No acostumbra a fumar puros. Tampoco luce una barba prusiana, pero su literatura, cerebral y atrevida, le ha convertido en uno de los grandes gurús de los movimientos sociales. Profesor de La Sorbona, consultor de la ONU, ideólogo de Attac, Ramonet participó ayer en el ciclo de conferencias Europa en el mundo: nuevos retos y compromisos, organizado en el marco de la iniciativa Málaga Mundi.

¿Europa está haciendo los deberes para salir de la crisis?

Europa no ha aprendido la lección y no ha sabido plantear una alternativa al sistema, pese a que en el momento de estallido de la crisis, la mayoría de los países apostaba por regularizar el mercado. El capitalismo se basa en la armonía entre las leyes y el mercado y la deriva ultraliberal tiene sólo treinta años. La historia ha demostrado que los dos extremos son perversos, la intervención totalitaria en la economía y la ausencia de controles. Los países más poderosos han optado por salir de la crisis mediante dos vías: estimulando la economía, como está haciendo Estados Unidos, o priorizando la fortaleza de su moneda, que es el objetivo de Europa, lo que hace que muchos países deficitarios no puedan subirse a la evolución. Sin alternativas, la crisis volverá.

¿Hacia dónde se encamina la Unión Europea?

La Unión Europea es un concepto insólito en el mundo. Nunca antes se habían unido países tan diferentes con un objetivo común, lo que ocurre es que lo que antes se podía entrever como una solución puede llegar a ser un problema. Muchos países se han beneficiado de su entrada en la UE, pero en el futuro no es descabellado que se dé un movimiento centrífugo. La fortaleza del euro impide que muchos gobiernos puedan devaluar su moneda y sacar ventajas de las exportaciones, por lo que se intenta reducir costes a cuenta de los trabajadores. No hay que olvidar que el retraso de la jubilación responde a una consigna europea aprobada en 2002.

¿Se ha perdido la oportunidad de humanizar el capitalismo?

La sensación es ésa. Hace ya años que agentes como el Papa Juan Pablo II hablaban de la necesidad de humanizar el mercado, pero en eso es difícil en una fase tan neoliberal como la actual. Materialmente, sin embargo, es más que posible. Europa camina hacia el desmantelamiento del Estado del Bienestar y la gente se pregunta cómo puede ocurrir si se tiene en cuenta que la situación económica, a pesar de la crisis, es mucho más poderosa que cuando se crearon sistemas como la Seguridad Social, con un continente arruinado por la guerra.

¿El proceso de pérdida de derechos es inexorable?

Es una de las consecuencias de la globalización. Actualmente no hay nada que se mueva más rápido que el capital. La competencia de un trabajador español no es un trabajador español sino uno de países en los que los costes de producción, por la falta de garantías, son más baratos. Las empresas se deslocalizan e, incluso, en algunos casos ofrecen a los trabajadores la oportunidad de contar con ellos, pero eso sí, con el salario de este tipo de países.

¿Qué me dice de la ola de protestas ciudadanas?¿Podrían dar otro rumbo a la historia?

Por el momento lo que se ha visto es la desesperación. Hay muchas personas que ya han agotado las prestaciones sociales. Se han dado casos de movilizaciones violentas, execrables, como las de Grecia, que miden el nivel de falta de soluciones de la población. Hasta ahora, no han servido para que los países cambien de política, pero la historia todavía no está escrita.

¿Teme un avance de la xenofobia y de la ultraderecha?

Ese avance ya se está produciendo. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, nunca hubo tantos países gobernados por la ultraderecha. Se tiende a culpar a los más débiles, al extranjero y eso se está dando también en gobiernos más moderados como el de Sarkozy. En Europa cunde la islamofobia y ahí está el peligro. No hay que confiar en la crisis para una solución constructiva y democrática, estos momentos históricos hacen aparecer monstruos como Hitler o Stalin.

Usted es hijo de republicanos exiliados, ¿cómo ha vivido la polémica en torno a la recuperación de la memoria histórica?

El proceso contra Garzón ha sido escandaloso. Es un caso insólito en Europa y ha sorprendido al mundo, que empieza a pensar si la instalación de la democracia está o no concluida en España. Exhumar las sepulturas es, si me apura, de caridad cristiana y no tiene nada que ver con reavivar los odios. Una controversia así impide a España dar lecciones a los países latinoamericanos que salen de regímenes totalitarios.