Literatura, paseos vespertinos con sus perros, el nieto, comisiones políticas. El huracán de Humilladero ha colgado oficialmente las botas, pero sigue con ganas de correr. Acaba de perfilar su primer volumen de memorias, Un jornalero en los secretos de Estado (Almuzara), que será presentado mañana, a partir de las 20.30 horas, en Turismo Andaluz.

Su segundo libro en apenas tres años. ¿Siente nostalgia de la política o es así de fértil por naturaleza?

Si me pregunta si echo de menos la política institucional, lo tengo bastante claro. No tengo mono. Confieso que a veces, cuando veo la mediocridad de muchos representantes, las respuestas ante la crisis, me apetece estar ahí, pero la literatura no es, ningún caso, mi metadona para desengancharme de la política. Cuando me retiré me habían diagnosticado la enfermedad, pero el médico me permitía seguir en primera línea en plenitud de facultades. Lo que pesó fueron los treinta años como representante, se imponía otra etapa.

¿Sigue pensando que Felipe González le arrebató la alcaldía?

Felipe me la tenía jurada por mi papel en la comisión de investigación del GAL y el caso Roldán. Cada vez que hablaba de la presunta conspiración para acabar con su mandato, me situaba en la punta de lanza. Según cuenta Anasagasti, me tenía pavor. La única manera de que nos apoyasen en Málaga era que renunciáramos a criticar la corrupción.

¿Le supuso una gran frustración?

Sí, pero no sólo a mí, sino a toda la izquierda. Fue muy doloroso porque por primera vez Izquierda Unida había superado en votos al PSOE en una gran ciudad y se permitió que gobernara el PP en solitario.

¿Fue el peor momento de su carrera política?

No, fue doloroso, pero permanecí cuatro años en la oposición, peleando porque salieran proyectos como la expropiación del Cortijo de Torres. También logramos que se aprobara la creación del Festival de Cine, que fue una propuesta de IU, y que se limitaran las construcciones en el Paseo Marítimo. ¿El peor momento? Probablemente el asesinato de García Caparrós o los malos resultados con Santiago Carrillo.

¿Y el recuerdo más dulce?

Quizá el regreso de los exiliados, que nos produjo una felicidad enorme, y el haber formado parte del primer Parlamento andaluz. He tenido la suerte de participar en las sesiones en las que se decidió la bandera y la autonomía y cerrar el ciclo con aportaciones al nuevo Estatuto.

¿Cómo ve a su partido en Málaga?

Hemos pasado una etapa mala, con divisiones, pero ahora las expectativas son buenas. Tanto Izquierda Unida como el PC son fuerzas muy ligadas a Málaga, que las lleva casi en su ADN. La provincia siempre ha sido muy roja. De aquí fue, incluso, el primer diputado de la historia del PC, Cayetano Bolívar, en la República.

Me han dicho que se lleva usted de fábula con el Rey...

Tenemos una relación cordial y amable. Coincidíamos en recepciones y actos oficiales. Como republicano, nunca he tenido problemas en hablar con él de galgos y de economía. Siempre he tenido claro que hay que diferenciar entre la política y las personas.

¿Qué aprendió en sus años de jornalero?

El campo te enseña muchas cosas, a ser un hombre sencillo, por ejemplo. Nunca fui representante agrario, sino de comisiones relacionadas con las fuerzas del Estado. Después de tantos años de represión, me interesaba su trabajo para salvaguardar los derechos y libertades.