Hace unos días, los responsables de la Guía de Parques Escultóricos de Europa visitaron el Parque del Oeste y se asombraron de estos 70.000 metros cuadrados de parque, en donde crecen pinos, palmeras washingtonias, grevilleas y más de 40 esculturas del alemán Stefan von Reiswitz.

Las creaciones de este bávaro afincado hace medio siglo en Málaga recuerdan, por su arrebatadora fantasía, las que jalonan el inolvidable jardín de Bomarzo, al norte de Roma, un mundo ensoñador de piedra, encargado por el duque renacentista Pier Francesco Orsini.

El Parque del Oeste no ha dejado de incorporar obras del artistas, las últimas de ellas, una que inmortaliza a la marquesa de Chinchón paseando a su perro y El pacificador, un héroe de la antigüedad con la espada en el suelo que mira extasiado un pájaro.

Pero hay más obras de don Stefan en perspectiva, y la sirena varada (una de sus primeras obras, que hace guardia en la zona del estanque más próxima a la calle Pacífico) muy pronto tendrá un caracol de compañero, con el que pueda entablar una escultórica conversación.

Otro de los puntos fuertes del parque ha sido su aumento de zonas verdes, triplicadas con respecto a los años 90. El magnífico diseño del arquitecto Eduardo Serrano fue completado con el paso de los años, y además de más plantas y paseos, se rebajó la altura de los muretes de ladrillo que dejaban zonas aisladas que comprometían la seguridad.

Hablando de seguridad, fuentes del Parque del Oeste informan de que han bajado los actos vandálicos (el día de la visita, no obstante, dormitaba un carrito de la compra en el estanque, recuerdo de la noche de San Juan, aunque fue retirado nada más ser localizado). «Tú le das a la gente cuidado y te devuelve respeto», afirman estas fuentes, que destacan que los fines de semana y festivos hay vigilancia, que se dobla por la tarde-noche.

Y aunque a veces se sorprende a «pescadores de carpas», las pintadas por ejemplo han bajado mucho por la acción constante de los trabajadores del parque.

Las carpas

Las mencionadas carpas del Parque del Oeste merecen un capítulo aparte, porque no proceden de iniciativa municipal alguna, sino que descienden de las aportadas por el propietario de un establecimiento vecino, amigo de la pesca, que deposita sus piezas en el estanque.

Otro asunto curioso es la presencia de tortugas de tierra, abandonadas por sus dueños «e incluso nos han llegado a dejar gallinas», comentan fuentes del Parque.

Anécdotas aparte, esta zona verde cuenta con un servicio externo para el mantenimiento de su parque zoológico y que tiene un servicio veterinario. De momento, el parque cuenta entre sus «estrellas» con cabras del Camerún y un emú, pero se está planteando incorporar pequeños canguros que den «uniformidad» australiana al recinto para los animales, que además se adaptarían mucho más al hábitat de sus criaturas.

Cuidados

Ocho personas están a cargo del parque. El gerente de la sociedad municipal que se encarga de esta zona verde, el economista bilbaíno Miguel Otamendi, señala que el auge de la zona verde se debe, primero al trabajo de la entonces concejala de Parques y Jardines, Ana María Rico, y de la actual concejala, Teresa Porras.

Abierto de lunes a domingo, normalmente hasta la medianoche, el Parque del Oeste tiene además el único gimnasio para ancianos de Málaga, preparado para ejercicios que fomentan la «soltura» de las articulaciones (entiéndase «soltura» como «buena forma»).

Por las tardes, reconocen fuentes del Parque, «está a tope», en un distrito con 165.000 personas. Y la zona verde no parece «desgastarse por el uso» porque los paseantes la hacen suya. Quizás uno de los mejores ejemplos de esta «toma en propiedad» del parque por los vecinos se localice en las higueras que pueden encontrarse en algunos rincones de la zona verde.

Esta parienta de los ficus recibe las visitas de muchos paseantes, a los que les encanta tocar las brevas para ver si ya pueden ser recolectadas. Los amantes del campo tienen aquí también su sitio.

Como curiosidades, el estanque, que ocupa 11.000 metros cuadrados, cuenta con un sistema de «microondas» para que no se reproduzcan algas que invadan todo el espacio.

Además, el «géiser» que domina el estanque cuenta con un motor de 15 caballos que eleva un chorro de agua «controlado», ya que un anemómetro vecino mide la velocidad del viento y si este arrecia, el géiser se corta para evitar que «duche» a los usuarios del Parque.

En los últimos tiempos el parque ha reducido su espacio por la llegada de un aparcamiento municipal, en la zona norte. Esto ha empujado a llenar de pérgolas esta parte vecina de las pistas deportivas. En estos momentos, el Parque trata de sanear un futuro campo de flores, por la presencia de la pérfida «castañuela», una cebollita que se extiende por el subsuelo, y que resulta muy complicado de retirar.

Quizás el Parque del Oeste no pueda competir con otras zonas verdes de Málaga en riqueza botánica, pero ha sabido convertirse en el mejor cuidado y el que más derroche de ingenio y fantasía presenta. Para los próximos meses está prevista la llegada de un friso de alargados «demonios» salidos del taller de Stefan von Reiswitz, que alegrarán una enorme pared demasiado rotunda.

Es probable que en la próxima edición de la guía de parques escultóricos de Europa aparezca esta zona verde única en España, dedicada a un sólo artista y que cada año no deja de reinventarse. Las similitudes con el jardín fastuoso de Bomarzo van más allá de un titular de periódico.