La nueva biblioteca de la facultad de Filosofía y Letras se ha convertido en la hermana pobre y lastimera de la Sagrada Familia de Barcelona. Ocho años después de que se aprobaran las obras, el edificio continúa inutilizado por una sucesión de fallos estructurales que incluyen el riesgo de inundaciones y la falta de servicios básicos para el mantenimiento y la consulta de material.

La demora, según reconocen fuentes del cuerpo docente, ha obligado a restringir la adquisición de libros, un hecho más que relevante si se tiene en cuenta la dependencia bibliográfica de las especialidades y el colapso del depósito de la facultad. Los problemas están a punto de resolverse. Las mismas fuentes confían en que el edificio abra sus puertas durante el próximo mes de noviembre, una vez que las últimas deficiencias parecen dispuestas a subsanarse.

Será el fin de una prohibición que pesa demasiados meses. Las peticiones de nuevos libros permanecen congeladas desde el pasado septiembre y en el resto de las instalaciones apenas queda sitio para nuevos volúmenes.

El decano de la facultad, Sebastián Fernández, explica que las actuaciones se fundamentan en la actualidad en el cumplimiento de las normas de protección y la habilitación de un pasillo que permitirá conectar con el resto de la facultad y que cerrará sus puertas en época de exámenes para facilitar el funcionamiento autónomo del edificio. Un trabajo que se complementa con otro más básico, si cabe, el cambio de corriente del aljibe que subyace a la infraestructura, que amenazaba con interrumpir el fluido eléctrico, dicen los profesores.

Agua, pasillos, pozos. Parece un vocabulario impropio de un inmueble consagrado, en principio, al estudio y la consulta de fondos, pero en la facultad de Filosofía y Letras nadie se sorprende. Desde que se aprobó el proyecto, se han egresado dos promociones de alumnos y hasta esta semana no había luz en torno al caso. La obra dejó muchos flecos sin pespuntar. En principio, presentaba carencias del utillaje elemental de las bibliotecas, según explica Mari Carmen Ordóñez, de la agrupación estudiantil Otra Universidad es Posible. "No había ni escaleras ni salidas de emergencia ni posibilidad de instalar el material", resalta.

Un problema que casi se antoja en fruslería si se analizan los posteriores. No había instalaciones para la conexión de aire acondicionado y el suelo, asentado sobre una base de arcilla expansiva, amenazaba con inundaciones constantes, añade.

Los fallos del edificio invitan a la hidrofobia. El agua no sólo penetraba por la planta de abajo. Las claraboyas y la cúpula, celebradas arquitectónicamente durante los primeros meses de las obras, dejaban entrar la lluvia. El riesgo no era solamente térmico. Los fondos podrían estropearse o echarse a perder definitivamente, razón, entre otras, por la que nadie se ha atrevido a colocar un libro en sus anaqueles. El decano sostiene que la mayoría de las deficiencias están superadas. Si todo sale bien, comentan los profesores, la biblioteca abrirá sus puertas antes de las vacaciones de Navidad, lo que facilitará el traslado del material, que, en la actualidad, se reparte entre la sala de lectura de la facultad y el citado depósito. "Esperemos que no se retrase porque para nosotros la adquisición de libros es fundamental", precisan los docentes. Parece que, por fin, se acerca el final de una obra interminable. Casi de ´guinness´ arquitectónico.