Comen a todas horas y sin hambre. Y una vez que empiezan a hacerlo, no pueden parar. Lo que a los alcohólicos les ocurre con la bebida, a ellos les pasa con la comida: son impotentes ante ella y, además, de ella dependen para manejar sus emociones y para enfrentarse a cualquier problema.

Los que viven en este infierno son los comedores compulsivos, portadores de una adicción que, como tantas otras, lleva a la depresión, a la enfermedad, a la ruina e incluso a la muerte.

Sin embargo, como también ocurre con las demás adicciones, la compulsión por la comida puede superarse, y ese es el mensaje que ´Comedores Compulsivos Anónimos´ de Málaga quiere transmitir.

Información. ´Comedores Compulsivos Anónimos´ lleva trabajando en Málaga toda una década y, gracias a sus reuniones y a sus programas, muchísimos afectados por esta enfermedad emocional han aprendido a plantarle cara a su problema y han encontrado una felicidad nueva. Por eso, los miembros de este grupo en Málaga realizaron ayer en la parroquia de la Virgen del Camino de la capital una reunión informativa con un objetivo claro: atraer a todos los comedores compulsivos que todavía sufren.

La compulsión por la comida es una enfermedad tan extendida como el alcoholismo o la ludopatía. Sin embargo, todavía hay muchos afectados que no se están tratando y que viven en un infierno sin salida.

Los comedores compulsivos de Málaga quieren extender un mensaje de esperanza: una vida libre de la esclavitud de la comida es posible, y esta esclavitud se puede superar mediante el programa que ellos utilizan, que no es otro que una adaptación del que usan en ´Alcohólicos ´Anónimos´.

"Yo odiaba al mundo y pagaba mi infelicidad con atracones", asegura Marga Rodríguez, miembro de este grupo que añade que desde que comenzó a trabajar en el programa ha aprendido a enfrentarse a su problema. "He perdido 53 kilos y me mantengo en mi peso actual, y además he aprendido a vivir conmigo misma", concluye.

Y es que ´Comedores Compulsivos Anónimos´ no ofrece únicamente un camino para perder peso; ofrece otro para mejorar en todos los aspectos de la vida, porque las adicciones son un problema esencialmente emocional. La pérdida de peso es consecuencia de la alegría que la persona descubre y que estaba sepultada bajo montañas de comida y, sobre todo, de tristeza.

Reuniones. Otra de las miembros de ´Comedores Compulsivos Anónimos´ de Málaga, Ana Ortega, afirmó ayer, durante la reunión informativa, que "aunque nos reunamos en iglesias, no tenemos nada que ver con ninguna religión". Y es que muchos de los comedores compulsivos que se interesan por el grupo e intentan acercase a su seno piensan que sus miembros usan la religión para curar su adicción o incluso que las sesiones de trabajo del programa esconden propósitos proselitistas, lo cual les genera desconfianza.

"Esto es completamente falso", asegura Ana, "nos reunimos en parroquias porque ofrecen buenos espacios y porque son lugares fáciles de localizar, por nada más: no somos en absoluto una secta, ni nada parecido".

Pocos hombres. En el grupo de ´Comedores Compulsivos Anónimos´ de Málaga hay únicamente tres hombres: los demás miembros son mujeres. "La sociedad ve peor a una mujer gorda que a un hombre y, además, muchos hombres no se atreven a confesar esta compulsión por vergüenza", afirma Antonio Márquez, uno de estos tres miembros. Por eso, la reunión de ayer tenía un objetivo más: atraer a los hombres que sufren por la comida. Para hombres y mujeres hay una vida mejor lejos de esta esclavitud.