Uno de estos años, Enrique Mapelli López llegará a los 90 con la sensación de ser "absolutamente feliz".

A caballo siempre entre Málaga y Madrid y con una simpatía que va la par con su modestia, a este malagueño de la Cortina del Muelle, nacido en 1921, le cuesta detenerse en sus méritos que suele despachar con una sonrisa, pero ahí queda su intensa trayectoria jurídica, la recuperación de la gastronomía tradicional malagueña en sus libros o esos 348 vuelos entre España y América, casi todos por motivos de trabajo.

Desciende de esos Mapelli de Roma que llegaron a Málaga a finales del XVIII "aunque no sé por qué motivo ya que no eran comerciantes", cuenta. La tradición familiar le empujó a convertirse en abogado, como su abuelo, su hermano o su padre, que llegó a ser alcalde de Málaga. "Estudié en Granada como tantos malagueños porque en Málaga no había universidad y cuando termino la carrera, Málaga era una ciudad bastante deprimida e hice mis oposiciones en Madrid", señala.

Durante casi 40 años fue el responsable de la asesoría jurídica de Iberia viviendo el ´despegue´ de la compañía. "Ingreso en 1947 ó 48, cuando se inaugura la primera línea trasatlántica Madrid y Buenos Aires y a partir de ahí, llega la gran expansión. En unos años en que España estaba a la cola, Iberia iba en cabeza", resume.

En esos años, se convierte en uno de los pioneros del Derecho Aéreo, una materia "que no había sido tratada mucho" y de la que el abogado malagueño se convertirá, aunque no lo reconozca, en el máximo experto en España. De hecho, su compilación de Legislación Aérea lleva ya diez ediciones y muchos de los convenios internacionales sobre esta materia tienen su autoría. Además, hay que destacar un libro sobre el contrato de transporte aéreo internacional, uno de los primeros del mundo en abordar esta materia.

"Yo miedo a volar no tengo jamás", destaca, mientras resalta que la seguridad aérea "es casi absoluta y si ocurre un accidente se debe a una concurrencia de cosas". Es más, confiesa ser "un viajero muy aburrido" porque en 60 años que lleva volando de forma intensa "no me ha pasado nunca nada: retrasos y pérdidas de maletas, pero nada más", ríe.

Tras jubilarse, siguió volando porque fue nombrado presidente de un organismo consultivo de la ONU, además de impartir clases en universidades de España y América. No es extraño, pues, que conozca desde las Islas Galápagos hasta China pero, precisa: "Conozco muy poco del mundo porque he tenido los mismos compañeros que se dedicaban a lo mismo, nos llevaban a los hoteles de siempre y no he hecho ninguna escapada, que es lo que me hubiera gustado".

Fue precisamente la aviación lo que le llevaría en los años 40 a iniciar una exitosa relación con la gastronomía. "Un señor que iba a fundar una revista de aviación y turismo me dijo que, ya que viajaba tanto, sería curioso que escribiera sobre las comidas que hacía por ahí".

Desde entonces no ha dejado de escribir sobre gastronomía y en la actualidad colabora con dos revistas. El primer libro que salió de sus manos fue ´La hora de comida´, "me lo publicó Alfonso Canales", explica, y está a punto de sacar otro con una recopilación de artículos para la Cofradía Vasca de Gastronomía, de la que es miembro.

Y es que su currículo gastronómico es, como el jurídico, muy sabroso. A mediados de los 70 funda con José Luis Barrionuevo y Sebastián Souviron la Academia Gastronómica de Málaga y además, forma parte de la Real Academia Gastronómica Española y de la Academia Andaluza de Gastronomía.

Entre sus mejores recuerdos de esta vocación, el premio Francia de Gastronomía que le permitió viajar junto a su mujer por el país vecino probando los mejores platos.

Manuel Alcántara dijo de él que era "un entomólogo de la gastronomía" y no le falta razón. Buena parte de sus investigaciones culinarias, de viejas recetas, han salido de su impresionante biblioteca gastronómica: dos mil libros que ha ido reuniendo de los países que ha ido visitando y que ahora ha regalado a su hija.

"Si tengo que recordar un plato de mi infancia lo tengo clarísimo: la cazuela de fideos con almejas. Eso me llena de satisfacción", confiesa.

En su opinión, la cocina tradicional de Málaga "es muy rica", y hay que distinguir entre el litoral y el interior. Si tuviera que elegir una recta de Málaga, escogería el ajoblanco, aunque detalla que, "como pasa con todos los platos, cuando se universalizan empiezan a perder su carácter" y cuenta cómo en los restaurantes de lujo ha aparecido desde hace años el ajoblanco "donde le ponen melón, o gambas, cuando lo suyo es la uva moscatel pelada y sin semilla, una cosa sublime".

También se queda con el gazpachuelo, "que en Málaga se cultiva poco y puede llevar pescada, gambitas, almejas... es un plato estupendo".

En el recuerdo se ha quedado el chanquete, víctima a su juicio de la mencionada ´universalización´ de muchos alimentos, algo que provoca en ocasiones un descenso de calidad y en este caso, la desaparición, pero quedará en su memoria gastronómica los huevos fritos con chanquetes, un pescado que había que saber freir y luego, hacerlo "con un aceite de primera".

En este sentido, subraya que freir pescaíto "es un arte, aunque hay mucho fraude, como ocurre con todo lo que se ´expande´".

Enrique Mapelli da su opinión sobre el origen de la sopa Viña AB, que un par de establecimientos en Málaga se preciaban de haberlo creado. "A mí me escribió una carta una señora que era descendiente de alguien importante en Málaga diciendo que su padre era el ´inventor´ en ´La Alegría´: un buen día dijo que la sopa estaba sosita y que le trajeran una botella de Viña AB para echársela".

Al hablar de la cocina moderna se muestra crítico: "Lo malo que tienen los grandes genios de la cocina es que quienes quieren imitarlos no tienen talento y hacen auténticos bodrios". Con respecto a los platos exóticos, que ha probado y bastantes en sus viajes, destaca que lo que más le ha gustado han sido las hormigas fritas en Méjico. "Pero me lo ocultaron y me lo dijeron después. Estaban riquísimas".

Además, Enrique Mapelli tiene en su haber el primer homenaje hecho a Picasso en España, en la Casa de Málaga en Madrid siendo presidente. "La policía pedía el DNI a todo el que entraba", recuerda. También ha sido cónsul de Mónaco en Madrid durante medio siglo.

Desde 1955 compagina su casa en Madrid con un chalé en el Arroyo de la Miel. "Nunca he dejado de venir a Málaga", resume. Casado con la pintora María Francisca Temboury, con una hija y dos nietas, Enrique Mapelli echa la vista atrás y ve mucha felicidad. Cuando cumpla 90 seguirá siendo un hombre feliz.