No sabemos si le hubiera servido de inspiración a Picasso, o si ésta se equivocaba, como en el poema de Rafael Alberti, pero está claro que la paloma de la foto tenía sed y quería saciarla en una refrescante fuente de los jardines de la Catedral, una de las pocas que existen, por cierto. El inquieto chorrito de agua ejerce una poderosa hipnosis en el animal, que no se atreve a meter el pico en el líquido elemento. Las palomas suponen muchos problemas en las grandes ciudades, porque sus excrementos son altamente corrosivos. El Ayuntamiento lleva a cabo distintas actuaciones para reducir la población. Pero, de momento, ahí siguen.