En inglés lo llaman patchwork, literalmente «trabajo con parches o retales», pero en español tiene un sonido mucho más bonito y la palabra la encontramos por primera vez en un texto del siglo XVII: «almazuela». ¿Es almazuela un diminutivo de alma? en todo caso, mucha alma hay que poner para crear de la nada una tela con combinaciones de colores y dibujos llenos de tanto encanto.

«Antes había hecho labores, pero esto es el non plus ultra de las labores», bromea Consuelo Carrillo de Albornoz, que añade que es una ocupación «que distrae la mente de manera envidiable, se hacen amistades y el ambiente es muy cordial».

Cinco años lleva Consuelo, que ha sido profesora de manualidades, creando auténticos cuadros en tela gracias a su participación en el taller de almazuela que dirige Amparo Ruiz Cillero en el Limonar Alto (calle La Era, 18). Y en algunos de esos «cuadros», como una artística colcha, ha tardado dos años.

«No es una cuestión de tiempo el hacer una colcha, si dice eso una alumna, mala cosa» explica Amparo Ruiz Cillero, que detalla que el arte de la almazuela «nació con la necesidad», cuando se aprovechaban distintos materiales para hacer una manta o una colcha y abrigarse. En Egipto, en Grecia o en las Cruzadas podemos encontrar ejemplos de este arte, que luego los famosos amish extendieron por Norteamérica.

En nuestros días, la almazuela o patchwork es una ciencia artística extendida por medio mundo que hasta tiene una película protagonizada por Winona Ryder: Donde reside el amor.

Y se celebra hasta un día mundial de la disciplina el tercer sábado del mes de junio. El año pasado, las alumnas del que es el taller de almazuela más antiguo de Málaga, lo celebraron mostrando sus creaciones junto al recinto Eduardo Ocón. Y con gran éxito: la gente no paraba de preguntar y nosotros le explicábamos que no vendíamos nada, cuenta María Teresa Carrión. Esta médico de familia descubrió los misterios de la almazuela en Ronda y al mudarse a Málaga, decidió apuntarse a las clases. «Se detiene el tiempo una vez por semana», admite.

De los beneficios de esta actividad hablan más alumnas, como la bibliotecaria Celia Martínez, que señala que lo pasa «estupendamente», mientras María Teresa y otras alumnas coinciden en que es una auténtica terapia.

Como explica Amparo Ruiz Cillero, que empezó de profesora en Cataluña hace 12 años y lleva ya una década en Málaga, lo primero de todo es emplear «tejidos nobles» como el algodón o la seda. «Aquí no entra la fibra».

La técnica

Para realizar una almazuela hay muchas técnicas, como el sistema inglés, el norteamericano o el japonés. En todo caso, debe comenzarse con un boceto, darle medidas y colores y combinarlos bien.

Las aplicaciones de este trabajo paciente y repleto de ilusión puede verse en bolsos, chaquetas, zapatillas, tapices, colchas, almohadones, edredones... la lista es enorme y los resultados, infinitos, porque como resalta la profesora: «Es algo muy creativo, jugamos con la forma y el color pero no tiene porqué salir lo mismo a los alumnos».

El laúd de Pitágoras

Entre las alumnas también está María Isabel Gálvez, que cuenta que este arte «es mi vida», aunque admite que «le mete prisa»: «Una colcha que debe hacerse en un año la puedo hacer en tres meses».

Dos de las alumnas, por cierto, han viajado expresamente desde Lérida para seguir aprendiendo. Una de ellas es María Huguet, profesora de almazuela, que confiesa que ha acudido a Málaga a aprender a hacer «el laúd de Pitágoras», una composición geométrica con triángulos que giran en contra de las agujas del reloj. «Esto es una pasión que no tiene horarios», confiesa.

Las alumnas (aunque también hay alumnos), compran los materiales en la misma tienda del taller y también hacen trabajo «de temporada», pues la demanda de objetos navideños, por ejemplo, es alta. Quienes quieran ser unos ases de la aguja creativa, pueden contactar con Amparo Ruiz Cillero en el 677 49 08 26.