Seguro que en la inauguración del parque periurbano de la Virreina algún político lo calificó de «pulmón verde de Málaga», que es lo propio.

En nuestros días, nos encontramos con el «pulmón» de un fumador empedernido, un espacio en el que los vándalos, pero también los suevos y los alanos se quedan cortos en fechorías, comparadas con cómo se las gastan algunos usuarios.

Abierto en 2003, con un inversión de la UE de tres millones de euros, el parque cuenta con 57 hectáreas de matorral y árboles autóctonos, como esos algarrobos y olivos centenarios que evidencian lo que fue la primitiva finca de la Virreina. «Por ahí cerca hay una nevara destrozada», señala Pepe Fernández. Este vecino pasea a diario por el parque periurbano, aunque reconoce que lo mejor es hacerlo en la compañía «de un perro mediano», para evitar sustos. «En esta papelera he encontrado hasta 300 litronas», detalla. Y es que, justo a la entrada del parque, en la zona más civilizada, se celebra a diario y con puntualidad británica (siempre sobre las 11.30 de la mañana) un concurrido botellón, al pie del resucitado caserón de la Virreina y siempre quedan huellas de la fiesta. Así, Pepe Fernández no recomienda que a dueño alguno de perros se le ocurra subir a un cercano mirador del parque, con vistas espléndidas de Málaga, porque en el suelo empedrado brillan, como piedras preciosas, cientos de vidrios de botellas.

Muy cerca del botellón, una caseta abierta, con el suelo cubierto de papelinas, da una idea del uso que recibe. «Por aquí los municipales ni entran y los nacionales, de vez en cuando pero ya no», cuenta este vecino, que destaca que algunas cosas han mejorado, aunque sólo sea al comienzo de este gigantesco parque, como la presencia este verano de un taller escuela que ha hecho sus pinitos de jardinería o la llegada de la luz a las farolas, después del hurto de unos 50 registros de la luz, después de cuatro años a oscuras.

«El Ayuntamiento también se ha llevado hace un mes escombros y ropa pero sólo al comienzo del parque», insiste.

En efecto, hay que pasar la zona de barbacoa, con evidencias de que un grupo de inconscientes ha arramblado con grifos y parrillas, y nada más llegar a un sofá, situado en mitad del parque y rodeado de litronas vacías, comienza la «terra incognita», una zona en la que todo puede pasar. Por ejemplo encontrar una montaña de neumáticos, un carrito de la compra y el parachoques de un coche en el cauce del pequeño arroyo de La Palma, que este año ha estado hasta mayo vertiendo sus aguas en el Guadalmedina.

«He puesto denuncias y quejas por escrito y no me hacen ni caso», lamenta Pepe.

Muy cerca de este lugar en el que muchos pierden la confianza en el ser humano, aparece una explanada con montañas de escombros, que, informa el vecino, también se utiliza como taller mecánico. «Aquí viene la gente a cambiar el aceite», cuenta.

Capítulo aparte merecen los árboles de este parque, muchos de ellos secos. «Plantaron pinos, algarrobos y encinas pero hay muchos plantones secos», lamenta, mientras cuenta que «aquí no viene nadie a limpiar ni a regar, no viene nadie, es el abandono constante», denuncia.

Hablando de denuncias, en la primavera de 2006 Izquierda Unida ya criticó el «total abandono» del parque, resaltando la presencia de basuras, vehículos quemados, escombros, basura y matas de gran altura.

Con respecto al matorral, Pepe cuenta que el parque ya ha tenido varios incendios, «por la gran cantidad de restos de litronas rotas que hay».

Un nuevo detalle se añade a lo descrito hace cuatro años: una explanada cubierta por ropa de todo pelaje. «Es ropa para ONG que termina aquí», cuenta este vecino, que también destaca que otro problema que tienen que soportar los pocos usuarios del parque son las prácticas de motocross, como lo prueban las numerosas sendas trazadas por las motos, que hacen juego con las correntías causadas por las intensas lluvias del pasado invierno. «Esto hay que regularlo o poner un circuito porque vas andando y te sale un motorista por cualquier lado».

Al otro lado del arroyo, en dirección norte, también aguardan sorpresas. Para llegar a esta otra zona del parque hay que subir por un camino de chinos, desecho por las lluvias. «Aquí hay muchos caminos perdidos porque no se han mantenido», critica Pepe Fernández.

Esta parte parece, por desgracia, un parque temático del ministerio de Fomento. A pesar de los matorrales, se adivinan una cantidad de objetos relacionados, informa Pepe, con las últimas obras llevadas a cabo en la zona: el enlace de la Virreina con la autovía. De hecho, el visitante puede admirar todo un conjunto de conos, separadores de carretera, tuberías de distintos tamaños y restos de encofrado, destacando por sus ciclópeas proporciones, un encauzamiento que, plantado en mitad del campo y a pocos metros de la autovía, parece estar fuera de lugar (a su lado hay otros de menor tamaño).

«Cuando inauguraron este parque pensé que era un buen sitio para llevar a los niños pero no es así». La gira termina ante una conducción de agua, a pocos metros de un parque infantil, de dos metros de profundidad y con una tabla que Pepe ha colocado encima para que no pase una desgracia. El parque periurbano de la Virreina es un pulmón con tos crónica.

Ayuntamiento

La concejala de Parques y Jardines, Teresa Porras, precisó el pasado viernes a La Opinión que este tipo de parques no tiene mantenimiento por su propia naturaleza.«Se hace puntualmente labores de limpieza, riego y prevención de incendios», añadió y explicó que parte de los pertenece a las obras del caserón de la Virreina, que serán retirados cuando concluyan.