´Celia 1980´, ´Eli y Antonio´, ´NxD´, ´Victoria´, un corazón dibujado con las letras D y E en su interior... Estas son algunas de las muchas marcas que lucen los sufridos troncos de los ficus centenarios de la Alameda Principal, testigos mudos de los últimos 150 años de historia de la ciudad. Son los cortes realizados con navajas por jóvenes malagueños que han querido dejar su firma o una muestra de amor en las duras cortezas de estos árboles. Pero también un ejemplo de la estrecha relación de los malagueños con los ficus, todo un emblema de Málaga gracias a ese espectacular techo vegetal que protege la Alameda.

"Que pena. La de veces que me apoye en él para ver las procesiones", comentaba ayer una lectora en la página web de La Opinión de Málaga que firmaba como Aurora. Este apunte muestra su servicio improvisado para ver las procesiones. A sus ramas se encaraman muchos jóvenes para ver el paso de los tronos por la Alameda, como una especie de tribuna de los pobres vegetal, que ofrece una panorámica envidiable y gratuita en una Alameda copada por las tribunas y las sillas de abono.

Por la Alameda pasan cerca de 45.000 vehículos diarios, cientos de autobuses y varias decenas de miles de malagueños. Eso en las jornadas laborables, porque además de ser el gran escenario de la Semana Santa malagueña, protagonizó el origen de la Feria de Málaga, entre sus árboles se escucharon las letrillas del Carnaval y han recibido a los Reyes Magos en su visita a la ciudad.

Su presencia está además íntimamente unida a momentos fundamentales de la historia reciente de la ciudad. La muerte de Caparrós se produjo junto a ellos, miles de malagueños clamaron contra el terrorismo de forma silenciosa tras el asesinato de Martín Carpena, las tropas franquistas desfilaron bajo sus copas, que también observaron los disturbios y persecuciones de los años 30.

El cariño que muchos malagueños tienen a estos árboles es tal que nadie se atreve a quitarlos. Ni siquiera cuando están como el situado justo delante de Puerta del Mar, que tiene sus ramas sujetas con unos cables de acero para impedir que las ramas se abran en tres partes.

La pérdida de uno de los ejemplares durante las lluvias del martes ha puesto de relieve su fragilidad. Por un lado es una especie con unas raíces poco profundas y no muy extensas, que pueden ser un problema con las copas altas y tupidas, como ocurrió con el ficus caído el martes, que no tuvo suficiente agarre en cuanto el terreno se reblandeció por la lluvia.

Otro de los problemas, como apunta el botánico José Antonio del Cañizo, son las podas sufridas durante años. Han cortado grandes tajos de ramas que han propiciado que varios se infectaran de hongos. De hecho, hay dos que están en grave peligro: el mencionado frente a Puerta del Mar y otro situado cuatro ejemplares más hacia el Guadalmedina.

Un paseo de 250 años. La relación de la capital con la Alameda es fundamental para entender la ciudad. Fue el primer gran ensanche que se realizó sobre la vieja ciudad de trazado árabe. Apareció a finales del siglo XVIII, después de que el Rey concediese permiso para derribar la antigua muralla y ocupar un terreno ganado al mar por los aportes del Guadalmedina.

Sin embargo, la Alameda no era originalmente como la conocemos ahora. Sus primeros árboles fueron álamos blancos y era un paseo muy valorado para la naciente burguesía de la ciudad, que pronto empezó a construir allí sus palacios. Esculturas, la fuente de Génova, bancos y el primer alumbrado público con lámparas de aceite o gas fueron algunos de sus elementos más llamativos.

La remodelación de finales del siglo XIX, con la llegada de los ficus y la estatua del Marqués de Larios, y su apertura al tráfico en 1925 le dieron su actual imagen. Sin embargo, algo que no ha cambiado desde el principio es su papel como gran vía de la ciudad.