Es una de las asignaturas más sentimentales y tozudas de la historia de la capital. Desde 1990, ha sido objeto de planos, de conjeturas, de edificios de juguete dibujados en plantillas que envejecen en la administración. El balneario de Los Baños del Carmen lleva veinte años enfrentado a su restauración, aunque en los últimos meses se han dado avances que invitan tímidamente a un optimismo no exento de polémica. El Ministerio de Medio Ambiente aprobó el pasado junio el proyecto definitivo de remodelación y el PSOE anunció ayer una enmienda que amplía hasta los 400.000 euros la partida consignada en los Presupuestos Generales del Estado de 2011. Una cantidad que, si bien está lejos de los 13,1 millones en los que está tasado el conjunto de la intervención, servirá para sacar a concurso los primeros trabajos.

Las máquinas y los despachos esperan que se resuelvan los últimos trámites que separan al proyecto de su ejecución. Se trata de la revocación de las concesiones a las empresas radicadas en la zona. El punto controvertido se halla en la empresa Astilleros Nereo, que con más de tres siglos de permanencia en el balneario, se niega a trasladarse a una nueva ubicación. El Gobierno confía en solventar el problema y no descarta, incluso, apelar a la figura de utilidad pública, que propiciaría, al igual que ocurre con la construcción de autopistas y autovías, la expropiación forzosa de los terrenos. Pocos son los que en la administración ven en este tipo de trámites un obstáculo insoslayable.

Los propietarios de Nereo, sin embargo, no son los únicos que cuestionan el proyecto. Vecinos y colectivos se oponen a la retirada de la empresa y expresan su temor a que la remodelación, que implica la destrucción de los antiguos vestuarios y de los campos de tenis, acabe por arrebatar su personalidad al recinto y lo suma en la larga lista de paseos intercambiables de la Costa del Sol.

Javier Lumbreras, presidente de la Asociación Cultural de amigos del Balneario del Carmen, observa los movimientos de la administración con escepticismo y denuncia una situación que cuenta con una trayectoria tan larga como las tentativas de rehabilitación del entorno: el abandono de las instalaciones, que ha llegado en los últimos meses a unos niveles que los vecinos no dudan en calificar de insostenibles.

El colectivo acusa de desidia al Ayuntamiento. En los últimos años, Lumbreras y el resto de miembros de la asociación, precursores de actividades como el festival de cortometrajes Baños del Carmen, se han ocupado personalmente de la limpieza del balneario e, incluso, se han puesto de acuerdo para pintar su fachada, deteriorada por las pintadas y la humedad. Iniciativas adoptadas a la desesperada para moderar la acumulación de basura, cristales y mugre. «El Consistorio no reconoce como playa la zona del camping, pero aún así es un espacio público», señala.

Okupas y denuncia

El problema se ha visto agravado en el último año por la presencia de una veintena de okupas, que se han instalado en el recinto. El colectivo ha presentado ya varias denuncias, la última el pasado septiembre sin que por el momento haya habido respuesta por parte de las autoridades, lo que despierta las suspicacias de la asociación: «No sé si es lo que quieren para justificar luego más fácilmente la urbanización», dice.

La zona de acampada del balneario, que en otra época albergó, incluso, los terrenos deportivos del equipo de fútbol de la capital, refrenda la denuncia de Lumbreras, que deja entrever un conflicto que trasciende el propio destino de los baños del Carmen. En una línea de barracones, se apila la ropa y los trastos de los okupas, que llegan a sumar una aldea improvisada.

Los hay jóvenes y llegados de otros países con una vocación más estética que económica, pero también familias de trabajadores inmigrantes y malagueños asediados por la pobreza. La estampa es todo menos edénica y está flanqueada por una ingente cantidad de perros, algunos de los cuales, de portentosa envergadura.

Según Lumbreras, los okupas se dividen en pequeños guetos. Para la asociación, más allá de sus problemas particulares, suponen un buen termómetro para medir la precariedad del recinto que, especialmente en el área del restaurante, sigue concentrando a decenas de malagueños durante los fines de semana. «En el Parque de la Alameda, por ejemplo, no permiten que se instalen, pero aquí sí», lamenta.

Desperdicios en el recinto

La visión de los barracones se completa con restos de vidrio y bolsas de desperdicios, procedentes, en su mayoría, de los botellones nocturnos que se llevan a cabo en muchos puntos del balneario. La asociación ve el conjunto doblemente asediado y desconfía de algunos de los elementos integrados en el plan de remodelación, que incluye una parcela de más 1.500 metros cuadrados para uso cultural y deportivo. «El balneario tenía un pequeño paseo marítimo que fue destruido por las inundaciones en 1989 y no se ha vuelto a reparar. Nadie se ocupa de esto», razona. Los amigos del balneario señalan directamente que la policía «hace oídos sordos» al abandono de uno de los lugares con mayor personalidad de Málaga y ponen el ejemplo del palmeral, que se ha visto afectado por la plaga del picudo rojo, a pesar de las denuncias insistentes de la agrupación. «De las 68 palmeras, ahora queda un tercio».