Están de moda, aunque no precisamente por méritos propios. Los jóvenes que integran la denominada generación ´ni-ni´ representan un sector con escasas perspectivas. Son casi invisibles. No aparecen en las listas del paro ni en los censos de enseñanza. Ni estudian, ni trabajan. Ejercen de niños grandes. En Málaga, según los cálculos que se desprenden el INE, podrían alcanzar la cifra de 15.000, el grueso de la población inactiva alejada de condicionantes como el empleo en el hogar, la infancia o la jubilación.

La definición del colectivo genera controversia. Algunos los consideran rebeldes, inadaptados, otros como un subtipo del vividor, del holgazán. En principio, parecen, al mismo tiempo, víctimas y verdugos. Lo único claro es su situación: entre 16 y 34 años y acreedores de una manutención hereditaria, la que le aportan sus padres.

A simple vista parecen culpables, privilegiados, apáticos. Pero, ¿son ellos los responsables de su situación? Los expertos consultados por este periódico les restan protagonismo y apuntan a otros factores: la educación de los padres, los referentes, los cambios en la pedagogía.

Los ´ni-ni´ son el rostro de la peor parte de la estadística. La mayoría se integran en el índice de fracaso escolar de la provincia, que llega al treinta por ciento. Ahí, sostienen los educadores, estriba buena parte del problema. Ana Cobos, orientadora del Instituto Ibn Gabirol, asegura que la pobreza de su cualificación, no adornada por título alguno, les impide acceder a empleos apetecibles. "Sin estudios les están diciendo a los jefes dos cosas: primero, que no tienen preparación y, segundo, que no son capaces de afrontar las responsabilidades que se les encomiendan", señala.

La noción la corrobora Mari Paz Villarejo, coordinadora del Centro de Referencia para la Orientación, que asegura que el mercado laboral se ha estrechado con la crisis. Tanto como para no dejar sitio a los más débiles, a los que carecen de formación. Los puestos que antes ocupaban los no cualificados son demandados en la actualidad por titulados, trabajadores polivalentes, capaces de hacer, al mismo tiempo, de mozo de almacén y de ordenanza.

La oferta de empleo que se les descubre a los ´ni-ni´ es sumamente precaria. Los salarios, constreñidos, no aciertan a seducirles. A diferencia de otros jóvenes problemáticos, proceden de familias sin apuros económicos. La clase media, e, incluso, la alta, es la más repetida en sus perfiles. La edad de abandono escolar es sorpresivamente prematura: entre los 15 y los 17 años.

Juan Francisco Lima, orientador del Instituto Jesús Marín, cree que el fenómeno es complejo y que las aproximaciones pueden resultar reduccionistas, aunque destaca, en su origen, la incapacidad de los padres para marcar las normas. Algo que vincula al exceso de protección y la falta de independencia, dualidad extremadamente presente en las nuevas familias de las dos últimas décadas.

Los especialistas no se olvidan de apostrofar de otro factor, la carencia de modelos positivos en la sociedad. O más bien: la proliferación de figuras poco pedagógicas. Es la cultura de Belén Esteban, de los que obtienen fama y dinero sin orden de méritos. Una referencia a la que Carmen Torres, de CCOO, pliega su reverso: "Muchos han visto a trabajadores con estudios que iban directos al paro y les disuade del esfuerzo". Ahora bien, ¿se puede ejercer de ´ni-ni´ toda la vida? ¿No hay esperanza de redención? Cobos alude a la experiencia. El cambio opera con las nuevas responsabilidades, la paternidad, la boda. El viejo dicho de sentar la cabeza.