Con una bandeja llena de cafés en la mano, conversación ágil y culta, memoria de elefante y siempre con una historia de viajes en la boca. Muchos malagueños recordaremos así a Francisco Villén, que se nos marchó sin avisar el pasado 1 de marzo. Eran las nueve de la mañana y nadie se lo esperaba. Un ataque al corazón dejó huérfana a la popular cafetería ‘Doña Mariquita’, situada en la plaza de Uncibay, que regentó durante 17 años junto a su hermano Fernando.

‘Doña Mariquita’ no abrió ayer por la mañana. Muchos parroquianos y ‘vecinos’, como Francisco llamaba a los trabajadores de La Opinión, se encontraron con la sorpresa de la noticia. De improviso, sin nadie esperarlo, apenas unos meses después de jubilarse y tras superar una revisión médica con engañosa tranquilidad. La marcha de Francisco deja a la cafetería sin uno de sus referentes. Su presencia como camarero durante 17 años marcó a muchos clientes, que se encontraron con una persona de gran sentido del humor y profesionalidad. Era difícil verlo quieto. Hace unos años comentaba que una vez le pusieron un podómetro y marcó cinco kilómetros recorridos atendiendo mesas. Y no fue en una de las jornadas más duras.

Viajero incansable

Francisco Villén tuvo una vida azarosa. Muy joven se fue a Madrid con la ilusión de hacerse hermano marista. Tras dos años de estudios, comprobó que la vida le tenía reservados otros caminos. Volvió a Málaga, estudió un módulo de electricista en la antigua Escuela Franco y empezó a trabajar en Italcable. No encontró allí su vocación. Buscó otros caminos y los encontró en una zapatería que montó en los números 11 y 13 de la calle Comedias, en el llamado edificio Kodak. Allí regentó durante 22 años ‘Calzados Villén’.

La llamada de su hermano Fernando para trabajar en la cafetería ‘Doña Mariquita’ le hizo dejar los zapatos y cambiarlos por un sinfín de mitades, nubes, sombras y solos, sin contar con el “sandwich marinero” que servía con soltura tras prepararlo con esmero su hermano. Pero tras el camarero eficaz y profesional había una persona de una extraordinaria cultura y sensibilidad. Lector empedernido, de cuatro a cinco libros semanales, amante de la pintura, viajero incansable y cocinero destacado. Había recorrido todo el Norte de África, se declaraba un apasionado del desierto, con sus amplios espacios y contacto con la naturaleza. Marruecos, Egipto, Túnez, Argelia... fueron algunos de los países que visitó. Siempre buscando rincones perdidos, con una curiosidad inagotable por el mundo árabe y comprando especias para preparar sus platos.

La lectura formaba una parte importante de su vida. Una planta de su casa estaba dedicada a acoger libros y los cuadros que coleccionaba. Dormía poco, unas cuatro horas al día, una bendición para quien disfruta leyendo. En las páginas de libros aprendió y vivió con tanta intensidad como en su día a día. En los próximos días se celebrará el funeral por su alma en la parroquia de los Santos Mártires de la capital.

Jubilado

Francisco Villén cumplió 65 años en el mes de agosto de 2009, iniciando así su jubilación, que se antojaba tranquila y que fue cercenada de forma repentina el pasado 1 de marzo, a las nueve de la mañana.

Trabajo

Trabajó como electricista durante un breve periodo en Italcable, para abrir luego ‘Calzados Villén’. Tras 22 años, lo cerró para colaborar con su hermano en la popular cafetería ‘Doña Mariquita’, en la plaza de Uncibay y heredada de su padre. Allí estuvo durante 17 años como camarero y cocinero ocasional.