Arte no es sinónimo de negocio. En teoría. Tampoco debería serlo en la práctica, según el director del Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, y presidente del Comité Internacional para Museos y Colecciones de Arte Moderno. Pero Manuel Borja-Villel sabe que lo es. Y lo lamenta. Desde la tarima de los cursos de verano que la Universidad de Málaga impartió hasta ayer en Marbella, defendió su postura. El arte es mucho más que eso. Borja-Villel anima al público a revolucionarse, a romper con las normas establecidas y resucitar a las desaparecidas vanguardias.

–En año y medio de gestión del Reina Sofía, ¿lo ha revolucionado?

–Por ahora, cumplimos los pasos que teníamos previstos: crear un equipo de gestión fuerte, reorganizar la estructura del museo para que pueda ser agencia y reestructurar la colección de modo que puedan hacerse otras lecturas. Una tercera fase es el nivel de complejidad de las funciones o representaciones temporales. Esto comienza a ser evidente.

–¿En qué ha cambiado el museo?

–Hemos potenciado el conocimiento. Los museos se han convertido en parques temáticos. Hasta ahora, había dos patas, las exposiciones y la gestión. Ahora, se ha creado una nueva: los programas públicos. Hemos puesto en marcha programas educativos para cambiar la percepción del público. El Reina Sofía era un museo lleno de complejos y ahora tiene una mejor aceptación por parte del público general y el especializado.

–¿Tiene algún museo mundial como referente?

–Creo que no hay referentes. La institución arte ha pasado de ser un movimiento de oposición al sistema, como ocurría con las vanguardias en los años 30. Lo que sí hay son grupos, actividades o colectivos de los que aprendes y con los que te relacionas. Para nosotros es tan importante relacionarnos con museos como con colectivos autogestionados con entidad propia y capaces de repensar la institución del arte.

–Es el caso de la conocida como ´casa invisible´ en Málaga, ¿no?

–Nosotros colaboramos con esta iniciativa por simpatía ideológica. Es un lugar que no es de gran atracción turística, pero sí es un modelo autogestionado que trabaja en redes y es capaz de generar conocimiento. Su actividad es una gran oportunidad para desarrollar un modelo de futuro que no hay que desaprovechar.

–¿Qué opina del panorama cultural de esta ciudad?

–No lo conozco bien, pero desde fuera se percibe que Málaga se está volcando a la cultura. Ahora bien, habría que preguntarse en qué cultura. Hoy en día el arte se ha convertido en una industria que mueve dinero. Pero la industria no es estática. Y Málaga, como muchas otras ciudades españolas, está apostando por un modelo que ya es caduco y que reproduce en la cultura la economía fácil del ladrillo y del turismo. No hay más que ver que en la mayoría de los casos se hace hincapié en la creación de un edificio emblemático y se deja en segundo plano el contenido. Este tipo de economía ha fracasado. Hay que enfatizar el conocimiento frente al reconocimiento y la atracción de las masas.

–Al público le gusta hacer fotos, esto ya es posible en el Reina Sofía, ¿verdad?

–Claro. No hay razón objetiva para no permitirlo.

–La Ley de Propiedad Intelectual, por ejemplo.

–Las fotos pueden tener un uso privado. Si alguien hace una utilización de ellas que no esté acorde con las normativas vigentes, pues tendrá que responder. De todas formas, creo que las leyes del ´copyright´ y los derechos de autor vigentes están basados en modelos arcaicos y aristocráticos que hay que renovar. Por supuesto, hay que pagar a los autores, pero habría que buscar nuevas formas de remuneración que no pongan barreras a internet ni al movimiento de distribución de la cultura. No hay que coartar las nuevas tecnologías, sino trabajar con ellas. En la cultura, cuanta más difusión hay, mejor. Cuando das una cosa, el que recibe se enriquece pero el que da, también. El conocimiento se basa en la relación entre dos o más personas.

–Dentro de este conocimiento, ¿qué es para usted el arte?

–Es aquello, objeto o evento, que nos hace reconocernos. Nos permite entender el mundo pero, a diferencia de las ideologías, no nos hace reconocernos como algo fijo, sino que cuestiona siempre nuestra presencia. Nos ayuda a abrirnos y, en una sociedad tan alienada como ésta, a generar nuevos modelos de relación.

–¿Hay que acercarlo al público?

–Primero, tenemos que romper la falsa contraposición de arte de elite y arte de masas. No existe un arte de elite, nosotros lo hacemos de elite. La mayoría de los museos pecan de paternalistas, piensan que los que saben enseñan a los que no saben. El trato debería ser de igual a igual. Hay que crear nuevas formas de educación también en las escuelas y universidades. Esto es una asignatura pendiente.