Hubo un pie, manchego y homérico, y una pelota. España está enferma de euforia. Desde que Andrés Iniesta marcó el gol, se borró la decepción. La crisis se volvió suave, o al menos, lo suficientemente ligera como para no estropear el cutis. La cifra de parados sigue siendo kilométrica. Rellena por sí misma cuatro celebraciones de la Roja. Por unos días, Málaga transmite optimismo. ¿Es sólo un estado de ánimo o se traducirá en la economía? Cuento de hadas o síntoma de progreso, llega la hora del balance.

De las repercusiones de la españolada del siglo ya se ha escrito mucho. Se habla de una confianza trasladada al mercado bursátil, de un clima general de optimismo capaz de sentar al desempleado en un restaurante y al camarero en un jacuzzi. Algunos expertos apuntan a la reactivación del consumo. Todo por una pelota. ¿No será un señuelo, la enésima exageración de los andaluces?

Por el momento, existe un hecho tangible, especialmente para la tropa esforzada de Limasa. La noche que se proclamaron campeones, se montó una batahola que ríanse de la feria. Jóvenes y mayores en el Centro y no precisamente con botellas de agua de grifo. Juan Ramblas, delegado de salas de fiesta en la patronal hostelera, Aehma, asegura que los puestos de comida y bebida hicieron su agosto en pleno julio. Los locales tampoco se pueden quejar. Sobretodo, si se tiene en cuenta que sucedió en domingo.

Muchos establecimientos nocturnos acostumbran a cerrar sus puertas en la última jornada de la semana. Su facturación se incrementó un cien por cien. En el resto, el aumento de las ventas se cifró en un cuarenta por ciento. «A partir de las tres fue cuando se acudió masivamente a los bares», señala Ramblas.

El río de oro no anegó, sin embargo, al resto de la hostelería. Los malagueños, salvo contadas excepciones, no disfrutan lo mismo del partido en una barra de bar, en compañía de las croquetas y de desconocidos. Eso está bien para la Liga, pero para la disputa nacional, aquí se prefiere el ambiente íntimo. Rafael Prado, presidente de Aehma, asevera que el Mundial ha comportado un ligero repunte en la economía de los establecimientos, pero no se puede hablar del milagro de Iniesta entre los restauradores. «Los partidos han sido televisados en abierto y salvo algunos casos, peñas especializadas o difusiones masivas, se ha optado por permanecer en casa», resalta.

Sobre las consecuencias del triunfo en el consumo, Prado se muestra receloso. Insiste en que la placidez tiene un enemigo desmesurado: el paro. «Por muy contentos que estemos, se vuelve a la rutina y el dinero sigue siendo el mismo», reseña.

Su compañero Juan Ramblas completa el argumento. Sostiene que el ocio nocturno no es un estado de ánimo. «La gente siempre ha tenido ganas de salir, gane España o no, lo que pasa es que no se lo puede permitir», razona.

Enrique Gil, presidente de la Federación de Comercio de Málaga (Fecoma), deja constancia también de su escepticismo, aunque, en este caso, acompasado con una ligera película de esperanza. El Observatorio del Comercio de la Provincia se ocupará de medir la influencia del campeonato en su próximo estudio. Las primeras impresiones, no obstante, no invitan a pensar en un cambio de tercio repentino. Las rebajas siguen, de momento, con su pauta moderada. «Ojalá que las victorias españolas tuvieran una transferencia directa en el consumo. Si fuera así, con cada torneo de Nadal se solucionarían muchos problemas».

Gil atiende a otro tipo de beneficios, quizás menos inmediatos, pero igualmente positivos. Cita, por ejemplo, la buena predisposición en la Bolsa, pero también la campaña de promoción derivada del triunfo. El nombre de España, sostiene, está ahora en boca de publicaciones especializadas y noticiarios de todo el mundo. A nivel mediático, las trascendencia es incuestionable. «Ha supuesto una repercusión mediática que difícilmente se podría haber costeado desde las oficinas de turismo», precisa. El reto, según Gil, consiste en que la popularidad de España se traslade al bolsillo, que la curiosidad por la selección incite a agarrar un vuelo, a conocer sus tierras y provincias. El verano juzgará las dimensiones del éxito y del golazo del manchego.