"Juan Diego está en el cuerpo por pura vocación", dicen dos compañeros suyos de la Policía Nacional. Esa vocación incluye el riesgo, aunque seguramente este agente de 34 años nunca pensó que se enfrentaría tan pronto a una situación tan extrema como la que vivió el pasado miércoles por la tarde. Pronto porque Juan Diego, un malagueño licenciado en Química, casado y con dos hijos, es de la última promoción que se ha incorporado a la Comisaría Provincial de Málaga hace unos pocos meses. Antes de opositar y ganarse la placa, el agente trabajó en una fábrica de cementos.

El pasado miércoles, él y su compañero se vieron obligados a defender sus vidas cuando Antonio S. F., de 54 años, comenzó a dispararles con su escopeta de caza. Los agentes querían darle el alto después de conocer que el agresor había protagonizado un posible episodio de violencia en el ámbito familiar con su hija y el novio de ésta. Consiguieron embestir el Seat Inca de color verde y sacarlo de la carretera, pero la detención no fue posible ya que el conductor se bajó del vehículo con una escopeta de caza y hacía uso de ella a apenas unos metros de los agentes.

Comenzaba un intercambio de disparos, cuatro por cada bando, hasta que los policías pudieron abatirlo. Juan Diego se llevó la peor parte. Fuentes de este periódico aseguraban ayer que en su cuerpo se alojaron entre 15 y 16 postas, una de ellas muy cerca del hígado que todavía no se le ha extraído. El agente ingresó en el hospital Clínico y pasó casi dos días en la Sala de Observación de Urgencias, hasta que ayer lo subieron a planta, según fuentes del centro sanitario.

Estas mismas fuentes aseguraban que el paciente evoluciona favorablemente y no descartaban que el agente recibiera el alta entre hoy y mañana. Cuando se recupere, Juan Diego volverá a ejercer la profesión que más le gusta. Se presentará a las pruebas para convertirse en inspector, su gran sueño, y volverá con unos compañeros que reconocen su valía. "En comisaría se dan tortas por trabajar con él", aseguró ayer un alto mando.