Si la vida es un sorteo incierto, también está lleno de paradojas. Ayer mismo, La Opinión de Málaga publicaba sendas propuestas de Medalla de Oro de la Ciudad para el colegio de San Manuel y las Escuelas del Ave María. Esta última institución, con más de un siglo a las espaldas, fue una realidad gracias a los desvelos del doctor José Gálvez Ginachero, quien durante medio siglo proveyó de terrenos y dinero a esta gran obra educativa.

Nadie podía intuir que, al día siguiente, el foco volvería a ponerse sobre la familia Gálvez, en este caso para informar de la desaparición de una de las nietas del doctor José Gálvez en aguas del Mediterráneo turco.

Fuentes de este periódico que conocen a Patricia Gálvez Petersen la describen como «una persona buenísima, una bellísima persona con un corazón de oro y a quien todo el mundo quería».

Esta fuente no duda en señalar que era«la mejor de la familia» y que siempre había sido «muy guapa».

En el hospital Gálvez, el hospital de la familia, el silencio ayer por la tarde parecía haberse extendido por todo el centro. Fuentes del hospital, que no pudieron evitar emocionarse, describieron a Patricia Gálvez como «una buena señora» que a menudo realizaba visitas al hospital, del que también era dueña.

Una de las hijas de Patricia, Alicia Canales Gálvez, tuvo ayer la deferencia de atender a este periódico en un momento tan doloroso. Alicia lamentaba que «la única que no pudo salir del barco y salvarse fue mi madre». La hija agradeció el interés de los medios de comunicación de Málaga y también pidió respeto a la hora de tratar esta tragedia que la familia quiere vivir en la intimidad.

Paloma Gálvez Petersen había nacido en 1942 en Málaga y estaba divorciada de Enrique Canales, con quien tenía cinco hijos.

Vecina de La Malagueta, tuvo muchas ocasiones para demostrar su buen corazón, como cuando compraba regalos en Portugal para repartir entre el personal de servicio de su casa. Los comerciantes del barrio también la recuerdan por su generosidad y simpatía y ayer mismo, algunos de ellos prorrumpieron en lágrimas al conocer la noticia.

Una amiga íntima la describía de esta manera: «No era maravillosa sino supermaravillosa» y resaltó su humanidad y la capacidad para tener una palabra amable con todo el que la conocía. «Trataba a todos con el mismo afecto y cariño, era muy humana y disfrutaba cuando veía que los demás disfrutaban». El mismo día de la tragedia, Paloma llamó a su amiga para interesarse por el hijo de ésta. Un detalle más de una mujer, para muchos, inolvidable.