Habría dejado sin aliento a la camada del landismo. Su presencia hubiera sido suficiente para condensar la piscina de Gil y Gil y dejar la visión de Ava Gadner a la altura de la delectación intelectual. Linsey Dawn McKenzie no tiene sangre azul. Tampoco ha rodado con Godard, pero su popularidad entre los adolescentes la convierte en la musa preferida de la Costa del Sol. ¿Una cantante pop? ¿La nueva Hannah Montana? Sus méritos entroncan con el culto a las suecas, aunque en su acepción más ruda y desafiante con los principios de la gravedad.

Linsey ha sido contertulia de la televisión estadounidense y británica. Se ha ocupado de la página tres de diarios de tirada internacional. Bastaría con decir que no es columnista ni especialista en literatura contemporánea, sino un fenómeno de la desproporción. Su página web es una de las más visitadas de la Costa del Sol. A la joven le sobra con sus escalas extrañamente áureas. Desde pequeña lo tuvo claro. A los doce años, observó que por debajo de mentón se le acababa la niñez. Quiso sacarle partido, pero tuvo que esperar a cumplir los dieciséis para que las leyes la autorizaran a posar en bruto. Lo hizo en mitad de una gran expectación. Desde entonces no se ha vuelto a cubrir.

La pérdida de la inocencia

Si viven en Marbella, quizá haya tenido la oportunidad de cruzarse con ella en la playa o frente a las urbanizaciones de mejor reputación. Linsey acaparando miradas, Linsey comprando el pan. Pocos se podrán imaginar que detrás de sus 160 centímetros, y, sobre todo, delante, se muestra una de las grandes estrellas de la industria pornográfica, un hito del sensacionalismo inglés, tanto por su carrera profesional como por sus sonados romances, que incluyen a grandes nombres del fútbol como Ashley Cole o John Terry.

En la vida de Linsey todo es exagerado. Su prominencia fue rebajada por un cirujano, aunque sigue siendo humillante para la feligresía de la silicona. Antes de cumplir la mayoría de edad, ya era una celebridad en el mundo anglosajón. A sus fotografías en las publicaciones más representativas de la prensa popular, se unió un escándalo que, en otras circunstancias, le habría costado la declaración de persona antipatriótica y enemiga nacional, pero que en su caso resultó un trampolín.

Aparición repentina

La selección inglesa disputaba un partido de cricket contra su gran rival, Indias Orientales. Old Trafford vibraba con los golpes del stick. El juego aumentaba de intensidad. Los jugadores se quedaron petrificados. El público, también. La atención pasó de la pelota a un cuerpo que galopaba alegremente por el césped. Linsey había decidido que era el mejor método para darse a conocer. Aprovechar el partido del año para mostrar sus hipérboles anatómicas. Lo hizo y la jugada le salió bien. Fue la triunfadora del torneo, lo único que se recuerda de la final.

El Estudio ´Hard´ de Marbella

La relación de la modelo con Marbella se intensificó a medida que se inflamaba su cuenta corriente. A la conquista del Oeste, no le sucedió una mansión en Los Ángeles, sino una casa en la Costa del Sol. En los últimos años, su piscina se ha convertido en el escenario predilecto de sus películas, casi siempre subidas de tono y con su esposo como realizador.

En la biografía de la Costa

Para buena parte de la juventud de la Costa del Sol, Linsey representa un atractivo turístico superior al de las dunas de Artola. La chica ha devenido en un filón. Sus vídeos equivalen al salario de un ejecutivo de alta gama. Lejos de enmascarar su procedencia, la actriz hace ostentación de su condición sobrevenida de marbellí. El destino le parece la mejor fórmula para cubrir sus encantos casi rubensianos con boato y sofisticación.

Como si hiciera falta. La residencia de la modelo forma parte de la biografía de la Costa del Sol, acaso el único lugar del planeta capaz de reunir en la misma rotonda de la historia a emperatrices, estrellas de Hollywood, escritores y referencias de la pornografía. A José Luis López Vázquez le hubiera dado un síncope. Las ensoñaciones del landismo cristalizadas en la arena, al lado de golfistas selectos, los intereses del Times y The Sun juntos, la inercia ambivalente del edén.