Desde la madrugada de ayer, las calles de la ciudad reflejaban una estampa de parón laboral. La huelga general, a la que estaban llamados unos 600.000 trabajadores en la provincia de Málaga, transcurrió con pocos incidentes, pero se dejó sentir por todo lo ancho y largo de la capital malagueña. Candados en las verjas para impedir el paso de los trabajadores y sus vehículos, silicona en las puertas y petardos dentro de los comercios fueron la tónica del día. Los piquetes, algunos informativos y otros coactivos, se dejaron la piel en buscar más trabajadores que cambiaran de opinión y secundaran la huelga. En ocasiones tuvieron éxito, y en otras, no. Y es que desde las 22.00 horas del martes, los grupos sindicales estuvieron circulando por distintos puntos de la ciudad para garantizar el derecho a la huelga y vigilar el cumplimiento de los servicios mínimos. Para ellos, no había ni un respiro, y ni un café pese al madrugón. «Traemos nuestros refrigerios de casa». Todo lo llevaron a rajatabla por un fin común: echar abajo la reforma laboral.

Puntuales como un reloj, a las 00.00 de la madrugada y hora oficial del inicio de la huelga, los piquetes se plantaron en las cocheras de la Empresa Malagueña de Transportes. Sólo los autobuses que portaban el certificado de los servicios mínimos podían salir del garaje. Los demás se encontraban un mar de personas que impedían su paso. Parte del piquete informativo abandonó la EMT alrededor de las seis de la mañana para apoyar otros puntos estratégicos de la ciudad.

A unos kilómetros de distancia otro grupo de sindicalistas tuvieron otro objetivo: impedir la recogida de la basura. El Servicio de Limpieza Integral de Málaga (Limasa) decidió no abrir y claudicar con los sindicatos, y eso implicaba no ocuparse tampoco de los alrededor de 30 ó 40 contenedores que fueron quemados durante la noche en las zonas de carretera de Cádiz, Centro y en Mercamálaga.

Según los sindicatos, estos actos «son ajenos a cualquier miembro sindical o perteneciente a cualquier piquete» y se trata de personas «que lo hacen durante toda la época del año y ahora hacen de las suyas aprovechándose de la lucha legítima de los trabajadores».

La siguiente parada fue Mercamálaga, donde se cumplió el 100% de los servicios mínimos, con ausencia de mayoristas, ningún detallista y sin recepción de mercancías. Aquí hubo un piquete informativo desde las doce de la noche y hasta las 5.45 horas.

En las filas, optimismo. El secretario general de CCOO en Málaga, Antonio Herrera, se mostraba muy positivo desde primeras horas de la mañana. «El seguimiento de la huelga es del cien por cien en empresas como Isofotón, Correos, Automóviles Casado, Acotán, Bimbo y San Miguel. La huelga se está secundando mayoritariamente, porque no se ejerce presión sobre los trabajadores», aseguró entre el ruido de silbatos y petardos de los miembros del piquete, que se trasladó a las instalaciones de Alsinas Graells, en calle Bodegueros, para negociar los servicios mínimos y garantizar el derecho a la huelga, ya que no había acuerdo del comité de empresa.

Paralelo a ello, en el Aeropuerto de Málaga se produjeron pequeños altercados entre uno de los piquetes y algunos taxistas; que tal y como habían anunciado días antes no secundaron la huelga; y en el que tuvo que intervenir la policía, pero sin repercusiones mayores. El Aeropuerto operó a primera hora de la mañana con el triple de los servicios mínimos establecidos desde la medianoche.

Los más conflictivos

Uno de los piquetes más coactivos se encontraba en la puerta de salida de la estación de autobuses de Málaga, donde impidieron la salida de varios autocares y sólo dejaron salir a uno de línea, con dirección al Aeropuerto, porque tenía un certificado de cumplimiento de los servicios mínimos. No tuvo la misma suerte el autobús que venía desde Barcelona y se dirigía a Algeciras, que tuvo que volver a su andén con todos los pasajeros dentro porque el piquete colocó el candado de una moto en la reja de la puerta de salida. Al bajar la valla, aplausos entre los miembros sindicales y más petardos por parte de los más radicales, al grito de «Zapatero, dimisión», mientras ondeaban una bandera con el lema «Huelga general violenta».

Los pasajeros, los más perjudicados, se mostraban indignados. «Si sabían que ocurriría esto no deberían haber vendido billetes», decían unos. «Yo tengo que llegar esta noche a Sevilla para trabajar sí o sí y no respetan el derecho a no secundar la huelga, que también existe», lamentaba otro. Unos metros más lejos, en la cafetería de la estación, la parte más radical de este piquete obligaba a los camareros a cerrarla y a echar a los clientes, con golpes en las puertas y ventanas. «Yo tengo una familia que mantener y si me dicen que hay que trabajar pues trabajo», indicaba uno de los camareros. Por su parte, una portavoz del piquete le insistía en que no volviera a abrir el local. «Tu jefe no puede obligarte a trabajar hoy y si no te manifiestas creerán que pueden hacer contigo lo que quieran el resto del año», le decían.

Mientras, el primer AVE salía sin incidentes de la Estación María Zambrano a las siete de la mañana, tal y como estaba pactado para cubrir los servicios mínimos, junto con otros dos que salieron a las cinco y a las nueve.

Más tarde, en la zona comercial de la estación, las tiendan abrieron sin coacciones por parte de ningún piquete, ya que nos les dejaron entrar. «Esto es coacción empresarial», gritaban desde la puerta, donde se podían oír los gritos de protesta de otro piquete a las puertas del centro comercial Larios. Allí, uno de los guardias de seguridad del centro cargó contra uno de los miembros de CGT, al parecer por un malentendido.

Finalmente, consiguieron que cerraran todos los comercios del centro. De ahí, directos a la Alameda de Colón, para acudir a la manifestación convocada a las 12.00 horas.