Se acabó la ceremonia del racionamiento, la preocupación por cortes inopinados, la vuelta a la tinaja, la tierra agrietada por el sol. Las lluvias del pasado invierno han demudado la situación hídrica de la provincia que, al menos de momento, se mantiene en valores impropios de la carestía meridional. Los pantanos han pasado de un aspecto subdesarrollado a rebosante, con coqueteos continuos con el tope que obligan, incluso, a desembalsar agua. Tanta como para iluminar una ciudad, y no es una exageración.

Según la delegada provincial de Medio Ambiente, Remedios Martel, la liberación de excedentes no sólo es sinónimo de una situación reposada y cercana a la holgura, sino también de facturación de energía limpia. Cada vez que se abren las compuertas de los embalses, se producen recursos. Hasta hace poco su valor era testimonial, pero con las lluvias y la cercanía a los máximos de seguridad empiezan a conformar volúmenes extraordinarios. Martel habla de una producción de 15 millones de kilovatios a la hora, lo que equivale al abastecimiento de 400.000 hogares.

La apertura de las esclusas de los pantanos, que volvieron ayer a desembalsar agua, ha generado la energía eléctrica que requiere poco menos de un cuarto de la población. Un beneficio que se suma a los más tradicionales, caso de la agricultura o el suministro para consumo doméstico.

A pesar de la facturación eléctrica, Martel recordó que el desembalse de recursos viene determinado por razones de seguridad. Los pantanos están al 95 por ciento de su capacidad, lo que los sitúa al límite durante los días de lluvia. Durante la jornada de ayer, se achicó agua en el Conde del Guadalhorce, Guadalteba y Guadalhorce, a razón de 46.800 metros cúbicos a la hora.

De acuerdo con Martel, los embalses no han abierto sus compuertas, salvo momentos puntuales y prácticamente fugaces, desde el final de la etapa de lluvias. En el invierno, la imagen se convirtió en habitual y no sólo en La Concepción, que acostumbra a conversar con el tope, dada la modestia de sus dimensiones. Un comportamiento que parecía casi inverosímil hace tan sólo doce meses.