaba de recoger parámetros y utilizaba una luz roja para indicar que algo iba mal. De repente, todas las luces se tornaron rojas y pensé que el ordenador se había caído porque no era normal tanto parámetro negativo. Poco después escuchamos la frase y empezó el operativo. La NASA movilizó 25.000 personas en 48 horas y se consiguió cambiar la órbita para que volvieran a la Tierra.

-Valeriano Claros hablando con Houston y su país pendiente del gol de Marcelino y de Manolo Escobar, ¿no era frustrante dedicarse al macrocosmos en aquella época?

-Más que frustrado yo siempre me he sentido un privilegiado. A nosotros la NASA nos llevaba a Estados Unidos para formarnos y aprendíamos cosas que nadie había visto por aquí como técnicas de seguridad en el trabajo e higiene. El primer cinturón de coche que vi en mi vida fue en ese periodo de estudio. Estábamos en conocimiento y manejo de alta tecnología y eso siempre es un privilegio. Por eso me siento en deuda con la sociedad y ahora que estoy retirado de la primera línea me gustaría transferir ese conocimiento y contagiar a los jóvenes para que se interesen por la ciencia.

-Algunos opinan que estudiar el espacio es una pérdida de tiempo y dinero...

-Eso se rebate con datos. La inversión en el Apolo, que fue costosísima, le salió rentable a Estados Unidos, hasta tal punto que por cada dólar que invirtieron recibieron cien. En España, que no se caracteriza por invertir demasiado, los 220 millones destinados el año pasado a la Agencia Europea del Espacio le reportaron más de 500. Se trata de un trabajo que revierte en la sociedad, que produce alta tecnología y en eso hay que buscar la diferencia porque las naranjas están al alcance de todos y siempre habrá quién pueda producirlas con menor coste.

-¿No le da pena retirarse en el momento en el que la tecnología llega a sus cotas más altas?

-En cierto modo sí, porque la Agencia Europea del Espacio atraviesa un momento muy dulce. La NASA va a jubilar sus lanzaderas y a partir de 2010 serán los rusos los que se ocupen del desplazamiento de los astronautas, por lo menos hasta 2015, que será cuando los americanos tendrán listo el nuevo sistema, con el que quieren ir a la Luna en 2020. Europa tendrá la responsabilidad de trasladar toda la logística.

-¿El cielo visto con telescopio pierde su carga poética?

-Si se refiere a si se ve mejor la respuesta es que no. De pequeño, en Fuengirola, veíamos el cielo en la playa porque apenas había luces y donde mejor lo he visto es en Australia y en el desierto. Cuando estás trabajando únicamente ves un trozo en el telescopio y necesitas una pantalla para saber lo que estás viendo. Además yo no soy astrónomo, lo mío era fijarme más en las ondas hertzianas.