Respetar el medio ambiente en general y a los animales en particular pero a la misma vez velar por el bienestar y la salud de los ciudadanos y de la propia urbe. Un complejo cometido. Las palomas constituyen en la ciudad de Málaga un problema difícil de controlar que se mantiene año tras año. El Área de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Málaga ha realizado en los seis primeros meses del año 624 actuaciones para controlar el censo de estas aves y de las gaviotas, que también generan las mismas dificultades.

Aunque el número es inferior a las acciones que fueron necesarias en el primer semestre de 2009 con 873, las palomas siguen constituyendo un problema en la capital, según comentó a este periódico la concejal de Medio Ambiente, Araceli González.

Del total de intervenciones en 2010; 318 fueron demandadas por los ciudadanos (122 relativas a gaviotas y 196 a palomas) y 306 actuaciones planificadas de oficio por el propio departamento municipal (111 de gaviotas y 195 de palomas). Se trata de una cuestión con una doble visión, por un lado la de los amantes de los animales y, por otro, el problema que genera en la ciudad tanto en el tema de salud –son transmisoras de enfermedades– como en el de suciedad y conservación de las calles, corrosión de casas y edificios emblemáticos e incluso monumentos; así como atascos en desagües y los malos olores. Las principales actuaciones van encaminadas fundamentalmente a pinchar los huevos para destruirlos y evitar que se produzca una invasión de la ciudad por parte de estas aves.

«Es un problema evidente y nuestra acción no es una actitud caprichosa. Además, nuestro clima favorece su desarrollo. Aquí pueden criar todo el año. A cinco puestas al año con una media de tres crías por puesta, el número sería inabarcable», explicó la concejal. A esta realidad se unen las malas prácticas de determinados ciudadanos que alimentan a estos animales, lo que está prohibido y multado por ordenanza, creándose en determinados solares o edificios abandonados lo que se denominan palomares urbanos.

El excremento de la paloma, denominado palomina, en contacto con el agua es capaz de disolver piedra, explica la edil. Una paloma excreta entre dos y cuatro kilos al año. Además del deterioro sobre edificios, calles, cornisas, mobiliario urbano y monumentos en general no hay que olvidar que transmiten enfermedades como la salmonela, además de parásitos, bacterias y hongos y que están en contacto con las personas o las fuentes públicas.

«Hay determinada población que no tiene buena opinión porque las capturamos o pinchamos los huevos, pero las palomas y las gaviotas son un problema importante en ciudades como Málaga que tenemos y debemos controlar», insistió la edil a este periódico. Si no fuera así, continuó, proliferarían ya de manera incontrolada a lo largo de toda la ciudad, generando aún mayores conflictos en el municipio.