La leyenda romántica de que la Catedral de Málaga no se terminó porque el dinero de las obras se destinó para ayudar a la independencia de las colonias inglesas en América necesita más de una precisión. En 1779, Carlos III firma el pacto secreto de Aranjuez con Luis XVI de Francia y entra en la guerra contra Inglaterra. Pero para la contienda hace falta dinero, de ahí que el secretario de Estado, el conde de Floridablanca, pida fondos en forma de préstamo a los cabildos catedralicios españoles.

El de Toledo, por ejemplo, entregó 1.500.000 reales de vellón, Santiago de Compostela dio un millón y Zaragoza, medio millón, como recuerda el académico de San Telmo Francisco Cabrera, en un trabajo de 2008 para la revista ´Péndulo´.

En el caso de Málaga, el cabildo prestó sin intereses (cantidad que debía ser reintegrada tras la guerra) 200.000 reales, más otros 200.000 que puso personalmente el obispo. En total, 400.000 reales de vellón para sufragar la guerra. El préstamo tuvo una repercusión directa en las finanzas de la Iglesia de Málaga: el cabildo acordó paralizar las obras de la Catedral hasta el final de la contienda, destinando los arbitrios para financiar esta obra a otros fines, como recuerda el profesor Francisco Cabrera.

Los arbitrios, por cierto, eran los tributos para costear la obra de la Catedral, que salían del gravamen que desde 1754 tenía cada arroba de frutos que se exportaba en los puertos de Málaga. En concreto, cada arroba tenía un impuesto de medio real.

Francisco Cabrera explica a La Opinión que de momento no se ha encontrado "un documento específico que hable de la relación causa-efecto de la independencia de Estados Unidos y la Catedral de Málaga". Lo que sí hay, como puede verse, es documentación que constata los diversos fondos que envió el cabildo malagueño para la guerra contra los ingleses, "fondos que no sólo estaban destinados a las obras de la Catedral, como es lógico", apostilla.

También hay documentación de un hecho incuestionable: acabada la guerra de la independencia americana, la corona española decide desviar los arbitrios de los frutos que costeaban la obra de la Catedral a la construcción de los caminos de Vélez Málaga y Antequera, dos vías importantísimas de comunicación para el comercio. "Fue una circunstancia imposible de soslayar por las autoridades eclesiásticas, deseosas de proseguir las obras de la catedral malagueña, por más que lo intentaron", destaca en su trabajo el académico malagueño, que explica a este diario que la desviación de los impuestos, "es un hecho históricamente relevante, ya que sin esa desviación la torre se habría terminado con guerra o sin guerra". En 1782 se gastó la última entrega de impuestos (3.179.681 reales) para terminar la Catedral, cesando la obra. A partir de ahí, el dinero iría a los caminos.