Llegaron a la Guerra Civil con al menos un cuarto de siglo y continúan entre nosotros, como testigos privilegiados de 100 años de cambios en nuestra provincia. Repasar sus testimonios es la forma más directa de observar cómo se ha transformado una tierra de oportunidades que superó todo tipo de crisis y adversidades. El legado que nos dejan es optimista, porque sus voces –de entre casi 300 centenarios que alberga Málaga– desprenden sobre todo tenacidad ante cualquier contratiempo.

Llama la atención que algunas de estas personas, superada la barrera del siglo de vida, no se hayan planteado poner fin a actividades como el cultivo del huerto que siempre han labrado junto a sus casas. O que, contra lo que dictan las estadísticas, una de nuestras centenarias no se haya casado ni tenga descendencia –un estudio destacaba que es más longevo quien abandona la soltería–.

Quienes vienen a estas páginas son parte de un mosaico en el que no se escapa ninguna de las comarcas y ni siquiera la capital, del total de 282 personas centenarios que viven en la provincia, según el censo de la Unidad de Padrón del Instituto Nacional de Estadística, a 1 de enero de 2010. Lo que no aparece en esos fríos cómputos es que buena parte del secreto para llegar a esas edades está en la ancestral dieta mediterránea –desvirtuada por los jóvenes– y en el excepcional clima malagueño.

Teresa Villarejo de los Campos. 102 años«Los edificios y las calles de Málaga siguen siendo los mismos, aunque la vida haya cambiado mucho»

Nacida en Málaga y de familia acomodada, recuerda su infancia con felicidad. La menor de siete hermanos, todos longevos, ya que la última hermana que perdió tenía 104 años y aún conserva otra que roza ya los 105

A sus 102 años, Teresa dice no echar de menos nada de lo que había cuando era joven. Reconoce que la sociedad ha cambiado mucho, pero que las calles y edificios de su Málaga siguen siendo los mismos. Incluso sus jóvenes. «Cabezas locas los ha habido siempre. La juventud de hoy día está loca pero en mi tiempo también los había ya». Estudió en el colegio de La Asunción, de donde decidió salir con 16 años porque no quería estudiar. Allí le enseñaron a jugar al baloncesto, algo inusual en la época, y recuerda que en el recreo se divertía con sus compañeras saltando a la comba. Dice que era la «niña mimada» de su familia por ser la menor y nunca le faltó un juguete. «Tenía una muñeca y un baúl lleno de ropa para vestirla», recuerda.

Viuda de dos maridos, a los 20 años se casó por primera vez, y lo haría de nuevo con 72. «Tenía muchas ganas, porque me sentía muy sola al no haber tenido hijos», dice, aunque reconoce que no le han hecho falta porque sus sobrinos han sido para ella como hijos.

Acomodada en su sofá, viendo la televisión como cada tarde, recuerda la primera vez que vio una. «Era algo extraño porque no se había visto nunca. Recuerdo que estaba mala con gripe y le dije a mi marido que me moriría sin ver una televisión, así que fue a por una y conseguí verla». Algo parecido le ocurrió cuando vio una fregona por primera vez. «No sabía para lo que servía. Algo que es tan común hoy y en mi tiempo era impensable».

De la Guerra Civil, que le tocó vivir estando ya casada, no quiere ni acordarse. Fue perseguida, junto a su marido, «por tener un negocio» recuerda, y tuvo que esconderse para que no la mataran. El día que acabó, emocionada, abrazaba a todo aquel que se encontraba por la calle Larios. «A Málaga le costó mucho recuperarse», afirma. Ahora se dedica a disfrutar de los pequeños placeres, como beberse una copa de fino manzanilla cada día, que según cuenta es el secreto de su longevidad. Carmen Romera. Málaga

Lázara Plaza. 102 años«Ahora hay más comodidades, pero antes se vivía con menos preocupaciones»

Lázara Plaza (1908) trabajó siempre en su tierra de cultivo, en Alhaurín el Grande. La vida para ella y su familia, con cinco hermanos más, transcurría de la huerta al ganado de cabras, y a cuidar de la casa. «Con poco pero sin falta»

«Nosotros vivíamos del campo, lavaba en la acequia, hacía de comer con leña y tenía un vestido. Ahora hay más comodidades pero antes se vivía con menos preocupaciones». Esta alhaurina centenaria, Lázara Plaza, recuerda la alegría de la familia cuando su abuelo compró «una radio». Entonces había pocas y «cualquier cosa nos hacía mucha ilusión». Ahora vive con una de sus hijas, mira la chimenea de la casa y recuerda cuando en sus tiempos tenía que encender cada día el fuego para hacer la comida. Por otra parte, el rebaño del padre de Lázara cruzaba todos los días el rancho de la casa para salir a pastar y ella se encargaba de limpiar para no dejar ningún rastro de los animales: «Los vecinos venían y me decían que no parecía que allí había animales. Antes también los vecinos estaban más juntos». Y agrega: «No lo pasamos mal, vivíamos bien dentro de lo que había». A. García. Alhaurín el Grande

Antonia García. 103 años«Antes había menos prisas para todo y se disfrutaba mucho más del momento»

Antonia García nació hace ahora 103 años en Faraján, aunque desde muy pequeña se asentó en Ronda, donde le sorprendió siendo muy joven la Guerra Civil, que recuerda como una de las etapas más duras de su vida, al igual que la pérdida de Juan, su esposo, que falleció hace ahora 30 años

«Antes había menos prisas para todo y se disfrutaba más el momento», relataba la serrana Antonia García, que a sus 103 años de edad es una de las personas más longevas de la comarca y de la provincia malagueña.

Aunque con problemas de audición y de movilidad, esta centenaria no ha dejado a un lado una de sus aficiones: la lectura, y además de estar al corriente de todo lo que sucede en Ronda a través de la prensa local. De vez en cuando se atreve con un libro, aunque según reconoce cada vez le cuesta más trabajo ver la letra «tan chica».

Antonia nació en Faraján, aunque desde muy pequeña se asentó en Ronda. Siempre trabajó como ama de casa, convirtiéndose en toda una experta a la hora de hacer croché, bordados y costuras en general. Blas Gil. FarajánCarmen Galiano. 103 años«La lástima es que ahora que la vida es mejor, ya no tengo edad para nada»

Lo que mejor recuerda Carmen Galiano (1907) de su juventud es lo mucho que tuvo que esforzarse para vivir. «Trabajé mucho y sin seguro». Esta coineña ganaba 2.000 pesetas al mes cuidando una casa, que le daban solamente para el alquiler de la vivienda y la luz

«Cuando terminaba de hacer todas las tareas de la casa, me iba a pintar patios y me daban dos pesetas y la comida», cuenta Carmen, la cuarta y única superviviente de diez hermanos. Carmen hace memoria de sus años mozos y los recuerda sobre todo por la escasez de comodidades y dinero. A esta centenaria le gustan más las condiciones de vida de la actualidad que las que a ella les tocó vivir, pero lamenta los achaques de la edad que ya no le permiten disfrutar de lo que hay. «Ahora que la vida es mejor ya no tengo edad para nada», reconoce a pesar de que a sus 103 años de vida, ella misma se prepara el desayuno cada mañana y ha aprendido a utilizar el microondas. «Me enseñaron al número que tenía que darle y ya está», explica. Carmen disfruta de las comodidades de ahora, «pero lo único que hago ya es ver la tele y dormir». A. G. Coín

Francisco Vera. 101 años«En mis tiempos se comía mejor que ahora ya que usábamos mucho la cuchara»

En Ronda, en otoño, hace mucho frío, por lo que a Francisco Vera, a sus 101 años, le gusta estar «calentito» en la mesa de camilla mientras ve de vez en cuando los programas de televisión. Es su actividad frecuente, según reconoce Milagros, una de sus hijas, que apunta que «a su edad, demasiado bien está»

Francisco, hombre de pocas palabras, y ahora aún más silencioso, por aquello de la sordera que sufre, dice que antes se comía mejor que ahora, «ya que los jóvenes han dejado a un lado la cuchara, para comer sobre todo platos precocinados y bocadillos».

Francisco es un hombre de mundo. Natural de Benadalid trabajó de pequeño como arriero, para posteriormente dedicarse al pastoreo y seguidamente a la agricultura, aunque finalmente terminó como corredor de ganado, donde no le fue muy mal.

Tiene actualmente siete hijos, 18 nietos y 14 biznietos y de vez en cuando sale de paseo por el centro de la ciudad , ya que su casa se encuentra situada en uno de los lugares más emblemáticos del municipio, junto a las Cornisas del Tajo. Blas Gil. Ronda

José Lara Ortigosa. 99 años y 11 meses"La crisis es importante pero antes lo teníamos peor"

José Lara Ortigosa es un vecino del municipio de Villanueva del Rosario que toda su vida se ha buscado «las habichuelas» como ha podido. En su juventud hizo de todo, y luchó en el bando republicano varios años. Ahora recuerda con cariño a su esposa Rafaela, con quien tuvo a su hija Trinidad, su gran compañía en estos años

Agricultor, corredor, mozo de un terrateniente y hasta pescadero. Y es que 100 años dan para mucho, y José Lara Ortigosa, natural de Villanueva del Rosario, puede afirmar, sin temor a equivocarse, que los ha aprovechado intensamente. En pleno umbral de un nuevo siglo, y con una vitalidad que dejaría asombrado a cualquier jovenzuelo, José comparte con su hija Trinidad (74 años) tardes de recuerdos bajo el brasero de la casa que tienen en propiedad en la plaza de España: «En el número ocho tienen su casa», relata el vecino saucedeño, el más mayor de su pueblo y, sin duda, el que mejor se encuentra de salud y de «cabeza» en varios kilómetros a la redonda.

«Ahora la crisis es importante, pero antes lo teníamos más complicado, con una guerra de por medio y muchos miedos e incertidumbres», explica el centenario, que recuerda con cariño las venturas y desventuras que vivió con su mujer Rafaela Córdoba, fallecida hace más de 18 años. «Fue la única mujer que yo conocí, y ella igual conmigo. Ahora es diferente, los jóvenes no aguantan tanto, la cosa ha evolucionado», detalla José, que confiesa acercarse cada día al huerto que tiene junto a su casa, a pesar de las «regañinas» de su hija, que teme que cualquier día él y su bastón tropiecen contra el duro suelo y ocurra algún percance.

En el huerto, José ya no tiene capacidad parar arar o dedicarle mucho tiempo a los tomates y a los olivos: «Pero me gusta quitar lo matojos y preparar la zona», explica. Cada mañana se levanta con el primer rayo de sol y lo primero que hace es prepararse una manzanilla.

Si hace bueno va al huerto, luego al hogar del jubilado, y allí suele echar unas risas con sus conocidos y amigos, «jugando al dominó». Con tres nietas y varios bisnietos, José afirma que ha sido un hombre afortunado. «Muchas cosas han sido complicadas, pero mire donde estoy», concluye José Lara. Lola Sánchez. Villanueva del Rosario

Isabel Remacho. 100 años"El secreto para vivir tantos años es beber mucha leche de vaca"

Cuando estalló la contienda bélica española, ella y su marido tuvieron que marcharse a tierras alejadas de la ocupación de los nacionales, hasta pasar por Alicante y la capital malagueña

Isabel Remacho nació en la ciudad de Granada el 2 de marzo de 1910. Echando una mirada atrás desde su más tierna infancia, que pasó en una vaquería, hasta la actualidad, reconoce que «la vida ha cambiado mucho».

Se casó antes de la Guerra Civil con Pedro Velasco, maquinista de Renfe. Una vez que comenzó el conflicto bélico, tuvo que marcharse de su tierra natal, por la vinculación republicana de su marido; a tierras alejadas de la ocupación de los nacionales. Así, la pareja llegó a Málaga y más tarde incluso a Alicante. Pedro tuvo que huir a Francia, y ella se quedó en España, esperando su regreso, que se produjo una vez terminó la Guerra. Entonces su vida estaría ligada a las tierras malagueñas.

Ahora vive en Rincón de la Victoria. Isabel tuvo cinco hijos, de los cuales sólo vive su hija Carmen, así como nueve nietos, catorce biznietos y hasta tataranietos, un total de cuatro. Para Isabel, el secreto de su salud es «beber mucha leche» costumbre que mantuvo desde que vivía, de niña, en la vaquería. J. Z. Rincón de la Victoria

Juan Bautista J. Cubo. 103 añosToda una vida dedicada a la labor del campo en Canillas de Aceituno

Cuando llegó la Guerra Civil, se libró de tener que partir a la lucha al estar casado y contar con dos hijos pequeños: Carmen, que nació en 1934, y José, que nació en el año 1938. Antonio, el tercer hijo, nacería allá por 1941

Juan Bautista nació el 30 de junio de 1907 y ha visto cómo crecía el pequeño pueblo de Canillas de Aceituno desde aquel entonces. Su vida la ha dedicado al campo, con el que han subsistido económicamente tanto él como el resto de su familia. Durante este siglo, la mayor tristeza fue el fallecimiento de su mujer, en el año 2000. «Una de sus mayores alegrías es ver a sus biznietos», señala Antonio Cubo, su hijo más pequeño. Los más pequeños de la familia pasan la temporada estival en el pueblo, ya que residen todo ellos en Calatayud (Zaragoza). Tiene, además de sus tres hijos, cuatro nietos y seis biznietos. J. Z. C. de Aceituno

Teodora Díaz. 103 años"Para vivir tantos años hay que llevar una vida saludable, comer lo necesario y mucha actividad"

Teodora Díaz de Quintana López nació un 30 de agosto de 1907 en Buenos Aires, Argentina. Con apenas tres años llegó a Mijas y completó sus estudios elementales y superiores en Málaga, costeándolos ella misma mediante la confección de bordados por encargo

A sus 103 años, ha vivido una de los siglos más convulsos de nuestro país. «Durante la Segunda República cuidé de una tía mía que estaba enferma y refugié a un conocido que estaba perseguido por las autoridades, en la alacena de mi casa de Mijas pueblo. La Guerra Civil no nos afectó mucho, pero lo peor vino después», relata.

Tras la contienda militar, la situación en Mijas no era la mejor, por lo que Teodora optó por regresar a su Argentina natal en vista de que allí sí que había visos de encontrar una vida más próspera.

«En Buenos Aires me quedaban algunos familiares que habían conseguido montar un importante negocio de ultramarinos. Allí trabajé toda mi vida hasta hace 35 años. Volví a Mijas, tierra de la que mi madre era originaria, para cuidar de una prima mía, que me legó la casa donde vivía, poco antes de que muriera», recuerda esta longeva mujer.

Teodora no tiene hijos, ni siquiera se casó. Pero su familia de Mijas suele visitarla frecuentemente a la residencia donde desde hace más de veinte años pasa los días en buena compañía. «Me quieren mucho», espeta.

Su prima Josefa y la hija de ésta, Isabel, que además es su ahijada, aseguran que hasta hace medio año Teodora se valía perfectamente por sí misma y que nadie tenía que ayudarla a ducharse. «Pero últimamente ya no puede», dice Isabel. Y es que esta mijeña internacional es «muy fuerte», como asevera su prima Josefa. «Ha superado caídas, resfriados y una neumonía reciente. Pero aquí sigue», dice con respeto y admiración.

Para esta protagonista, el único secreto existente para llegar a los 103 años es «llevar una vida saludable. Comer lo necesario y mucha actividad». Amanda Gómez. Mijas

Josefa Vega. 101 años"Con todo lo que he vivido, le puedo decir a los jóvenes que todos los problemas tienen solución"

Josefa Vega, fuengiroleña de 101 años, puede estar orgullosa de contemplar a cuatro generaciones. Es

madre, abuela, bisabuela y tatarabuela de una estirpe formada por casi medio centenar de descendientes

Nacida en el popular barrio de Los Boliches, en septiembre del año 1909, Josefa narra con pasión los cuantiosos esfuerzos que tuvo que hacer para sacar adelante a sus cinco hijas tras la Guerra Civil. «Me quedé viuda con 35 años y embarazada de mi quinta hija, Lázara. Mi marido era agricultor y, en aquellos tiempos de escasez, lo único que servía para salir adelante era ir a Coín andando a buscar aceite, tabaco y otros víveres para luego venderlos aquí, en Fuengirola», relata.

«Iba a Coín, Marbella y La Línea, a por tabaco, andando si hacía falta. Mis hijas también trabajaron como sastras y ayudaron muchísimo para traer dinero a casa. Y así salimos adelante, no sin muchos sacrificios y esfuerzos», reconoce emocionada. Poco a poco sus hijas fueron creciendo, se casaron y «me dijeron que no había necesidad de que siguiera trabajando». Pero la tremenda actividad que Josefa había mantenido hasta entonces no cesó. «Yo nunca me he estado quieta», confiesa. Su hija Lázara asegura que su madre se mueve sola sin ayuda de nadie por su piso. Y es que Josefa goza de una magnífica salud.

«Mi familia viene a verme a menudo», dice. A sus cinco hijas, hay que sumarles sus 17 nietos, sus 20 bisnietos y su único tataranieto, que tiene dos años. Es asombroso cómo recuerda el nombre de todos: «La familia es lo más importante», afirma. Preguntada sobre cuál es el secreto para sobrepasar el siglo de edad, responde tajante: «El único para llegar, como me ha pasado a mí no es otro que trabajar y andar mucho». Y su reflexión de vida: «Me hace mucha gracia cuando algún joven de ahora me dice que tiene problemas… Con todo lo que he vivido, le puedo decir que todos tienen solución». Amanda Gómez. Fuengirola