¿Es una amante de los animales, pero su trabajo no le deja tiempo para sacarlo a pasear y atenderlo como se merece? Le ofrecemos una solución sencilla y además barata: contrate los servicios de un paseador de perros profesional. ´Paseador de perros. Se ofrece todo el cariño y cuidado al animal´. Este es uno de los anuncios que pueden verse en distintas zonas de Málaga y que ha pegado Carlos, un joven argentino de 32 años, que sólo busca, con un trabajo ingenioso, la forma de ganarse la vida.

Cada día dedica un par de horas de su tiempo libre al cuidado del que sin duda es el mejor amigo del hombre. Lolo, un perrito de tamaño mediano, blanco y con manchas negras, es ahora su mejor cliente. Sus dueños están de vacaciones y lo han dejado durante una semana al cuidado de Carlos, que lo pasea cada mañana y cada tarde una media hora aproximadamente por el arroyo Jaboneros, en la zona de El Palo.

"Me llamaron hace una semana porque no sabían que hacer con su mascota. Así que fuí a su casa a conocerlo", cuenta este carpintero artístico de profesión, que ha cambiado sus herramientas para tallar muebles infantiles por una correa para perros.

Carlos, quien está encantado con su nuevo compañero de paseo, cobra seis euros la hora si sus clientes viven por el área de Pedregalejo y El Palo y diez euros si tiene que desplazarse hasta otra zona de la ciudad. No obstante, está dispuesto a negociar y hacer un precio especial dependiendo de cada caso

La idea de dedicarse a pasear perros surgió por necesidad y ante la imposibilidad de encontrar un trabajo al no tener el permiso de residencia en nuestro país. "Ultimamente se ha dado un bajón económico en todos los países, incluido España, y yo soy una de las víctimas", señala. "Encontrar un trabajo ahora no es tan fácil. Hace años me sobraba", comenta con añoranza.

Carlos se vino a Málaga hace ya unos seis meses después de vivir separado de su gran amor, Carolina, una chica de 27 años a la que conoció cuatro años atrás durante un viaje que realizó a la localidad malagueña de Marbella.

"Fueron señales las que nos cruzaron por el camino", relata Carlos, que tuvo que marcharse poco después a su tierra para despedirse de sus familiares tras diagnosticarle los médicos una enfermedad. "No me daban esperanza de vida. Los médicos no sabía que tipo de enfermedad padecía. Perdí 25 kilos en seis meses y apenas podía caminar", explica. Así que decidió perder el contacto con Carolina para no hacerla sufrir.

"Después me enteré de que ella había pasado por algo parecido", recuerda emocionado. Durante el tiempo que estuvieron separados, Carolina envió cinco cartas a todos las personas que vivían en Tucumán, provincia en la que residía Carlos junto a sus familiares, y que tenían el mismo nombre y apellido.

"La quinta llegó a mis manos. Le respondí y quedamos en que teníamos que vernos", cuenta Carlos, quien ahora vive en Málaga junto a Carolina y compagina su trabajo como profesor de español en una academia con el de paseador de perros.