El sol quema las marquesinas y duplica el peso de las maletas. Una señora se detiene en busca del andén y en menos de cinco segundos se encuentra rodeada por una muchedumbre de pelo ensortijado. Los mismos pantalones, las mismas gafas. ¿Un grupo de hare krishna pasados de rosca? ¿Un sínodo de la melena? La respuesta está en el calendario. Verano. Época de los grandes festivales. Parece rematadamente moderno, pero no lo es. Los abuelos de la muchachada también creían en las guitarras. Entonces se llamaban certámenes de la canción. San Remo. Benidorm y, por supuesto, la Costa del Sol. Sí, han oído bien. En Málaga se organizaba una cruzada de flequillos de órdago. Quizá no tan popular. Puede que, incluso, fracasada, pero representativa como pocas del espíritu de los sesenta. Con sus casticismos y sus intentos, a menudo desesperados, de enunciar un cambio de orden hasta en el grosor de las patillas.

El verano del 68

Se le llamó Festival Internacional de la Canción de Málaga Costa del Sol. Era 1968. Los franceses correteaban delante de la policía, vibraban los adoquines y los acordes eléctricos. Los jóvenes entendieron que el destino en el que veraneaban las estrellas de Hollywood no podía permanecer al margen del circuito de los nuevos tiempos. Había razones que invitaban a creer en la posibilidad de dejar a los de Benidorm con cara de desbordados primerizos. Se derrochó entusiasmo e inversión. Se programó un fin de fiestas ambicioso e, incluso, se apostó por un artista de lujo, Johnny Hallyday, el huracán francés que rivalizaba en majestad con el mismísimo Elvis Presley.

Una panda muy ye-yé

Los nombres de las bandas que participaron en el estreno se merecen una heráldica ye-yé al lado de la fotografía. Los malagueños que se acercaron al Paseo del Parque para disfrutar de la primera edición del festival se encontraron con las canciones de grupos como Eduardo y las Windys, Los Bimbos o Enzo Pavone. Las estrellas del plantel, con permiso de las caderas de monsieur Hallyday, eran Los Gritos. Probablemente ahí estribe el fracaso del certamen. No en el conjunto, sino en el trato que le dispensó el jurado, incomprensible para buena parte del público.

Polémico gran fallo

El grupo malagueño era, junto a Los Íberos, la gran referencia del rock nacional. Habían triunfado en Madrid, se les escuchaba desde Cádiz a Santurce y acababan de proclamarse ganadores de uno de los premios de Benidorm. Su participación en el concurso parecía un homenaje encubierto. La banda tocaba frente a su público, con las guitarras afiladas al lado de la familia. Contra todo pronóstico, quedaron segundos. Málaga es así. La muy leal y hospitalaria.

El declive y la tercera edición

La dirección del festival intentó remendar el error y convocó a Los Gritos a la segunda edición. Esta vez en calidad de estrellas invitadas. Los músicos capearon el temporal. Eran buenos chicos. El presupuesto, no obstante, se redujo y la tercera entrega del certamen, ya en 1970, se marcó un viraje extremadamente ibérico con la incursión de Víctor Manuel y Andrés Pajares. Algunos apuntan al coste de no mantener una fecha,otros a fallos de organización, pero lo cierto es que el festival no resistió el último envite. La alternativa andaluza a San Remo se vino abajo en tres ediciones, aunque con la satisfacción de fundar un recuerdo de uso frecuente para nostálgicos y pioneros de la chupa y las gafas de sol.

Trofeos y el son de los jabegotes

La memoria del efímero certamen de la canción de Málaga dibuja una sonrisa. Para ampliarla, sólo hay que atender al repertorio de algunos de los artistas. Entre ellos, Los Jabegotes y su canción Olé la Costa del Sol: «Marbella, Torremolinos y Málaga capital / te ponen la piel morena / con su sol y con su mar». Tampoco viene mal evocar uno de sus premios, el trofeo de la agrupación sindical provincial de Radio y Televisión . Podrán ser Madonna, Sid Vicious o Rocío Jurado, pero siempre contarán con un hueco en sus vitrinas. La Costa del Sol fue Benicassim, a su modo, con un cenachero de oro para el ganador.