Los versos de Lola Calderón surgen de una vida de sacrificio y están hechos con el corazón. Nacida hace 62 años en la calle San Patricio, en pleno barrio de la Victoria, recuerda como si fuera ayer las visitas a la finca de Olona, en los Montes de Málaga, propiedad de un primo hermano de su madre y que disfrutó durante muchos años, con vistas incomparables de la ciudad.

Tampoco olvida las visitas con su madre Dolores a la Vers, para llevarle la fiambrera a su padre, Rafael, que trabajaba de carpintero. Pero su padre fallece a los 40 años y Lola, con sólo 10 años, tiene que enfrentarse a la vida, dejar los estudios en las Adoratrices y ponerse a trabajar. «Mi primer trabajo fue en la calle Cristo de la Epidemia, en un taller de punto, pegando las patentes de los jerseys», recuerda. Con 12 años estaba trabajando en la calle Méndez Núñez de devanadora (devanando el hilo) y cobraba 7 pesetas y el siguiente paso fue convertirse en maquinista en Santa Julia. «Me iba por la mañana en el autobús y volvía por la noche», destaca. Entonces sólo tenía 14 años.

El destino le puso en el camino de la manicura: «Mi prima, que era manicura y tenía media Málaga se casaba y cogí su trabajo», explica, así que Lola comenzó un ritmo de trabajo que le llevaría, durante 30 años, a visitar las casas de conocidas familias de Málaga y de las que cuenta que nunca dirá nada. De paso, se ha llevado el cariño de la siguiente generación, como el escritor Pablo Aranda, que le presentó uno de sus libros.

«Yo como manicura iba a 90 casas, divididas de lunes a sábado», cuenta. Un trabajo agotador, siempre a la carrera, con un bocadillo cuando tenía un hueco, «sin seguro ni mes de vacaciones» para poder reunir 200 pesetas. «Me mojaba, pasaba calor, tenía hambre, tenía de todo», cuenta. Aunque también pasó momentos muy agradables con su trabajo.

Pero sin duda, uno de los mejores momentos de su vida llegó en esa fiesta con «picú» y seguramente música del Dúo Dinámico y Los Cinco Latinos en la que conoció, con 15 años, a Francisco Caña Baena, fallecido hace poco y con quien formó una familia muy unida y tuvo dos hijas.

Hace 15 años, coincidiendo con la obtención del graduado escolar, comenzó un interés por la lectura y la escritura que no ha hecho más que crecer, así que empezaron a surgir las poesías y los libros (Amores y Soledades, Inquietudes del alma, Tu ausencia es mi camino y Ven a mí como siempre estoy) y los actos en su querido Ateneo de Málaga, en esos tiempos en los que aún seguía en la plaza del Obispo.

«Tú escribes para ti porque te gusta pero luego el que te llamen los amigos y te digan que les ha encantado, eso es doble premio», confiesa, mientras explica que ella misma se edita los libros, que luego reparte a sus seres más queridos.

Entre sus escritores favoritos se encuentran Pessoa, Benedetti, Francisco Fortuny, Hemingway, Antonio Soler, Neruda y María Zambrano.

La sonrisa siempre presente en Lola Calderón es el reflejo de una mujer luchadora que ahora escribe con toda su alma. Se lo ha ganado.