La historia del pueblo saharaui y su unión y vinculación con las familias andaluzas y malagueñas arranca ya de lejos. Hace más de 15 años que los más pequeños de la saga pisan las ocho provincias de la región para pasar unas semanas de descanso, buena alimentación, playa y ocio, lo que les repercute directamente en su estado de salud. Ayer aterrizaron en el Aeropuerto de Málaga los dos primeros aviones de una nueva edición del Programa Vacaciones en Paz. Portaban a 300 niños. Éstos, en su mayoría, pasarán la época estival con familias gaditanas.

Hasta el próximo día 21 serán 13 los aviones y 2.000 los niños saharauis de entre 8 y 12 años que vendrán a Málaga y se distribuirán por casas de toda la región. Concretamente en la provincia permanecerán 163, que mayoritariamente llegarán el día 20, según explicó el presidente de la Federación Andaluza de Asociaciones Solidarias con el Sáhara (Fandas), Francisco J. Guerrero.

La historia de este pueblo es compleja y sus condiciones de vida, aunque han mejorado sensiblemente a lo largo de estos años, son duras y especialmente en verano donde puede llegar a soportar 50 grados de máxima. Para entender sus circunstancias es necesario rememorar su historia más reciente. Después de la evacuación del Sáhara Occidental por el ejército español en noviembre de 1975 y de la simultánea invasión por los ejércitos marroquí y mauritano, miles de saharauis tuvieron que huir de sus hogares para refugiarse en la hammada de Tindouf, en Argelia, o en las regiones más recónditas del Sáhara Occidental, relata Guerrero.

Desde entonces, se hallan los refugiados saharauis en este lugar, auxiliados por la ayuda internacional. La población de los campamentos se cifra en 180.000 personas. Gran parte son mujeres y niños, ya que los hombres están movilizados en las zonas liberadas.

Las condiciones de vida

La educación, la sanidad y la alimentación han dado un salto más que notable en estos cerca de 35 años en los que los saharauis se han organizado, pero siguen residiendo en un campamento de refugiados, de forma que dependen en un porcentaje muy importante de la ayuda de organismos internacionales para comer.

Cada familia recibe al mes una cantidad de alimentos básicos (azúcar, té, harina, arroz, lentejas, aceite y leche en polvo), proporcional al número de miembros que la componen. «La vida es durísima. Están en el desierto del desierto lo que endurece las condiciones de vida al tener que combatir al viento siroco. La tierra no es productiva por lo que requieren estas ayudas», indica el presidente de Fandas.

La alta tasa de analfabetismo también se ha visto superada ante el esfuerzo de este pueblo cuyo segundo idioma es el español. El Programa Vacaciones en Paz arranca ya desde hace 15 años y ha permitido el paso de 30.000 niños por Andalucía. «Se trata de un programa cultural, solidario, de intercambio entre el pueblo andaluz y el saharaui. Ellos, los niños, son los pequeños embajadores», comenta. Francisco Guerrero, que capitanea esta difícil empresa, dice además que los pequeños son el «rostro amable» de un conflicto latente. «Es duro vivir aquello en verano, a 50 grados. Aquí pueden comer bien, frutas y verduras, y bañarse en la playa», destaca.

Y es que «el pueblo saharaui te atrapa». Así lo resume el representante de la federación que comenzó siendo acogedor al igual que estas cientos de familias andaluzas solidarias. Muchas de ellas ya no pueden pasar sin el cariño de esos pequeños y viajan también posteriormente a conocer a las familias saharauis, a aprender de su «dignidad», a entender su historia, su sufrimiento, sus duras condiciones de vida y su coraje. Ayer llegaron 300 de estos niños, símbolo de la inocencia y del futuro. Bienvenidos.