"Prefiero estar en la calle porque me voy con quien quiero yo. En un local te obligan a que no uses preservativo y a mí me importa mi salud. Además en un club te puede pasar de todo". María tiene 20 años, es de Bulgaria y ejerce la prostitución desde hace cinco meses en el polígono Guadalhorce de la capital. Curiosamente otras mujeres que realizan esta actividad en este mismo emplazamiento coinciden en las ´ventajas´ de la calle frente a las de un establecimiento.

La prostitución callejera ha saltado a primera línea ante la opinión pública en las últimas semanas. Los empresarios de esta zona al igual que los residentes de la Alameda de Colón están que trinan ante continuos "altercados" y "escándalos" y, en definitiva, ante un ambiente "no deseado" ni para sus negocios ni para residir, en cada uno de los casos.

¿La solución? El Ayuntamiento está elaborando una ordenanza que pretende multar a los clientes que reclamen estos servicios en la vía pública. La norma podría tener un importante efecto disuasorio. El alcalde, Francisco de la Torre, hace pocos días dio un paso más allá y no descartó incluso la posibilidad de abolir esta práctica en la calle. En cualquier caso, la administración local considera que se trata de un problema nacional y pide una solución global, efectiva y eficaz. De hecho, muestra ciertas dudas sobre los resultados de la propia norma que desarrolla.

Pero, ¿y ellas? ¿Qué piensan las prostitutas acerca de que le pongan coto a su actividad, esa denominada el oficio más antiguo del mundo, su medio de vida? La Opinión de Málaga ha realizado un recorrido por el polígono Guadalhorce para recabar sus opiniones. Hay manifestaciones para todos los gustos. Algunas creen que hay muchos clientes y que no faltará el trabajo, otras comentan que la policía hará la vista gorda, pero hay una coincidencia total entre las prostitutas consultadas, en su mayoría extranjeras, y es que desconocen completamente que se esté trabajando en la puesta en marcha de una norma en este sentido.

"A mí me da exactamente igual, de verdad. Yo sólo estoy aquí trabajando para ganarme un dinero un tiempo y luego lo dejaré y volverá a mí país, así que me da igual si sancionan a los clientes o no", sentencia otra mujer.

Atención y seguridad. Ana (nombre ficticio, ya que esta mujer no quiso revelar su identidad) habla abiertamente de su profesión. "Yo me podría ir perfectamente a un club, pero en todos ellos se trabaja sin goma. La calle es mucho mejor, no tengo problemas y me tratan bien", explica.

¿Una regulación obligaría a algunas chicas a tener que ejercer en clubes con las exigencias que éstos imponen y los riesgos para la salud tanto para ellas como para los clientes? La respuesta queda en la aire. Ana está acompañada por dos chicas más. Tienen 22, 19 y 22 años y las tres son de Rumanía. "Los clientes no son todos iguales. En esta vida que llevamos tienes que aguantar y más teniendo este trabajo. Nosotras estamos las tres muy unidas y cuidamos las unas de las otras. Nos vigilamos. Sabemos dónde nos vamos con los clientes. Nunca nos alejamos mucho", narra otra de las chicas.

Explican que han venido a España, concretamente a Málaga, para ayudar a la familia. "Allí no hay trabajo. Tenemos hermanos pequeños a los que mantener y les mandamos dinero. Mi madre ha cuidado de mí hasta los 18 años y yo ahora cuido de ellos. Con otro tipo de trabajo no puedes vivir, ya que sólo el alquiler te cuesta 500 euros", dice.

La crisis hace estragos. Pero el negocio ya no es lo que era, dicen. La crisis económica hace estragos y los clientes acuden solicitando una "rebajita". "Ahora te vienen con 15 euros, y el servicio vale entre 20 y 30. Yo llevo tres días trabajando y apenas me he sacado 20 euros", lamenta.

Afirman que de todas formas hay "rachas". "En un sólo día bueno puedes ganar lo que necesitas para toda la semana. Ahora, con la crisis, un día bueno te puedes sacar cien euros, mientras que antes de 300 a 400 sólo en tres horas y fácil", destaca una de ellas.

Coinciden en que no van a dedicar toda su vida a esto y afirman que están bien atendidas desde el punto de vista sanitario gracias a organizaciones como Médicos del Mundo y a las carpas instaladas por la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Málaga en la zona, donde le ofrecen preservativos, bebidas calientes y apoyo de cualquier tipo que requieran.

"Es mejor la calle, aquí gritas y las demás estamos pendientes, pero en un club aunque pulses el botón de emergencia tardan mil horas en llegar y te puedes morir", dice Anka. ¿El público? De todo tipo y de todas las edades, dice. "De 18, de 19, de 40 y de 60 y de todos los países: italianos, ingleses, de la República Dominicana, de África", comentan estas mujeres.