Acero, geometría de cristal y siderurgia, luz, ventanales, verticalidad maciza. La nueva terminal del Aeropuerto dejó ayer de representar una huella soberbia en mitad del trasiego de turistas de su vecina más próxima, la T-2. Sus pasillos ya reciben a los primeros viajeros, aunque todavía profundamente pedestres, ilusorios. Se trata de las últimas pruebas de funcionamiento, realizadas con figurantes, el paso final hacia la apertura, que se producirá en la segunda semana de marzo, antes de Semana Santa.

A los actores, doscientos por día, tres millares en total, les tocó maniobrar por un edificio casi perfilado, nuevo. La T-3, que ha supuesto una inversión de más de 320 millones de euros, semeja una estructura en activo, aunque aún restan flecos visualmente imprescindibles. En los escaparates de la zona comercial se exhiben soldadores en lugar de pañuelos, los operarios se encaraman a escaleras, las sillas conservan el plástico en los almacenes de los pisos superiores. Cosas de los últimos días, complementos a la escaleta básica del vuelo, ya configurada.

La terminal, provista de 86 mostradores, aportará una velocidad nueva al Aeropuerto. Según detalló Ángel Gallego, director de Transición en Aena, el edificio permitirá duplicar la capacidad de respuesta de las instalaciones, fijada actualmente en 4.500 viajeros por hora. El límite de asistencia queda más remoto: treinta millones de usuarios al año. A falta de la construcción de la nueva pista, se postula en una revolución para la navegación de la provincia. Una superficie de 250.000 metros cuadrados, un sistema automatizado de tratamiento de equipajes, facultado para operar 7.500 maletas cada hora, una veintena de puertas de embarque, datos que se suman a las infraestructuras ya existentes y que servirán, según Aena, para consolidar a Málaga entre los cuatro aeropuertos de referencia del país.

Lo que aún no está decidido son los vuelos que acogerá la terminal. En principio, dará cobertura a las conexiones europeas que no requieren el uso de pasaporte, aunque también podría operar movimientos transoceánicos como el enlace con Nueva York. Las especulaciones parecen inevitables. Se habla, por ejemplo, de la actividad de Ryanair, que se reforzará en verano.

La inauguración del edificio supondrá el cese de las operaciones de la T-1, relegada, casi en exclusiva, a las llegadas desde Melilla. El esfuerzo desestima las improvisaciones. Desde el pasado 26 de diciembre, la terminal está sometida al examen de más de 3.000 personas y cinco compañías, que se desempeñan como si los aviones estuvieran en la pista de despegue. Facturan, se someten a la inspección del embarque y esperan. Incluso, se actúa frente a incidencias como el transporte de material delicado o no permitido. "Algún aeropuerto ha cometido el error de no hacer pruebas y lo ha pagado después", puntualizó Gallego.

La experiencia sirve para el primer simulacro de movimiento. Jóvenes y mayores con expresión de despiste monumental acodados frente a los paneles, donde restallaban destinos aún no trabajados en Málaga. Un vuelo ficticio a Cayococo es de lo más hermoso que puede ocurrir en una terminal en pruebas. Los únicos errores, por ahora, de megafonía. Ya subsanados. La actividad comienza.