Pasaron los tiempos de la comba, de las cartas perfumadas, del lanzamiento de piedritas en la ventana y la hora clandestina. Los adolescentes ya no creen en los parques, o al menos, sólo a medias, en código riguroso de botellón y de pandilla. María deja la mochila, saluda a sus padres, se reserva una mueca para su hermano, al que apoda El Tijeritas, y entra en su dormitorio. Minutos después se escucha la música de inicio de Windows. "¿No te parece raro pasarte la tarde frente a una máquina?" María mira como si tuviera enfrente a un cavernícola.

La evolución de las nuevas tecnologías tiene una velocidad de Rolls Royce. Un desencuentro de apenas cinco años te conduce directamente a las catacumbas. No hace tanto, quizá una década, el uso abusivo y social de internet era sinónimo de acné y política de tartamudo. Los jóvenes adaptados iban a la playa y daban risotadas frente a las franquicias de las hamburgueserías, los otros, solitarios y desesperanzados, se consolaban con los ordenadores. Félix Moral, profesor de Psicología Social, advierte de la renovación de las costumbres. Los internautas ya no buscan a desconocidos, el imperio del chat ha pasado a mejor vida. "Ese chaval tiene pinta de ser de Chilluévar, Jaén". "No, vive en el barrio de la Luz, vamos juntos al instituto", responde María.

Twitter, Tuenti, Facebook. Muchas son las redes sociales que ocupan el tiempo de los estudiantes y en casi todas el reparto es el mismo. Poco de amistades brumosas, de contactos hechos en tardes de asueto por páginas de deportes, de música. Se apuesta por los compañeros de la escuela, por la generación de primos, e, incluso, de vecinos. Referencias con las que se podría jugar a las chapas sin necesidad de enrolarse en una flota, de agarrar un autobús. La primera gran virtud de las nuevas tecnologías, la superación de la distancia, les resulta a la chavalería tan indiferente como un catálogo de juegos reunidos.

¿Por qué no se ven en la calle? ¿Tienen miedo del tête à tête? ¿Del mundo en tres dimensiones? María, de nuevo, aporta la respuesta. Cuenta que de cinco a seis debe permanecer al cuidado de El Tijeritas. Más tarde se ocupa de los deberes y acude a clase de inglés. Después de la cena no le dejan salir de casa. Un golpe de ratón la sitúa al lado de sus amigos.

Ventaja número uno. Las redes trituran el tiempo. A cualquier hora, alguien aparece en la pantalla con el símbolo que indica que está operativo. Félix Moral sugiere que internet en manos de un adolescente se convierte en una suerte de versión posmoderna del patio de vecinos. María saluda desde el tragaluz de su teclado. No hace falta que tape lo que escribe. Es la nueva hermenéutica, el jeroglífico de la tribu. "En ksa!!!!!!!! D:D:D". El ciberespacio parece que no favorece el intercambio de monólogos. Las frases son cortas, de una agilidad morbosa, dispuesta a sacrificar letras, circunloquios, ortografía. Se habla con todo tipo de referencias vivenciales. De vez en cuando, aparece una foto que recomienda una canción o jalea a un equipo de fútbol. Es lo único que aparta la atención de las alusiones a momentos compartidos. "En general los usuarios son chicos que tienen una vida social activa al margen del ordenador y las redes se convierten en una prolongación de esa vida", apunta Moral.

¿Sólamente eso? ¿Un reemplazo para las tediosas horas de encierro, de simulación frente a los apuntes? El experto abre paréntesis y sienta cátedra sobre la comunicación no verbal. Ventaja número dos. Desinhibe, entabla un escenario de mayor intimidad, se desembucha sin tanto remilgo. "Hay más facilidad para hablar de cosas personales, sobre todo, entre los más tímidos", resalta.

Si se le llama patio de vecinos, la definición queda incompleta. Las redes sociales también tienen mucho de pasarela, de vídeo promocional de uno mismo. María te recibe en su dirección con una foto en un columpio. Los rizos tocados por el viento, la mirada pendiente de las estrellas, chaqueta vaquera, camiseta de su banda favorita. Se ha hecho fan de un listado que se pronuncia en contra de las señoras que se enfundan el chándal y quedan para ir a andar (sic), de la expulsión de no sé qué chica de Gran Hermano, de los amigos de Sin Chan, de El Canto de El Loco y la readmisión de un periodista deportivo. "Los perfiles son usados para vender una imagen en la que la identidad se parece más a lo que se quiere ser que a lo que se es. Se minimizan los defectos, se intenta sacar partido a los rasgos positivos", comenta Moral.

No es un tópico. Basta con escuchar a un adolescente para cerciorarse de que si no estás en la Red, prácticamente no existes. A la reina del instituto ya no le vale con cumplir con los rituales tradicionales de investidura. María muestra a la chica más popular de su clase de cuarto y suspira aliviada por haber sido aceptada entre sus contactos de Facebook. Se compite por contar con la firma de mayor reputación de la tribu, por engrosar la lista hasta límites casi de listín de teléfonos, por lograr que Sergio te deje un mensaje en el muro. La gloria pasa por el ciberespacio. Es un nuevo campo de batalla, con sus logaritmos de exclusión, de conquista. " Q tas perdia wapi", le comentan a María. Qué chiquillos. Leyendo esto parece normal que Góngora a veces les resulte inaccesible. Sufre la comba, los padres se hacen preguntas.